22 noviembre, 2024
cartel escuadrón suicida

Elmer Ruddenskjrik y María Larralde entran en escena después de que el telón se levantara con lentitud al son de unos estruendosos aplausos. Una mesa de madera y dos sencillas sillas, enfrentadas al público tras ella, es cuanto se descubre en el escenario, iluminado por un solo y potente foco central, proyectado justo desde encima. Ambos toman asiento, primero María, en la silla hacia la derecha respecto al público, Ruddenskjrik en la izquierda (no sin antes tropezar con sus propios pies contra las patas de la silla al retirarla un poco). Tras unos minutos de silencio en que nadie parece tener ganas de decir nada, Elmer se arranca a hablar.

—Diría, para empezar, que las expectativas con esta película, y las suspicacias también, eran muchas desde el anuncio de la mera idea de hacer una peli con supervillanos como protagonistas forzosos, sobre todo por la aparición de una nueva versión del Joker… —se detiene un momento a rascarse la cabeza. Sus movimientos parecen de primate apenas amaestrado—. Los trailers, además, parecían presentar una película gamberrilla con un estilo más agresivo y desenfadado que la línea general de las ultimas entregas del cine sobre el universo de DC, como “El hombre de acero” y “Batman contra Superman”…

Como si alguien hubiera pulsado un interruptor en su espalda, María Larralde le interrumpe con decisión.

—A mí nunca me gustaron las películas de superhéroes, solían aburrirme ya desde pequeña y me gustaban “los malos” mucho más que el héroe de turno en todas ellas sin que haya, de momento, una sola excepción —se para un momento, dudosa, mirando a Elmer como si fuera a decir algo ofensivo—. Superman, ya que lo mencionas, era y es, para mí, el icono de la vacuidad hecho hombre-héroe sin interés ninguno como personaje, y las últimas entregas del universo MARVEL se me desvelaron como películas cuyo aparataje tecnológico, diseño y montaje eran brillantes pero cuyos guiones moralmente saturados, largos y tediosos, llenos de constantes alusiones al pasado personal dramático del personaje, hacían que el ritmo de la cinta aburriera al más pintado. Supongo que hay personas que discrepan completamente de esta opinión, sin embargo no es la polémica lo que me incita a comenzar desde este punto la reseña sobre esta película sino la confrontación como película de superhéroes en sí misma.

María se calla de golpe, con las manos unidas en un puño de dedos entrelazados sobre la mesa y mira con fijeza a Elmer, quien parece de pronto intimidado. Ella estira los dedos de ambas manos y enarca las cejas, como preguntándole “¿qué pasa?”.

—Bueno, precisamente, yo iba a decir que ésta es una película que escapa un poco de la tónica general de las últimas grandes producciones: liarse durante hora u hora y media a desarrollar argumentos o a presentarnos personajes con una meticulosidad que no suele ser proporcional a la profundidad ni de la trama ni de las psiques desarrolladas —acaba explicando en voz alta, como si viniera ganando confianza en sí mismo con cada nueva palabra dicha—.  Esta película hace lo contrario a la mayoría del cine actual de superhéroes, y sienta muy bien tanto para el que la ve como para la conducta que se les supone a los villanos que la protagonizan: nadie está para gilipolleces.

—Sí, y eso me sorprendió gratamente porque ya desde el principio el ritmo y el planteamiento son distintos. Los personajes son presentados uno a uno y sin embargo, es un proceso dinámico e incluso corto. A un tiempo comienza la trama de la película, y uno sabe que Amanda Waller, la va a liar parda. Un personaje contundente y rotundo cuya actriz (Viola Davis) representa muy bien la actitud de mando y el ejercicio del poder, la manipulación y la capacidad para crear una “necesidad” sobre su proyecto que parece una obsesión personal más que una necesidad nacional: El Escuadrón Suicida.

A Elmer parecen iluminársele los ojillos, oscuros bajo el ceño de sombra que la luz vertical arroja sobre ambos, y aprovecha para intervenir.

