Yo ignoro por completo las corrientes de adoradores incondicionales de cualquier clase de obras, y de las mareas terribles y acosadoras de “haters” que parecen buscar la extinción por arte de magia de muchas otras, basándose en nada más que su propio gusto. Pero también tengo mis gustos propios. Algunos inamovibles, y otros que el tiempo y la comparación a veces distorsionan. Es como el gusto por la comida, de alguna manera secreta que no entendemos, evoluciona aparte de nuestra voluntad, y en ocasiones nos descubrimos tragando con gran placer cosas que años antes considerábamos dignas de la coprofagia.
Para empezar a hablar de esta nueva película, antes debo reconocer que a mí me encanta “El hombre de acero”, la primera de las entregas con las que ahora DC intenta emular el proyecto de MARVEL, trasladando al cine todo un universo. Voy a pasar de hablar de las personas implicadas en cada una de las entregas, y en la entrada y salida de varias de ellas en los apartados artísticos o de producción: al final, todo eso me importa una mierda y sólo quiero ver algo que me entretenga, que me guste.
Como digo, “El hombre de acero” me encanta. Tiene varias chorradas de guión que sólo están ahí para justificar el drama y la lucha interior del personaje para mostrarse como es o no, de lo adecuado que resultaría revelarse al mundo como Superman, pero, para mí, quedan en nada en la balanza ante el trato tan serio y extremadamente épico del personaje, con espectaculares escenas de acción (pese a todo lo que se habla antes en la peli) que me calaron tal cual que si aún fuera un niño pequeño, haciéndome emocionarme, sobre todo al descubrirla como la primera película donde por fin puede verse a Superman peleando de verdad (nada de más luchas contra las catástrofes naturales o los cataclismos generados por Lex Luthor).
Y el caso es que, a pesar de lo que me gustaba esta primera entrega, no sabía qué esperar de la segunda. El principal problema que le veía era que temía el modo en que iban a inventarse un conflicto lo bastante serio como para que los dos héroes del título se acabaran enfrentando, como sí lo hacían por verdaderos motivos (ideologías irreconciliables) en el cómic de “El retorno del caballero oscuro”. Y… en fin, la película resuelve eso de una manera satisfactoria… a medias.
Sin revelar nada, reconozco que la idea de sus posturas enfrentadas es hasta lógica, pero creo que, siendo sobre todo fallo del guión, la han llevado de una manera que es un poco infantil, quedando un poco raro el hecho de que dos personajes que se suponen tan inteligentes no sean capaces de hablar antes de empezar a zurrarse, sobre todo porque a pocas palabras que intercambiaran, está claro que desaparecería todo conflicto. Esto, y un nuevo Lex Luthor que a mí no me acaba de convencer, y que me recuerda más a una especie de nervioso Enigma en sus discursos y gestos temblorosos, es cuanto yo puedo decir negativo de verdad. Y no deja de ser mi propia percepción.
A favor tiene que las escenas de acción, cuando las hay, son espectaculares y hasta impactantes por su brutalidad en algún momento. Los efectos son geniales, tanto en sonido como en imágenes, llevándose la palma, a mi juicio, todas las escenas que implican al nuevo Batman: éste es más brutal y desdeñoso que nunca, su aspecto es terrorífico, y la potencia e invulnerabilidad de sus vehículos, la contundencia de su fuerza casi sobrehumana, se sienten en cada escena. Yo no comparo nada de las películas con los cómics, ni espero ninguna clase de fidelidad. Esto lo menciono porque hay cosas de este Batman que, como el que recreó Tim Burton, muchos fieles de los cómics podrán criticarle, pero, en conjunto (sumando interpretación del actor, su aspecto, estilo de lucha) creo que es el mejor Batman que se ha hecho en cine, y espero que sigan por este camino con él.
