23 noviembre, 2024
Reseña Frankenstein por María Larralde Parte I

UNA RESEÑA DE MARÍA LARRALDE

Esta obra, Frankenstein o El moderno Prometeo tiene tantas ideas inmersas entre sus letras que en una sola reseña es casi imposible lograr extraerlas todas. Sin embargo, intentaré hacerlo ordenadamente. Desgranando cada una de ellas de forma cronológica, conforme las encuentre durante la lectura. Por tanto, comenzaré por el breve prólogo. Un prólogo que desvela en muy pocas palabras la compleja y excepcional personalidad de esta escritora. En él se inscribe su declaración de intenciones y se esconden sus verdaderas ideas. En él la autora expresa claramente su apuesta por una concepción moderna de novela, dejando de lado el romanticismo propio de su momento histórico, dado que en el primer párrafo cita a Erasmo Darwin y sus trabajos en fisiología y anatomía como base para fundamentar la trama principal de su historia. Esto significa la incorporación de una novedad, una incorporación revolucionaria de la temática científica dentro de la literatura; y, sin embargo, propone a un mismo tiempo un conjunto de temas realmente esenciales y tradicionales, a saber: el amor, la familia, la amistad, la idea de hombre moderno, la idea de ciencia, la idea de Bien, la idea de humanidad… incorporando, entretejida entre todas ellas una personal expresión de queja, o grito callado, por la injusticia a la que las mujeres son sometidas en sus relaciones sociales, sobre todo, en sus relaciones con los hombres. Este rasgo distintivo, reivindicativo, pero ahogado, de ninguna forma existía en la novela romántica y gótica. La idea de la ética de los individuos frente a la moral social es otro de los grandes temas de la obra de Shelly. Pero, personalmente, aunque esta novela se enmarca en la Ciencia Ficción, prácticamente está considerada la primera del género, incorpora este importante hilo conductor o tema central, aunque no sustantivo, de la novela de Frankenstein. Es más bien un vehículo para plantear una crítica al prototipo de hombre que predomina en la nueva sociedad. Un hombre que deja de creer en Dios para pasar a ser él mismo un pequeño y caprichoso diosecillo falto de amor por su criatura, y por sus semejantes que, por supuesto, para él no son dioses.

El segundo tema relevante es el concepto de familia como centro de la vida moral que se derrumba ante el nuevo perfil de hombre moderno; esta novela habla del amor y el odio; del abandono; de la inmadurez; de la idea de masculinidad vinculada, en la sociedad que antecede a la modernidad, con la responsabilidad, la fortaleza y la generosidad. Es una novela moralista, sé que quizás muchos lectores de la obra no compartirán esta visión, incluso, habrá quienes no vean ningún otro aspecto más que el de la Ciencia Ficción. No obstante, esta es mi perspectiva.

 Desde mi punto de vista estos temas e ideas son centrales en toda la obra. La creación del monstruo, el atentado contra las leyes de la vida, el pecado original: comer del árbol de la ciencia del bien y del mal; la ruptura con el equilibrio del Universo desde la ciencia o, más bien, desde la delirante idea de un científico concreto, al que no avalan las instituciones científicas de su época es una atractiva forma de hablar de lo verdaderamente subyacente: la falta de amor y compromiso de Víctor Frankenstein, o del moderno Prometeo hacia su criatura.  Todas estas ideas, conceptos, temáticas y revelaciones se van hilvanando, tejiendo y desvelando, a lo largo de esta obra maestra de la literatura: Frankenstein o El moderno Prometeo.

El moderno Prometeo es el verdadero título, o para que se entienda, el título verdadero de la novela. Pues es importante señalar que el nombre de “El moderno Prometeo”, por supuesto, tiene una intencionalidad directriz en el transcurso de la historia que Mary nos cuenta. Pero empecemos por el susodicho breve prólogo.

La primera declaración de intenciones de Mary Shelly consiste en explicar al lector que ella es una mujer completamente instalada en la modernidad. Avala la idea que será el motor de su historia en importantes naturalistas científicos de la época. Erasmus Darwin, el abuelo de Charles Darwin fue un naturalista que realizaba todo tipo de experimentos en los que utilizaba electricidad para animar partes de cuerpos. Por tanto, Mary, que, sin embargo, no se compromete con la posibilidad real de que estas prácticas sean verdaderamente exitosas da a entender que está al día respecto de la ciencia naturalista, la medicina, y los temas de interés científico-médicos de la época.  

