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A Dark Song, de Liam Gavin
Esta película la descubrimos por uno de esos trailers que aparecen en reproducciones automáticas de Youtube, es decir, por mera casualidad. En él se nos descubría una intrigante historia sobrenatural con un aspecto muy similar al de la reciente Hereditary, una gran película de este año 2018 sobre la que hablaremos en otro momento.
A Dark Song resulta haberse realizado en el año 2016, pero es otra de esas grandes obras que no encuentran distribución en España, al estilo de La Posesión De Debora Logan. Al final, la hemos visto subtitulada por nuestros propios medios, y la búsqueda valió la pena, tanto por la experiencia como por tener la oportunidad de correr la voz en esta reseña.
La historia establece una premisa que parece muy manida en las historias de corte sobrenatural: una madre apesadumbrada parece estar orquestando una ceremonia para tratar de comunicarse y reconciliarse de alguna manera con el espíritu de su hijo fallecido en desconocidas circunstancias. El cuidado guión y la calidad de la dirección sobre planos y actores son los elementos que distinguen la película entre cualquier otra historia genérica sobre espiritismo.
Respecto a la trama o historia solo os diremos que, sin ser nada pretenciosa, innova de manera brutal respecto de este género. Nada va a ser lo que parece pero esta vez de verdad. Es decir, nunca antes habéis podido contemplar una vuelta de tuerca tan impresionante y a la vez tan natural de los personajes y de los acontecimientos. Por fin personas de verdad en situaciones fuera de lo común! Como no se trata de contaros la película os diremos, simplemente, que su trasfondo espiritual es del todo clásico, eso tendrá sus detractores pero, a su vez, es tranquilizador observar cómo se mantiene, aunque renovada, una tradición cultural clásica cristiana muy cercana a todos nosotros y sin necesidad de ser creyente. Allá cada cual con lo suyo.
Por otro lado, un poco hastiados de efectos especiales espectaculares, esta cinta se atreve otra vez más con lo clásico pero en esta ocasión hablamos de su puesta en escena. Son escenas sencillas, son actores, simple y llanamente, reflejando todo ese mundo espiritual sin necesidad más que de su capacidad y un poco de maquillaje y vestuario. Estamos volviendo al espíritu del teatro, o eso parece. Y eso en algunas películas es de agradecer.
Hablando de los actores, es necesario pararnos a decir algo de los personajes. Son el pilar de la peli, sus actos, intenciones y reacciones constituyen la razón de ser de toda la película, especialmente el personaje del hombre, Joseph Solomon (interpretado por Steve Oram), quien alecciona y guía a la protagonista como un auténtico gurú, sin dejar de hacer gala del pragmatismo de una persona totalmente normal que hace lo que sabe hacer por dinero y con cierto temor de las consecuencias de que pueda salir mal. Catherine Walker es la actriz que da vida a la joven y decidida madre, Sophia Howard, la cual parece dibujar al principio un personaje sin matices y algo prototípico, pero que acaba descubriéndose como una persona que no hacía otra cosa que mantenerse serena y concentrada respecto a su objetivo, y cuyas verdaderas pasiones podremos acabar viendo reflejadas de manera fidedigna según se desarrolla la trama.
Consecuentemente, la historia gira en torno a la extraña relación que se teje entre estos protagonistas, la cual se va envolviendo de atmósfera y sucesos cada vez más intrigantes, que no hacen más que aumentar el interés hacia la acertada resolución. Aunque esto, como tantas cosas en la vida, quizá sea solo cuestión de opiniones…