Superman, para mí, ha quedado un poco en segundo plano. Es irónico porque la mitad de la película es suya en escenas y presencia, pero se ha reducido en mucho el estudio de su psique, y para uno que incluso ya le conoce de la anterior película, casi parece tan desconocido y distante como para todos los que en la película alzan sus miradas hacia él con maravilla y terror, sin saber qué esperar de él. Como dije antes, que no sea capaz de resolver algunas situaciones como uno esperaría que lo hiciera, se hace extraño, y casi parece que éste no es el mismo tipo de “El hombre de acero”. Es una sensación muy extraña, pero todo lo que atañe a las escenas de acción sigue siendo genial, al menos. Y además me ha parecido muy interesante la idea de cómo distorsionaría el mapa político y espiritual un ser como él. Eso creo que ha quedado muy bien reflejado en la película… aunque, como otras cosas, acaba resultando algo secundario, sólo una razón más que empuja a los personajes a su supuesto “conflicto inevitable”.
Para terminar, yo debo decir que la película me gustó. Ya desde el arranque, que es frenético y espectacular, me enganchó, y pese a lo larga que es y el lento ritmo que se toma para desgranarte su flojo argumento, todo el tiempo la vi sumido en una deliciosa sensación de irrealidad. No me podía creer que una película al fin se atreviera a tener a Batman y Superman juntos, y que, pese a las tonterías del guión, se lo estuvieran tomando tan en serio, sobre todo los actores. Además, las referencias a otros personajes, algunos buenos chascarrillos, y las pinceladas que introducen brevemente un nuevo argumento de interrelación de tiempos o realidades paralelas, mantienen la emoción a poco que a uno le gusten los mamporros o la ciencia ficción en general. Es cierto que puede generar cierta confusión para quien no conozca mucho las líneas editoriales de los cómics de DC, pero a mí me resultó interesante, y sé bastante poco.
Y ahora vuelvo a lo que decía de la coprofagia del principio. ¿Por qué? Bueno, yo fui a ver la película con mis hermanas, por la tarde. Éramos muy pocos en el cine, pero a mi lado se sentó un niño de unos seis años con su padre. Imagino que el pequeño prefirió ver esta película con Superman y Batman antes que alguna de animación de las que proyectaban en la demás salas. Bien por él, estoy orgulloso. Pero aquí viene el meollo: tras los primeros minutos de la película, que eran bastante interesantes y emocionantes, el entusiasmo e interés del pobre crío se fue desinflando, hasta el punto de que hasta llegó a querer irse de la sala, o eso creí entender. El padre, que imagino que disfrutaba la película, fue capaz de disuadirle, y juntos aguantaron hasta el final. Pero en este punto quiero centrarme, precisamente. Porque pasa lo mismo con “El hombre de acero”.
Es decir, ¿qué está pasando? Pues que al ver a este pobre niño, me reconozco en él, y sé que, de haber visto de pequeño unas películas tan serias y con tanta charla sobre Superman o Batman, me habría aburrido, y las habría considerado auténtica caca. Habría pensado “pero de qué mierda hablan, por qué no pelean, qué mierda es esta”. Y eso es algo que no me pasaba con las viejas películas de Superman protagonizadas por Christopher Reeve, o con las primeras de Batman dirigidas por Tim Burton y con el extraño Michael Keaton como Bruce Wayne. Y son pelis que aún me encantan (incluso las más malas, como Superman IV… de hecho, ¡mi favorita siempre ha sido Superman III!) Quizá es el encanto de haberlas visto repetidamente desde niño, o quizá es otra cosa, eso da lo mismo.
A lo que voy con esto es que, a veces, hay películas que nunca nos gustarán. Otras veces, sólo necesitan ser vistas en el momento adecuado de nuestras vidas. Y he tenido la suerte de que “Batman contra Superman: el amanecer de la justicia”, la he visto en el momento más adecuado, creo yo. Porque como película, creo que dista mucho de ser redonda, de hecho, diría incluso que su guión tiene serios altibajos. Puede alguien decir que es una película mala, y no se le podrá negar. Pero aun sabiendo eso, tiene muchas cosas buenas, grandes momentos que le hacen a uno sentir como un niño cuando ya no lo es, sobre todo porque los mitos que atesora en su subconsciente son estos: los de los superhéroes a los que admiraba antes incluso de saber siquiera hablar correctamente.
Y es una suerte poder valorar todo eso junto y acabar una reseña como esta diciendo: “me gusta”.
Valoración por Ruddenskjrik: ¡es cine guay!