15 octubre, 2024

En 1975, la editorial argentina INTERSEA decidió lanzar al  mercado libresco una colección de novelas de ciencia ficción en rústica, con unas portadas vistosas y si se quiere hasta psicodélicas ,  a la que denomino “Azimut” que se nutrió principalmente con títulos de autores estadounidenses que habían empezado su carrera literaria entre los años cuarenta y  cincuenta del siglo pasado en las revistas de fantasía y  ciencia ficción de su   tierra natal.

pulpoDentro de esa nómina tenemos  a escritores como  Howard Fast (“Y el general mató a un ángel”), Theodore Sturgeon (“Las invasiones jubilosas”), Norman Spinrad ( “Agente del Caos”), Phillip José Farmer ( con el díptico  “La otra oportunidad” y “El fabuloso barco del Río”), y su compatriota y tocayo Phillip Kindred Dick, perpetrador del  frondoso e imaginativo producto literario que intentaremos reseñar a continuación.

Para aquellos lectores que hayan tenido entre sus manos ejemplares de las novelas y colecciones de relatos a los que aludimos, los cuales pueden conseguirse principalmente en librerías de segunda mano, tendrán claro que nos referimos a “Gestarescala”, el título que el traductor de INTERSEA, Andrés Esteban Machalski, escogió para que “Galactic Pot Healer”, como se denomina originalmente esta novela de Dick publicada en 1969  por la Berkley Books, una editorial especializada en el género literario que nos ocupa, circulase entre los lectores hispanoblantes, lectores de ciencia ficción, y  residentes en el subcontinente sudamericano.

Curiosamente esta traducción argentina se constituyó en la única transposición de esta novela de Dick al castellano hasta que en setiembre del  año pasado, la Editorial  Catedra, en su colección “Letras Populares” y esta vez en España, se animase a poner en las librerías de toda la Península una traducción consumada  por el escritor Julián Díaz, quien no solo se limitó a eso, sino que también se animó a dotar de  un sustancioso prólogo y epílogo a la misma que ilustran a los lectores sobre la vida, obra y el peculiar estilo narrativo del escritor estadounidense, un estudio  que ocupa unas cien de las  trescientas veintiocho páginas que tiene la versión editada por Catedra, y en cual considera a esta novela dentro de lo que llama la fase metafísica del autor (1963-1971), la cual precede a la postrera etapa de Dick como autor, y en la cual se consagró a escribir sus revelaciones a través de sus novelas y también de sus memorias.

Estamos en la ciudad de Cleveland, y corre el año 2046, pero el país  no es  los Estados Unidos de la América del Norte, sino  la República Comunal de los Ciudadanos de América del Norte, un estad dominado por un  régimen de partido único, como actualmente ocurre con Cuba y Corea del Norte,  para más inri esta degeneración  de los Estados Unidos que todos conocemos, viene de  salir de un conflicto global (un tópico que se repite en muchas otras obras de Dick) y tiene un carácter  represor y dictatorial, como las democracias populares que prosperaron en la Europa del Este después de la victoria soviética sobre la Alemania Nazi.

Joe Fernwright, un restaurador de objetos de cerámica, divorciado de una mujer sumamente dominante llamada Kate (otro tópico recurrente en las novelas dickianas) y veterano de guerra, es un ciudadano de esta república distópica, y sus días transcurren de manera gris pues pese a tener un trabajo, en la práctica  es un desempleado que subsiste a base de la pensión que el gobierno le otorga como veterano de guerra, (un dinero inflacionario que se ve obligado a gastar de inmediato antes que pierda su valor)  pues en un mundo dominado por la producción de objetos de plástico la reparación de vasijas de cerámica resulta cada vez más rara.

A raíz de esto,  Fernwright dispone de tanto tiempo libre que se aboca a practicar un curioso juego que consiste en retraducir el título de conocidas obras literarias, a partir del absurdo trasvase literal que las computadoras de traducción realizan de las mismas; resulta que dichas máquinas oscurecen del tal modo el sentido de los títulos que dan pábulo a una reñida competencia, entre otros ciudadanos tan desencantados como nuestro protagonista, quienes se sirven de la red mundial de videófonos para llevarla a cabo.