—El de Amanda Waller es un personaje duro y decidido, bastante atípico a lo visto en cine. No es una mujer atractiva, ni parece dura, ni peligrosa, pero es todo eso y mucho más, a mi juicio, con ese carácter decidido y su espíritu expeditivo: hay una escena en concreto, muy rápida, que refleja a la perfección quién es este personaje, su naturaleza, quiero decir, y que me ha parecido de las mejores de la película —termina sonriendo, casi como si fuera a ponerse a babear de placer. Tras una pausa en la que descubre que María le está mirando con turbación, continúa:—. La premisa es que esta burócrata sin escrúpulos quiere formar este equipo secreto para eventualidades especiales usando a los criminales más raros y peligrosos que tienen enjaulados, y tan pronto como se explica eso mismo, y de manera ininterrumpida, se presentan uno por uno, y con breves flashbacks, a los personajes, destellos de su forma de ser y capacidades, claro. Con esta secuencia ya podemos disfrutar de una de las mejores cosas: una banda sonora llena de canciones de rock y pop licenciadas, y que se mantendrá en el montaje hasta el final.

—Partiendo de esta premisa —volvió a interrumpir María con ansia, como incapaz de contenerse—, debo decir que TODOS los actores, sin excepción, me han gustado mucho. Parece ser que hacer de malo es “algo bueno” para la interpretación. Los matices en las personalidades se afinan en mayor medida que cuando veo a esos superhéroes medio autistas y sin emociones que nos plantan en las pelis.

Elmer frunce el ceño al escuchar a María. Es evidente que no piensa igual, pero parece decidido a evitar la confrontación, por lo siguiente que dice.

—¡Sí, sí! Sin embargo, yo creo que los personajes aquí no reciben la atención de otras producciones, y eso puede desconcertar a algunos, pero, reconozcámoslo, al final, siempre se trata con estereotipos, y esta película lo que hace es simplemente asumirlo y no pretender hacerte creer otra cosa (como sí que parece que quiere “Batman contra Superman”, por ejemplo, con su tono de drama épico).

Elmer mira a María, que tiene toda la cara de discrepar en esta ocasión.

—Destacaría la actuación de Joel Kinnaman como Rig Flag, ese militar bajo las órdenes de Waller que muestra gran cantidad de procesos psicológicos en poco tiempo, que asume órdenes sin rechistar pero que sabe diferenciar el momento de tirar la toalla. Enamorado pero racional. Sin dramatismos excesivos —Elmer se encoge de hombros y asiente, como diciendo “pos lo que yo digo”—. Otro personaje para mí realmente  interesante es Jay Hernández como El Diablo, un villano por obligación, que pierde el control, con pasado turbio de verdad. Me gustó cómo el actor consiguió mostrar el estado depresivo, apático y reticente del personaje. Y por supuesto, Margot Robbie lleva el peso de la trama de acción y es un personaje que, aunque con demasiada iniciativa personal (creo que lo suyo hubiera sido darle un toque mayor de sumisión y control mental por  parte del Joker), me agradó tanto por lo ajustado de la interpretación, la credibilidad del personaje y el punto humorístico que dio a la película, que era menos forzado que el de Deadshot (Will Smith).

Ruddenskjrik, que parecía llevar un rato con ganas de volver a intervenir, ve en la breve pausa de María su ocasión y empieza a hablar, levantando una mano y todo, como si estuviera en el colegio.

—Sobre Harley Quinn, la gran protagonista de la peli (por tiempo en pantalla, más que nada) yo diría que es tan risueña y peligrosa como se esperaba. Es un personaje que de primeras parece irritante (ella misma lo anuncia, incluso) pero que enseguida se descubre como uno de los más desenfadados y contundentes en las peleas, lo que hace que se vuelva con mucha facilidad el favorito de cualquiera. También con algunos flashbacks se descubre el abuso a que es sometida en su encarcelamiento, además de por parte del Joker y sus retorcidos juegos de prueba de voluntad. A mí no me parece que sus actos en solitario describan una falta de control por parte del Joker… De hecho, la actitud de Harley en la película es de alguien que o se cree invulnerable o no siente el peligro, lo que además creo que es lo que le otorga su letalidad, impropia para una persona de su peso y cualidades físicas: es como si se sintiera capaz de todo porque no ve el peligro en nada, como si fuera en realidad la muñeca despersonalizada que el Joker ha pretendido hacer de ella —Elmer se detiene un momento, como pensándose si seguir hablando—. En cambio, lo que sí que no trago es por la idea de volver a Deadshot (un supuesto asesino a sueldo y sociópata) un cariñoso padre que se ve chantajeado con sus emociones y derrotado por las palabras de su hija al ir a enfrentarse al mismísimo Batman. Para no variar, la vida (real) de hombre de familia de Will Smith nos contamina otra película, y es más grave aún, porque en esta clase de historia y con esta clase de personaje, creo que chirría más que unos engranajes triangulares…

María Larralde abre mucho los ojos y niega con la cabeza con lentitud, mientras espera la ocasión de rebatir.