Una mujer, Mary Shelley, a la que sus compañeros varones dejan sola para ir a vivir aventuras emocionantes olvidando el compromiso “informal” pactado en noches de confidencias literarias de escribir, cada uno de ellos, un cuento de terror. Lo que para ella era un compromiso excitante y lleno de posibilidades, para ellos fue un coloquio informal sin validez alguna. De hecho, Mary lo dice explícitamente en el prólogo a su Frankenstein. Un prólogo que tiene mucha enjundia que desbrozar. Porque, como digo, Mary se toma muy en serio ese coloquio de sus noches de asueto, hasta el punto de ser la única de los participantes que de manera inmediata escriba su relato de terror. La forma en la que ella expone ante el público el hecho de que fue “abandonada” por sus compañeros varones da buena muestra de lo que una mujer, por muy letrada que fuera, soportaba en aquella época. Ellos se iban de aventuras, ella se quedaba en casa. Y, sin embargo, no hay una recriminación explícita, pero sí una reivindicación inmersa en toda la obra pues en esta novela cada una de las mujeres que aparecen en escena viven la misma suerte que la escritora. No digo que se identifique en ellas, pero sí tiene una evidente intencionalidad que, además, es muy evidente pues exaspera, a cualquier lector atento, esa falta de acción en los personajes femeninos más propia de la novela romántica, así como la extrema candidez de todos los personajes masculinos, excepto el personaje de Víctor.

Los personajes masculinos, adelanto que el único que actúa en sentido estricto, es decir, que tiene intencionalidad en cada uno de sus actos es Víctor Frankenstein. Los personajes femeninos son más bien contemplativos, aunque en muchas ocasiones nada o poco sabemos de ellos. La gran excepción de esta relativa reiteración son los personajes femeninos de la familia que “el Monstruo” acecha al escapar. Estos son realmente activos más allá de expresar emociones en relación con las circunstancias vividas.

Pero siguiendo con el prólogo Mary Shelly, la autora hace una declaración de intenciones que la salva de la posible quema, es decir, de la más que probable censura, pues argumenta que, a pesar de que su novela plantea novedades científicas, es eminentemente una novela de ficción en la que se muestran bondades morales: cariño familiar y la excelencia de la virtud universal. Como toda escritora revolucionaria, pero conocedora de su tiempo, es decir, de la época que le tocó vivir, Mary está mintiendo descabelladamente. Su novela muestra, al contrario de lo que dice en el prólogo, los vicios de la familia y el egoísmo narcisista e individual del hombre moderno. Pero aclara, además, que sus opiniones personales no coinciden necesariamente con los de su protagonista, es decir, con Frankenstein. Evidentemente un escritor no se identifica con sus personajes, sino que estos son creados como una forma de mostrar una realidad objetivamente existente y, en este sentido mantengo que, en este caso, el prototipo del personaje central corresponde a un hombre en extremo narcisista y de personalidad psicopática, por lo tanto, fue necesario que la autora aclarara este punto. Así es: estamos ante una novela que muestra a un monstruo verdaderamente desalmado y este no es otro que Víctor Frankenstein. Además, argumentaré durante este análisis que “el Monstruo creado” no es en ningún momento un malvado, a pesar de matar directamente, con sus manos, a una gran cantidad de personas y destruir la vida de otras tantas, incluido el protagonista.

Utilizo el término psicópata-narcisista y lo igualo a malvado y desalmado, porque creo que en la actualidad todo el mundo, o casi todo el mundo, entiende a qué me refiero al tildar a una persona de tener ese tipo de personalidad. Sin embargo, el perfil de Víctor es complejo y revela muchas más líneas de conducta que no se aprecian con esos epítetos morales. Pero, aún hay más, Mary expresa, además, que no se le debe vincular con lo que en la novela se va a ir infiriendo respecto de las ideas filosóficas que se exponen. Parece mentira ¿no? Que un escritor necesite explicar que en una novela no está exponiendo sus propias ideas filosóficas, morales y éticas. Pero esto es otra treta de la autora para evitar ser censurada. Así, como lo estáis leyendo. Por tanto, es totalmente normal que, ante el grave riesgo para su situación personal, que dicho sea de paso nunca fue demasiado buena por su relación de pareja, se viera obligada a expresar estas puntualizaciones y curarse en salud, como se suele decir.

