Yo ignoro por completo las corrientes de adoradores incondicionales de cualquier clase de obras, y de las mareas terribles y acosadoras de “haters” que parecen buscar la extinción por arte de magia de muchas otras, basándose en nada más que su propio gusto. Pero también tengo mis gustos propios. Algunos inamovibles, y otros que el tiempo y la comparación a veces distorsionan. Es como el gusto por la comida, de alguna manera secreta que no entendemos, evoluciona aparte de nuestra voluntad, y en ocasiones nos descubrimos tragando con gran placer cosas que años antes considerábamos dignas de la coprofagia.
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