27 julio, 2024

Reseña por Elmer Ruddenskjrik

Esta novela de Miguel Ángel Rosique, que es una secuela directa de “Mi ascenso, tu muerte”, resulta otro viaje progresivo hacia la locura y la maldad; aunque en esta ocasión se sirve más de la expectación ante el desastre anunciado y de un cierto componente de ciencia ficción para mantener el interés del espectador, en lugar del genuino suspense que construía con maestría, al menos para mi gusto, en la historia precedente. 

“Mi ascenso, tu muerte”, una novela que ya reseñamos aquí, es una pieza magistral que nos sumergía de manera empática en la mente de un sociópata cuya premisa vengativa acaba por desencadenar cada vez más terribles crímenes. El alcance de su violencia y, muy especialmente, lo elaborado de sus insidias, convertían a su protagonista en un acertado retrato de muchas de aquellas perversas y peligrosas personas que alguna que otra vez hemos podido conocer… Obviamente, no todos los psicópatas y sociópatas llegan a ser asesinos, pero el instinto del autor a la hora de diseñar su personaje, por sí solo, hace que la lectura sea recomendable. Además de esto, era un drama efectivo, y una aventura que ganaba en interés a cada nuevo capítulo, al añadir nuevos personajes y reveladores trazos de pasado de los mismos. Y aunque, en un primer momento, la sensación de la narrativa es la de que el paso sobre los personajes es superficial y poco comprometido, durante el desarrollo llegamos a comprobar que no es así en absoluto. 

En “Tu corazón, mi venganza”, el autor nos deja una digna continuación, cuyas principales virtudes son una evidente inmersión en las posibilidades de la medicina moderna en cuanto a las aplicaciones que se hacen de ella en la historia, una escritura llena de detalles y que no deja cabos sueltos (aunque quizá, a veces, atados por los pelos), y un gusto por la acción y la fantasía que me retraen a una película que me encantó de niño llamada “Body Parts”, en la cual distintas partes de un asesino muerto eran injertadas como donaciones a personas que las necesitaban, y que de un modo sobrenatural acababan siendo controladas por la voluntad de su legítimo dueño. 

El que considero mi verdadero protagonista, Anubis, resulta un personaje tan atractivo como lo eran prácticamente todos los de la primera novela, y también llegamos a conocer con la suficiente profundidad su manera de pensar, cuáles son sus intenciones y de qué manera va a llevarlas a cabo, casi con un nivel de detalle igual de psicopático como su carácter. Un esfuerzo que el autor hace y que sirve para hacer más creíble el desarrollo. Sin embargo, y aunque sabemos bien pronto que Anubis busca consumar una venganza, es muy adelantada la novela cuando descubrimos el alcance de la deuda que pretende saldar. Con ello, creo que el autor suscita una duda un poco artificial y sesgada sobre el personaje en base a su naturaleza psicópata. Esto lo creo porque, por contra, el otro personaje principal, Ángel, instrumento y también objetivo de la susodicha venganza, es presentado como un ser abnegado y voluntarioso hasta la más absoluta indefensión, cariñoso hasta lo rayano con lo baboso (así también su pareja) y que, en mi caso, alcanza una fuerte distancia con el lector, no porque no me crea que exista gente así de buena, sino porque su burbuja de buenismo parece impostada, una farsa… Algo que, una vez terminada la novela, no sé decir si es a propósito, ideado así a drede por Miguel Ángel Rosique, tal vez para enfrentarnos, al final, contra los secretos que han convertido a Ángel, junto a otras personas, en la presa de Anubis. Estas, sin embargo, son cuestiones que cada lector deberá juzgar por sí mismo. 

No se me debe malinterpretar, esto no es algo que no permita disfrutar de la historia, que también crece en interés cuando Anubis busca saber sobre su pasado… Es en la comparación con la primera entrega donde se nota una cierta falta de motivación en los personajes. Bueno, esta existe, es evidente, pero al tenernos al margen en buena parte de la novela sobre la verdadera cuestión que une a todos, es más difícil identificarse con las circunstancias de cada uno:  Intuimos que el supuesto villano, Anubis, busca resarcirse de algo, y que el virtuoso Ángel busca en sus acciones más un beneficio personal algo egomaníaco, que raya en auténtico onanismo, y cuyo sentido se esclarece en la historia, y es no saber qué les une lo que nos relega al papel de espectadores, nos distancia, y ya no somos los cómplices de los crímenes ni parte de las personas que sufren las consecuencias. En esta segunda novela, el desarrollo nos puede dejar más fríos en este sentido, siempre, insisto, si ya habéis leído la primera. Esta, sin embargo, es una sensación personal, y creo que, si uno está advertido, es posible que ni la llegue a apreciar, quedándose con la aventura, salpicada de despiadados horrores, que el autor ha diseñado, y con la expectativa de descubrir cuál será el momento de saber qué ocurrió.

Sin embargo, aquí llega el que considero el verdadero error de la novela. El origen del conflicto, en cierto momento, es revelado por el propio Ángel en un monólogo de varias páginas, pero durante el que deja de hablar como persona y se atribuye el conocimiento de hechos y pensamientos en otras (especialmente en Anubis) para explicar qué es lo que está ocurriendo, algo que es físicamente imposible y que, a un lector atento, le sacará repentinamente de la historia. Es decir, Ángel adopta conocimientos del narrador omnisciente, de la voz que nos describe toda la historia, y ello para poder relatarnos de la forma más conveniente y dramática el misterio de su némesis, consiguiendo que la revelación no tenga el poder que debería, por parecer tan artificialmente revelada. 

A pesar de esto, el libro goza de un muy buen gusto, escrito con un lenguaje certero y que no da lugar a rodeos, pero que también se despoja de rasgos personales en los diálogos (una sensación que, en la primera novela, no tuve tampoco). No por ello deja de dibujar rasgos psicológicos reconocibles y acertados para todos y cada uno de los personajes, por poco que sea su papel en la historia. E, insisto, el libro es especialmente divertido en los ingeniosos y fantásticos crímenes que consigue consumar Anubis.

En definitiva, una secuela recomendada para todo el que haya disfrutado de “Mi ascenso, tu muerte”, y para cualquier persona que disfrute con los dramas psicológicos o las historias de asesinos psicópatas. En mi caso, he de reconocer que, además, me he sentido recompensado con su final. 

¿Y tú? ¿Qué sentirás cuando leas las líneas que preceden al “FIN” de “Tu corazón, mi venganza”?

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