Un detalle importante es la vinculación espacial de la novela a Ginebra. El mismo lugar donde ella y sus queridos amigos conversaron informalmente sobre escribir un cuento de terror. Eso fue en 1816. Pero, como pasará a lo largo de toda la novela de su Moderno Prometeo, las mujeres, como ella, son abandonadas por los amigos, hermanos, maridos o prometidos debido a su ansia de gloria, aventuras y necesidad de experiencias excitantes en la vida, dejando a las mujeres olvidadas en sus recuerdos como criaturas entrañables, pero atadas a costumbres y a una vida familiar aburrida o, al menos, de un sosiego sospechosamente poco atractivo para su afán varonil. Repito esta idea porque es una de las más importantes de la novela. Estas son las palabras de Mary Shelly:

“Otros dos amigos (cualquier relato de la pluma de uno de ellos resultaría bastante más grato para el lector que nada de lo que yo jamás pueda aspirar a crear) y yo nos comprometimos a escribir un cuento cada uno, basado en algún acontecimiento sobrenatural.
Sin embargo, el tiempo de repente mejoró, y mis dos amigos partieron de viaje hacia los Alpes donde olvidaron, en aquellos magníficos parajes, cualquier recuerdo de sus espectrales visiones. El relato que sigue es el único que se terminó.”

Sus palabras no dejan lugar a dudas.

¿Por qué una novela epistolar?

Comienzo por presentar la obra en su formato estructural. La novela epistolar, como se puede considerar esta obra. Es la elección que tuvo a bien elegir esta autora. ¿Por qué? ¿Por qué dentro de todos los posibles modelos que una obra puede tener, Mary Shelly eligió escribir una novela epistolar? Voy a intentar argumentar los posibles motivos:

1º El comienzo de la obra muestra, como he comentado antes, a un hombre que “apacigua a su querida hermana” desde la lejanía, desde la distancia. Esto no podría mostrarse con toda su fuerza si no se tratara de una carta que revela la situación. Él, seguro de sí mismo, ella sin voz ni voto, esperando noticias, sola o, al menos, sin la compañía de su bienamado hermano. Intuimos que estará preocupada, estará ansiosa esperando saber si su hermano está bien o si ha sufrido algún percance… Pero es lo de menos, lo importante, lo realmente relevante es lo que el narrador cuenta a su hermana. Ella es mostrada como una mujer pasiva, comprensiva, paciente… aunque molesta. Él es un hombre aventurero, obligado a apaciguar la incomprensión de la mujer a la que abandona… Sin sentimiento real de culpa. Un joven narcisista y poco empático al principio.  ¿Estereotipos? No, realidades. Realidades que en el mismo prólogo Mary Shelly está confesando como vividas en sus propias carnes. No estoy diciendo que este sea su caso, sino que ella como mujer de ese tiempo conoce este tipo de personalidades bastante bien. Dejémoslo ahí. Sin embargo, cuando un escritor incorpora un tipo de personalidad en el protagonista de una novela tan crítica como es Frankenstein no es por un simple juego psicológico, es más bien una forma de plasmar una realidad social, humana, ética y moral.

Novela, el inicio: Roger Walton:

 “Te alegrarás de saber que ningún percance ha acompañado el comienzo de la empresa que tú contemplabas con tan malos presagios. Llegué aquí ayer, y mi primera obligación es tranquilizar a mi querida hermana sobre mi bienestar y comunicarle mi creciente confianza en el éxito de mi empresa.

¿Qué más se puede añadir? Magistral, se podría hacer todo un artículo sobre la relación familiar y hombre-mujer que hay detrás de este comienzo de carta… y de novela.