Situado en medio de ese contexto poco se necesita para tocar fondo, y  Fernwright se da cuenta que está viviendo una existencia absurda y vacía sin solución a la vista, en ese momento justo cuando se decide a sacrificar sus ahorros para acudir a la supercomputadora Don Empleo en busca de trabajo  que realmente merezca ese nombre, ocurre la primera manifestación del Spelux  a través de la súbita aparición de una botella de plástico que flota dentro del tanque de su inodoro: un hecho ciertamente trascendental que empieza a cambiarle la vida.

La botella contiene un mensaje del Spelux  (llamado Glimmung en la novísima traducción de Julián Díaz) una criatura cuasi divina y polimórfica  que se traslada a través de la galaxia para reclutar un vasto  equipo de profesionales, humanos y no humanos ,  que se encuentren tan hastiados de la vida  que llevan como lo está el mismo Fernwright ; el caso es que dicho ser , procedente de Sirio Cinco, (también conocida en la novela  como el Planeta del Labrador)  ofrece pagarle una astronómica suma de dinero a cambio de que se una al gran proyecto de hacer resurgir una catedral llamada Gestarescala, la cual se encuentra hundida en el océano de aquel mundo.

Como era de esperar Fernwright decide abandonar aquel estado de cosas,  y se embarca en su primer viaje interplanetario, ya en la nave conoce al resto de la  troupé reclutada por Spelux, la cual incluye una variopinta fauna intergaláctica, amén del psico quinético Harper Baldwin (un personaje que preanuncia la aparición de los inerciales que sirven a Glen Runciter en la novela “Ubik”)  y de Mali Joyez, una preciosa chica humanoide con la que vive un tormentoso affaire que a raíz de la extrapolación hecha de una máquina SSA  (sub specie aeternitatis) otro de los muchos y curiosos gadgets dickianos (aconsejo al lector que frecuente otras novelas del autor, como “Ubik” u “Ojo en el cielo”, entre otras, para que se dé  un atracón con las exquisiteces tecnológicas que salen de la mente del buen Phillip).

Cuando Fernwright llega al Planeta del Labrador se entera de la existencia de una fuerza contraria que desea impedir que la catedral resurja de aquellas honduras oceánicas, y restaure el equilibrio perdido en aquel mundo tan distante de la Tierra; semejante antinomia se encuentra contenida en el Libro de las Calendas, en cuyas páginas aparecen unos textos de carácter predictivo aunque no plenamente determinantes que vaticinan el fracaso de la empresa organizada por el Spelux.

Con las cosas en ese punto, Fernwright y Mali Joyez deciden zambullirse en unas aguas repletas de entropía,  el llamado  Mare Nostrum, acción temeraria que contraría el pronóstico pesimista de la Calenda, como era de esperar este acto precipita los acontecimientos quedando el escenario servido para su corolario; por ende  las grandes fuerzas antagonistas que protagonizan el relato (el Spelux y su recién estrenado antagonista el Spelux Negro) se preparan para la lucha final que decidirá el destino de la catedral sumergida dentro del Mare Nostrum.

Novela de aprendizaje, alegoría filosófica sobre la lucha contra el destino arropada bajo el manto de una tragicómica  historia de ciencia ficción, Gestarescala es todo esto y quizá mucho más pues fluye ante el lector de una manera abigarrada y hasta tempestuosa, como un barco azotado por una tormenta, no por algo el propio Dick declaró que la escritura de esta novela significó como dar un paso más hacia el umbral de la locura que siempre rondó su existencia.

Rubén Mesías Cornejo.

Chiclayo, ( Perú) 3 de marzo de 2017.

Como recompensa por haber leido hasta aquí, ponemos a vuestra disposición el relato en pdf:

Gestarescala en pdf

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