19 abril, 2024

Lo que tienen en común estos cuentos,  y hace especial su recopilación, es que el horror no viene representado por los elementos externos, sobrenaturales o no, que acosan a sus protagonistas. Si bien en algunos de estos relatos se suceden hechos inquietantes por absurdos y extraños, e incluso horrorosos por violentos y grotescos, el verdadero terror es el de hacernos partícipes de los asfixiantes sentimientos de tristeza, impotencia, frustración y obsesión malsana que la autora arroja contra el lector, en algunos de ellos, con la fuerza de una catarata caudalosa y continua.

La recopilación viene dividida en dos partes: la primera, consiste sobre todo en cuentos con un componente sobrenatural. Uno tras otro, van presentándosenos historias, la mayoría narradas en primera persona, que describen una realidad paralela a la nuestra, y que está habitada por los seres que dan pábulo a las leyendas urbanas y a las historias de fantasmas que todos desdeñaríamos por saberlas mera ficción. Los que me han parecido los más notables, por la certera descripción de una sensación desoladora de impotencia son el primero, Noche Oscura, y Amor De Madre. En ambos relatos se dan situaciones que desembocan en una especie de infierno o limbo de terrorífica tranquilidad, la cual parece difícil de asumir con entereza ante la perspectiva de la eternidad de la consciencia.

Sin embargo, otros como Conmigo Para Siempre me han llamado la atención por la conseguida atmósfera de angustia persecutoria, lo cual, por cierto, es un preludio de la mayor parte del estilo de terror que se condensa entre los cuentos de la segunda parte.

El segundo ciclo, el que más cuentos contiene, consiste en historias aún más inquietantes: las de personas enfermas, retorcidas y obsesivas, o directamente malvadas. Algunos cuentos, como el primero de esta segunda parte, Ariana, me han gustado bastante por la forma progresiva de ir formando un ambiente agobiante a partir de las sensaciones de angustia que van creciendo en su protagonista. Si bien su entorno esconde secretos de difícil descubrimiento por su posición y poca capacidad de acción, el relato describe de manera gradual y casi inapreciable la transformación de unas simples oficinas de trabajo en un entorno hostil, pero no por la presencia de un peligro evidente, como suele hacerse en relatos del género. La hostilidad es la propia de un desierto, la de un lugar que no ofrece nada, ni a la mente ni al cuerpo, y que sume a la protagonista en un estado casi antinatural de falta de estímulos que ella misma rellena cada vez más con las ideas que brotan de su retroalimentada obsesión, como una persona que, para encontrar algo, se acaba enterrando entre la propia tierra que remueve.

Otro de los cuentos que más me han gustado es La Voz De Roberto. En este nuevo cuento de horror, se nos describe una situación aparentemente sobrenatural, pero que en realidad representa, como la mayoría de estos relatos, una serie de probables síntomas de una enfermedad o psicosis que nunca sabremos en qué momento se desencadenó. En este relato se vuelve a describir la sensación de frustración y agotamiento de un personaje que no puede hacer otra cosa que lo que cree que se le pide. De este modo, vemos cómo la consecución de sucesos nos dirige de manera inexorable y paulatina hacia un final que intuimos como trágico, una estructura que, por cierto, la autora aplica a la mayoría de estos cuentos.

En algunos de ellos, de hecho, es un acierto, pues el golpe de efecto de descubrir un final truculento remata unas atmósferas que son de por sí asfixiantes, dejando una sensación de pesadumbre inamovible, sin solución. Es decir, esta es una recopilación de relatos de un terror más bien psicológico, a mi parecer, basado en el impacto que supone para una persona sana, como debe ser el probable lector, las consecuencias de las perjudiciales formas de pensar y actuar de las personas de estos cuentos.

Una mención especial para el cuento final, Al Sur, el cual se me ha antojado una certera nueva adaptación del mito de esa criatura de descripción algo vaga pero de muy específica manera de obrar que es el Wendigo. Particularmente, este cuento me ha gustado por ambientarse en un mundo postapocalíptico, sobre el que la autora se recrea en las penurias de las extremas necesidades de los protagonistas.

También es importante hacer mención a las lúgubres ilustraciones de Williams J. Martínez, sobrino de la propia autora, y que se ha tomado la molestia de expresar en distintos estilos, algunos crípticos, otros más figurativos, algunas de las escenas de los relatos, a fin de que la impresión emocional sea aún mayor al leerlos. Cada relato cuenta con su ilustración previa, y eso siempre es una muestra del interés de quienes realizan una obra de hacer mejor y más inmersiva la experiencia de sus posibles lectores.

No quiero desvelar, como se ve, demasiado de ninguno de los relatos, aunque no puedo resistirme a recalcar las bondades de los que se han hecho mis favoritos. Sin embargo, como dije al principio, el tono y el estilo del horror, emocional sobre todo, es constante en esta recopilación, y es más que probable que cada lector encuentre como más relevantes otros muy distintos.

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