2º Al ser una novela epistolar la narración se personaliza. Conocemos al narrador y sus circunstancias. En esta novela el narrador es un personaje más, incluso podríamos llegar a decir que es un alter ego de Frankenstein. Conocemos su vida, sus emociones e ilusiones, sus pretensiones. No es un narrador frio, omnisciente, desconocido y externo. En este sentido El Moderno Prometeo es una novela compuesta por varios relatos, pues tiene más de una historia inmersa en una sola obra. Pero, aunque hay más de una historia, estas confluyen. Son dos historias principales que, aunque similares, son diferentes incluso en sus consecuencias o finales.

3º La novela, por su formato epistolar, añade tensión a la trama. No solamente sabemos lo que siente Víctor, sino que conocemos lo que siente el narrador al escuchar el relato que Víctor le cuenta y que él a su vez transcribe a su hermana. Posteriormente en forma de diario. Una doble experiencia emocional. Aunque todo se ha de decir: el narrador es un personaje muy parecido a Víctor, pero menos inhumano y perverso. Más adelante analizaré la relación de ambos personajes masculinos que son una variante del mismo tipo de persona.

4º Sigo interpretando la novela como epistolar cuando pasa a ser un diario ya que este va dirigido a establecer un monólogo de las experiencias del excitante recién llegado a su barco, para que su “hermana lo lea alguna vez”. Incluyendo cuando cambia la voz del narrador a la primera persona de Víctor Frankenstein o de “el Monstruo”.

¿Por qué el título de Frankenstein o El Moderno Prometeo?

No soy quisquillosa es que creo que la autora lo pensó todo al milímetro. El título es grandioso en sí mismo, pero tan calculado, tan preciso, tan adecuado a la obra que estoy segura de que fue decidido tras escribir la novela y no antes o, al menos, durante el transcurso de la escritura de esta. No sé si es algo conocido o no, porque parto en este sentido de mi impresión. Analicemos el título. Frankenstein es un apellido alemán. Literalmente significa “la piedra de Frank”, siendo Frank un sustantivo (Los francos), es decir, la tribu de los francos, una tribu germana occidental. Significa pues “La piedra de los francos”. Aunque tiene una segunda lectura como “piedra libre”.  Existe, además, un castillo en Alemania que lleva este nombre: Frankenstein, construido en el sigo XIII en los montes Odenwal.  Hay toda una leyenda basada en hechos reales por lo que la novela de Frankenstein no es solo una invención de la escritora: en ese castillo un alquimista llamado Johann Conrad Dippel, que vivió allí de verdad, se dedicó a realizar prácticas cruentas con cadáveres, de forma que intentaba transferir el alma de un cadáver a otro. Lo que sí está contrastado es que Dippel descubrió un aceite que se empleó después como antiséptico y que lleva su nombre “Aceite de Dippel”. Este señor, con sus experimentos, llegó a hacer explotar una torre del castillo Frankenstein por lo que acabó siendo expulsado de allí.

La cuestión es que Mary Shelly paseó cerca de aquel castillo en 1814, aunque no se conoce que lo visitara. Pero, además, en su prólogo explica que los experimentos que se relatan en su novela, según Erasmus Darwin y otros científicos alemanes, son dados como “posibles”. Aquí os dejo esta cita de la Wikipedia al respecto, es decir, no hay que ir muy lejos para encontrar esta información:

“Se dice que, en 1814, de camino al lago Ginebra (lago Lemán), Mary, su hermanastra Claire Clairmont y Percy Bysshe Shelley visitaron el Castillo de Frankenstein. El historiador Radu Florescu compara la trayectoria vital de Dippel con la del protagonista de Frankenstein confirmando vehementemente que haya sido la inspiración para crear el personaje. Entre los argumentos, apunta el prestigio que la Alquimia poseía en la época en que vivió, y que Dippel afirmaba poseer la clave para el “principio vital” que le permitiría crear vida a partir de materia inanimada. Además, fue expulsado de la Universidad de Giessen por contraponerse a la autoridad de sus profesores esgrimiendo la autoridad de filósofos alquimistas como Paracelsus. Su vida errante le llevó por buena parte del norte de Europa y los países escandinavos, donde pudo sobrevivir e incluso ser invitado a las cortes reales gracias a la fama que logró alcanzar como fabricante de oro, aunque en realidad nunca lo haya fabricado realmente. Al final de su existencia intentó comprar el Castillo de los Frankenstein dando a cambio de la propiedad una fórmula de la Piedra Filosofal, pero el negocio no llegó a concluirse”. (1)