—No, no, Will Smith estuvo más que pasable para el personaje que interpreta, me pareció un villano cuya historia personal, de alargarse más, hubiera quedado ñoña pero que se supo ajustar al tiempo que la película podía soportar estas pequeñas incursiones dramáticas. Él es un tipo que interpreta casi todo bien, sus gestos y personalidades naturales le ayudan bastante compensando su falta de interpretación creativa en este tipo de personajes fuertes, físicamente portentosos, aguerridos y con dotes de mando.

—Bueno, ¿y qué hay del esperado y polémico Joker? —parece desestimar Ruddenskjrik, pasando automáticamente a otro tema—. Una versión del personaje que ya recibió toda clase de palos por su extremo cambio de imagen respecto a anteriores películas y versiones en animación y cómics. Para mí el Joker tiene un problema claro en esta película: sale muy poco. Tiene escenas muy cortas y que poco tienen que ver con la trama principal, pero precisamente su floja línea argumental, envolviendo a Harley Quinn, ha sido la parte del largometraje que más me ha interesado.

—Creo que es una pena porque Jared Leto se lo curra mucho —añade María, mirando a Elmer con una media sonrisa algo sádica—, pero su extravagancia, su excentricidad, excesivas para mi gusto, lo hacían casi un imposibilitado mental. Creo que el aspecto también restó contundencia al personaje haciéndolo más excéntrico gestualmente pero menos estéticamente, con ese porte de gánster).

—Su imagen elegante (aunque sea de manera irónica) me recuerda más a las versiones clásicas, como la de la peli de Tim Burton o de la serie de animación que él mismo produjo, y sus estilismos de años 50… —La voz de Elmer va cayendo en volumen hasta que se silencia al final de sus palabras, quizá considerando (y hace bien) su criterio o gusto fallido de base. Aunque esa sensación no basta para callarle—. El actor, además, hace una versión del Joker que parece más distraída de lo habitual, sin por ello dejar de ser intenso, y a veces como contenido apenas. Da la impresión de ser alguien bajo el influjo de fuertes medicamentos, o que de hecho los necesitaría, y ambas ideas siguen resultando bastante inquietantes. Creo que no es el Joker que nadie se esperaba, de hecho se ríe y bromea bastante poco, pero tampoco lo fue el de “El Caballero Oscuro”, y como ese, éste, a mí, me ha encantado.

María Larralde se sonríe mientras se mira las manos entrelazadas con paciencia sobre la mesa. Estira de nuevo todos los dedos, un momento, antes de arrancarse a replicar.

— Según parece este actor le dedicó muchísimo tiempo al personaje, pero creo que se excedió pareciendo tan loco que no parece que pueda organizar absolutamente nada de lo que organiza durante la película. Le veo más bien cazando gamusinos o moscas en un cementerio al alba que siendo capaz de organizar todo un escuadrón de rescate en una cárcel de altísima seguridad. Algo de maldad planificada y fría le habría dado ese toque de inteligencia malvada que necesita el personaje para ser “perfecto”. ¿Acaso eso sea cosa del guión? Y el “zezeo” del habla le hacía parecer tontorrón, no loco… ni siquiera aunque se justifique por la dentadura que lleva a modo de  “papa gipsy”, que tampoco le daba peor aspecto. Ni siquiera me convenció el maquillaje. Pero acepto que el actor en sí, lo que hace, lo hace bien —asevera, alzando las manos y encogiéndose de hombros, como lamentando el trabajo baldío del actor. Con mayor entusiasmo, añade:—. Los demás me gustaron todos en mayor o menor medida. Ya digo que cada uno en su personaje me ha gustado. A resaltar también el personaje de Katana (guardaespaldas de Flag) cuyo arte luchando fue hermoso visualmente, como suelen ser este tipo de actuaciones.—Hace una pequeña pausa para coger aire antes de continuar, esbozando una sonrisa torcida—. Peor personaje, para mi gusto, Batman. Siento que no es Batman y además parece un tipo gordo enfundado en un traje que le viene pequeño y que está al borde de la depresión (ojo, eso lo intuyo porque lleva barba de tres días), además de presentarse, como siempre, impávido, frío y sin emoción ninguna; casi debería dedicarse más a partiditas de póker que a limpiar la ciudad de villanos.

—Respecto a eso no discutiré, porque Batman aún está más desaprovechado que el Joker… Mientras que en “Batman contra Superman” me parecía lo mejor de la peli (obviando sus motivaciones, absurdas y hasta penosas), aquí es que apenas habla y ni hace más que ser un manchurrón negro en la pantalla. Se vuelve una circunstancia, el medio por el que algunos de los protas acabaron encerrados… y nada más. La verdad, que no se comprende… —termina Elmer, sacudiendo la cabeza y encogiéndose de hombros.

Tras un instante de silencio, en el que ambos se miran como sin saber qué más decir, María Larralde toma de nuevo las riendas.

—La historia es sencilla y circular. Está planteada muy bien porque es la típica trama de cómic y eso me gustó. En cualquier otro tipo de película hubiera quedado tonto, pero aquí era hasta gracioso ver cómo quien quería resolver un posible problema fue quién lo creó.

—El argumento no es especialmente imaginativo —se anima a intervenir Elmer, interrumpiéndola y logrando con ello una fugaz y airada mirada por su parte—, y hasta se vuelve previsible, pero no tiene mayor importancia, todo ocurre rápido y bonito, con escenas de acción bien rodadas y efectos visuales bastante resultones, que aunque no pretenden ser tan espectaculares como los de otras películas, quedan mucho mejor por su apariencia de verosimilitud (es un decir general, porque se ven algunas cosas bastante flipadas, también). Me sorprendió la intensidad del final, con esa gran pelea que ya me esperaba que se resolviera sólo con efectos especiales y que resultó ser un mano a mano entre los miembros del escuadrón y el supervillano al que se enfrentan, una batalla más física que otra cosa, en la que ya te da igual quién gane porque sólo con verla ya disfrutas… Bueno, al menos así lo viví yo.

—Me gustó la acción, me gustaron “los malos”, Encantadora y el hermano —dice muy rápido María, complacida por el recuerdo—. Fueron momentos llamativos y me recordaba a las brujas de los cuentos clásicos como Blancanieves o Cenicienta… ésta con un toque étnico estéticamente pero con tomas muy vistosas cuando consigue obtener todo su poder perdido. La forma de concentrar su poder mágico me gustó, me recordaba a todas esas pelis en las que los malos crean un campo de energía o vórtice tan típico y resultón (me acordé de Cazafantasmas, por ejemplo).

—Lo mejor, desde mi punto de vista, es el estilo físico de la acción —Ruddenskjrik aparenta, ahora sí, estar muy entusiasmado con lo que dice—, donde las batallas ocurren mediante escenas de tiros clásicas, con los personajes parapetados y aguantando sus posiciones frente a incontables enemigos, o peleas de coreografías físicas, nada de luchas por los aires de personajes generados por ordenador. Tiene mucho del sabor al cine de acción típico de los ochenta, eso del grupito de gente rarita metiéndose en la boca del lobo (algo que me recuerda a las aventuras de Serpiente Plissken, sobre todo) y es un cambio que le viene muy bien a la lenta y sosa saga de películas de DC.

—El final es entre feliz y amargo, y eso también me gustó. Vencer, vencen, pero, ¿para qué? Un vano sacrificio que los hombres no merecen. Y así supongo que hasta la próxima peli, que gracias a ésta iré a ver “encantada” —recalca María, haciendo gestos de comillas con los dedos índice y corazón de una mano.

—Para mí es una historia llevada con honestidad, a la altura que sabía que tenía. Quizá su problema es que no destaca demasiado en nada, pero no es fácil decir si esto es porque no tiene nada destacable o más bien porque todo tiene un buen nivel. Yo me inclino a pensar lo segundo…

María se queda mirando a Elmer, que se encoge de hombros. Susurra algo así como “¿hemos terminado ya, o qué?”, a lo que ella responde meneando la cabeza y alzando las manos. “Queda decir lo de si es cine guay o ¡puagf”, se le oye responder a ella, en voz muy baja. El público parece ansioso desde hace rato por ver terminar el supuesto espectáculo e irse a sus casas a hacer sus cositas, de modo que ya murmuran, impacientes, mientras los del escenario se ponen de acuerdo. Por fin, ambos se ponen en pie y se adelantan un poco. Y al unísono, claman:

“¡Es cine guay!”

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