(1) Encyclopædia Britannica, Dictionary, Arts, Sciences, and General Literature. 9th edition, American Reprint. 1891. Maxwell Sommerville (Philadelphia). Volume VII. p. 222. Este artículo incorpora texto de la edición de 1907 de la Enciclopedia Nuttal de dominio público. Florescu, Radu (1975): In Search of Frankenstein. Warner Books, Nueva York. Cap. IV: Castle Frankenstein and the Alchemist Dippel.

Johann Conrad Dippel

Bien, el nombre Frankenstein tiene su motivación, incluida la leyenda del alquimista nacido en el castillo, el paralelismo con la vida del protagonista es evidente y Mary Shelly conocía esta leyenda. Pero ¿el Moderno Prometeo? Desde mi punto de vista este es el verdadero título de la obra, el que le da significado trascendente a toda la novela. Sin embargo, no es el mito de Prometeo sino del Moderno Prometeo. Comenzaré entonces por decir que Víctor es el personaje al que podemos identificar con Prometeo. Eso es evidente por sí mismo. Sin embargo, hay algo completamente diferente al mito de Prometeo en Frankenstein. Víctor Frankenstein es un Prometeo invertido, opuesto al clásico del mito, un Prometeo puesto del revés. Es un Prometeo impotente. No solo es impotente en su “creación” del hombre componiéndolo de partes muertas, de trozos de otros humanos. Es, además, incapaz de darle lo que el Prometeo clásico sí dio a los hombres: sabiduría, conocimiento del tiempo, de los números, del alfabeto; conocimiento sobre la domesticación de animales, la navegación, la medicina, la industria de metales, la ciencia de los presagios, las artes. Frankenstein no es capaz de darle nada más que la vida, pero no lo trata como un verdadero padre o creador, lo abandona inmediatamente. También es un hombre impotente en su propia vida: incapaz de comprometerse con su amada; de serle fiel, de cuidarla como debe; Víctor es un fraude como hijo, sin compasión real por su padre y hermanos, un cobarde disfrazado de cauto; es un hombre ególatra hasta el vómito, incapaz de hacerse responsable de las muertes que, por su propia responsabilidad ha causado, abandonando a su suerte a todos sus seres queridos; huye de los compromisos para con su familia de origen, y también para casarse y formar su propia familia. Debo remarcar que es un impotente joven narcisista e inmaduro que se dedica a ser Dios. Un Dios que no puede hacerse cargo de su “criatura”. Es el prototipo del hombre moderno: un hombre sin valores.

 El fuego del Prometeo clásico, que ayudaría a los hombres a dominar las artes y que este robó a los Dioses en favor de sus protegidos, no aparece en Frankenstein. Nunca ha tenido la intención de arriesgarse por su criatura, ni por su familia ni amigos. Nunca. De todas las situaciones trágicas que él mismo provoca sale airoso dejando un reguero de víctimas a sus espaldas. En otro momento explicaré cómo colaboran los demás para que el éxito de este “fraude andante” sea posible. Sin embargo, al contrario, de nuevo, que el verdadero Prometeo, que es ajusticiado por Zeus y que arriesga todo por los hombres, que son sus criaturas, Víctor Frankenstein se dedica a culpar a su propia criatura abandonada de todos sus males; sin asumir ni por un segundo su responsabilidad; sin aceptar su debilidad, sin ser capaz de ver su propia cobardía, su falta de valores, su incapacidad de amar. El moderno Prometeo es un fraude. Un fraude completo, total y absoluto. Es el verdadero monstruo: no es el titán capaz de engañar y de arriesgarse por el bien de sus criaturas; es el débil cobarde incapaz de arriesgar nada, pero capaz eso sí, de mentir, manipular y retorcer la realidad para salvar su propio culo de niño malcriado y pueril. Vamos que, hoy en día, viviría de la política e incluso sería presidente de España.

Víctor también ha desencadenado males en el mundo. En este caso los asesinatos que directamente acomete su “criatura” sobre sus familiares, tanto directa como indirectamente. De esta forma él mismo desata el mal en su mundo, y sabe que si el monstruo consigue vivir y procrear podría desatar males mayores. Como sabrá el lector, en Prometeo, la caja de los males es abierta por su hermano que se casa con Pandora. En el caso de Víctor, él se casa con su prima a la que no ama en absoluto.

Además, hay un rasgo increíblemente divergente en Víctor respecto de Prometeo. Aunque ambos callan su crimen, Prometeo es castigado pues, en realidad, es descubierto, y su castigo es eterno. Víctor calla su crimen, no es descubierto, no es condenado más que por sí mismo, cosa que puede parecer igualmente una penitencia eterna, sin embargo, es puro psicologismo barato: un engaño. En realidad ¿por qué persigue al monstruo? ¿Para acabar con él y librar al mundo de una posible maldad? No. Eso es lo que parece. Lo persigue porque no lo conoce: si lo conociera sabría que su única intención era vengarse de su creador por haber sido tan mal padre, por abandonarlo a una vida de horror, de soledad y de miseria. Su objetivo no es, en ningún momento, dañar a la humanidad. Pero Víctor no lo sabe. Solo desea que nadie conozca su secreto, no quiere ser descubierto. Prefiere morir a que se desvele su insidioso crimen. Un rasgo propio de la persona malvada.

El papel de Hércules que, en Prometeo es liberador, en la historia de Shelly podría ser el de Walton que lo libera mediante el acto de confesión, por primera y única vez, en la vida de Frankenstein. Sin embargo, lo que está claro es que Prometeo representa valor, inteligencia y capacidad de comprender, destreza, compromiso con sus criaturas hasta verse descubierto y añadiremos que tiene la voluntad de someter a la propia naturaleza con el objetivo de que los hombres vivan mejor. Aunque en este mito ya vemos las consecuencias de sobrepasar ciertos límites porque, ni siquiera un Titán puede controlar todos los conocimientos, ni todos los fenómenos y, mucho menos, las consecuencias que tiene romper ciertas normas en el mundo. Pero, eso sí, Frankenstein ni por asomo se plantea que romper las normas sociales (véase la incapacidad para someterse a las normas de la propia universidad) o las normas de la naturaleza pueda tener consecuencias graves pues todo lo opaca su deseo de gloria: su narcisismo total y absoluto. Repito Frankenstein no actúa en ningún momento por el bien de la humanidad.

Por todo lo expuesto, El moderno Prometeo es el verdadero título de la novela. Y, por serlo, es importante remarcar que nada en esta novela es gratuito pues desde el título hasta el momento del punto final, todo tiene una intención largamente sopesada dentro del conjunto.

¿Por qué dos historias en una? ¿Por qué dos novelas en una? Una novela de múltiples protagonistas o novela coral: Robert Walton como primer narrador; Víctor Frankenstein; el Monstruo.

 ¿Por qué quién cuenta la historia no es Víctor Frankenstein directamente desde el principio? En la novela se da la paradoja de que hay más de un narrador, sin embargo, todos los narradores fluyen a través de la pluma de Walton.

…Me dijo entonces que empezaría su narración al día siguiente, cuando yo estuviera más libre. Esta promesa provocó mi más profundo agradecimiento. Me he propuesto escribir cada noche, cuando no esté ocupado, lo que me haya contado durante el día, empleando en lo posible sus propias palabras. De estarlo, al menos tomaré algunas notas. Sin duda este manuscrito te proporcionará gran placer. ¡Y con qué interés y simpatía lo leeré yo algún día en el futuro! ¡Yo, que lo conozco y que lo oigo de sus propios labios!

Estas son las impresiones que yo he concluido:

  1. El primer narrador, Robert Walton, es un hombre joven con las mismas cualidades de personalidad, intereses e inclinaciones de personalidad que Víctor. Lo cual añade peso a la idea de que los hombres (como ellos) modernos son en gran medida similares, es decir, autocomplacientes, ególatras, impotentes, evasivos, triviales, narcisistas… desalmados. Ambos son el mismo prototipo, aunque el grado de maldad es muy diferente. Uno y otro se identifican, aunque no en los hechos en sí mismos, sí en sus aspiraciones: ambos quieren ser lo que no son. Quieren demostrar que son grandes hombres cuando en verdad son increíblemente fútiles. De hecho, en su encuentro, Víctor se identifica con R. Walton rápidamente, y le dice que le contará su propia historia casi más como consejo, que como forma de expiar su culpa. En la carta número 2 de Walton a su hermana Margaret: incluye estos comentarios que indican cuál egocéntrico y superior se siente al resto de los hombres:

…estoy ocupado en reunir la tripulación; los que ya he contratado parecen hombres en quienes puedo confiar e indudablemente están dotados de invencible valor…este vacío me acucia ahora de manera terrible. No tengo amigo alguno, Margaret. Añoro la compañía de un hombre que pudiera compenetrarse conmigo, cuya mirada respondiera a la mía… Mi lugarteniente, por ejemplo, es un hombre de enorme valor e iniciativa, empecinado en su afán de gloria. Es inglés, y, aunque lleno de prejuicios nacionales y profesionales, jamás limados por la educación, retiene algunas de las más preciosas cualidades humanas… El capitán es una persona de excelente disposición y muy querido en el barco por su amabilidad y flexibilidad en la disciplina. Tanta es la bondad de su naturaleza, que no quiere calar (deporte favorito aquí) casi la única diversión, porque no soporta derramar sangre.

No me atrevo a esperar tal éxito, y no obstante no puedo soportar la idea del fracaso.

Pero nadie le vale, porque nadie sentirá o siente como él. ¡Él es especial!!

  1. Idea uno: dos historias que coinciden en el prototipo masculino de hombre moderno.
  2. En ambos casos, tanto Frankenstein como Walton, tratan de igual manera a sus queridas y amadas mujeres a las que abandonan por un ideal. Dos hombres que abandonan la vida familiar por un proyecto idealizado que implicará, supuestamente, su gloria. Reforzándose doblemente la misma trayectoria vital. Son vidas paralelas, casi iguales, aunque con consecuencias muy diferentes por el contenido de la propia actividad. Mientras uno quiere descubrir una ruta hacia el Polo Norte, el otro quería descubrir el secreto de la vida. Víctor es mucho más retorcido, desde luego, pero la admiración que desata en Walton bien merece que se plantee como recurso literario.

Walton comienza a sentir una admiración e, incluso, amor “fraternal” por Víctor sin conocerlo. Simplemente porque le parece alguien de su mismo nivel y propósitos intelectuales:

…Por mi parte, empiezo a quererlo como a un hermano, y su constante y profundo pesar me llena de piedad y simpatía. Debe haber sido una persona muy noble en otros tiempos, ya que, deshecho como está ahora, sigue siendo tan interesante y amable. Te decía en una de mis cartas, querida Margaret, que no hallaría ningún amigo en el vasto océano, pero he encontrado un hombre a quien, antes de que la desgracia quebrara su espíritu, me hubiera gustado tener por hermano.

  1. Idea dos: el hombre moderno incapaz de comprometerse con la vida familiar; es el fin de la familia tradicional con todos sus valores.
  2. La concepción de un mundo que está cambiando debido al conocimiento científico y que este cambio puede no estar bien calculado o medido: el árbol de la ciencia del bien y del mal. Subyace durante toda la novela en ambas historias. Jugar a ser dioses.
    1. Idea tres: el mundo moderno con su cientificismo puede engendrar monstruosas consecuencias.
  3. Es una crítica al idealismo. Rotundamente creo que Mary está proponiendo el idealismo como una bomba de destrucción masiva en la vida social y personal. Como así puede llegar a ser en realidad.

Texto:  Víctor Frankenstein: “Así pues, mis sueños no se veían turbados por la realidad, y me lancé con enorme diligencia a la búsqueda de la piedra filosofal y el elixir de la vida. Pero era esto último lo que recibía mi más completa atención: la riqueza era un objetivo inferior; pero ¡qué fama rodearía al descubrimiento si yo pudiera eliminar de la humanidad toda enfermedad y hacer invulnerables a los hombres a todo salvo a la muerte violenta!” ¿Qué persona en su sano juicio pretende tales cosas? Exacto, este tipo es un loco peligroso (al estilo de Hitler, vamos)


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