11 noviembre, 2024
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John Norman, es el seudónimo literario del profesor de filosofía de nacionalidad estadounidense John Frederick Lange (1931) autor del controvertido ensayo Sex Imaginative, en el cual postula sus propias ideas para alcanzar la plenitud sexual, amén del opúsculo histórico Time Slave (1975) que versa sobre la historia de la esclavitud.

Gor-02_thumb[8]Ha logrado hacerse un lugar en el mundillo de la ciencia ficción, en el rubro de la fantasía erótica, gracias a las “Crónicas de la Contratierra”, una extensa saga de treinta y tres novelas (de las cuales las catorce primeras han sido traducidas al castellano) , dedicadas a narrar principalmente las aventuras del profesor de historia Tarl Cabot (aunque ocasionalmente, y como es habitual en un conjunto de novelas tan extenso, el protagonismo suela pasar ocasionalmente a otros personajes masculinos y femeninos también de origen terrícola como el profesor Cabot, los cuales van integrándose a la trama de la obra gracias a su condición de abducidos ) en el planeta Gor, un mundo exótico situado al otro lado del sol, y poblado por una humanidad organizada en castas, que vive en ciudades estado, en las cuales existe una peculiar forma de servidumbre forzada: la esclavitud sexual de las féminas, un detalle que constituye uno de los rasgos más distintivos de esta longeva saga literaria que dejó de publicarse a mediados de los ochenta porque la Daw Books considero el filón comercial de estos libros agotado, además de ceder a las críticas de los movimientos feministas y progresistas estadounidenses sobre los libros que salían de la pluma de Norman.

Después de un largo interregno, la saga volvió a las librerías de los Estados Unidos a partir del año 2002 con “Witness of Gor”, seguida seis años después con “Prize of Gor”. El último libro de la serie “Mariners of Gor”, salió a la venta en setiembre de 2012.

El desarrollo tecnológico de la civilización humana que habita en Gor recuerda el de Europa durante la Edad Media, pues se valen de tinteros y rollos para escribir, se encuentra severamente limitado en lo referido a vehículos de transporte mecánico y la fabricación de armas que sean más potentes que la ballesta y la lanza, por obra de una especie inteligente de aspecto inhumano y poderes casi divinos, que en contraprestación tolera que los cismontanos (así llama el autor a los indígenas de Gor, pues moran “a la sombra de las montañas”) logren progresar en los ámbitos del urbanismo, la agricultura y la ciencia médica.

Los cismontanos conocen a estos cuasi dioses con el nombre de “Reyes- Sacerdotes”, los mismos habitan en las Montañas Sagradas de Sardar, y suelen castigar con la Muerte Llameante al osado inventor que se atreva transgredir dicha hegemonía ; asimismo se dedican a enviar naves espaciales, manejadas a control remoto, hacia nuestro planeta con el fin de secuestrar personas (cosa que han venido haciendo desde hace muchos siglos, y que ellos denominan “viajes de adquisición”, a consecuencia de los mismos resulta que la población de Gor podría descender de los terrícolas secuestrados) para transportarlas hasta aquel mundo antípoda de la Tierra.

A partir de esta premisa del secuestro, o abducción si lo vemos desde la perspectiva de la ciencia ficción, Norman da inicio a las peripecias del profesor Cabot en las páginas de “El Guerrero de Gor”, obra publicada originalmente en 1966, es decir en plena era psicodélica.

Tarl Cabot es un joven pero algo retraído intelectual británico, educado en Oxfor y emigrado hacia los Estados Unidos, para trabajar como docente de Historia Inglesa en un “pequeño y liberal instituto” de New Hampshire, que aprovecha la llegada de la Navidad para irse de campamento a las Montañas Blancas; durante su paseo se topa con un extraño sobre hecho de puro metal que despide un intenso “brillo azul” que captura su atención de tal modo que le impele a recogerlo. Minutos más tarde Cabot se decide a manipular el mismo y, para su sorpresa, consigue extraer de su interior un anillo de metal rojo, amén de descubrir un mensaje escrito por Matthew Cabot, su padre, quien había desaparecido en circunstancias asaz misteriosas cuando Tarl era todavía un niño.

El mensaje aparece fechado, de manera sorprendente, como si datase de tres siglos atrás, además de estar firmado por el desaparecido padre del profesor Cabot, y contiene un texto grandilocuente que le anuncia al azorado profesor de historia que se encuentra predestinado para un destino grandioso, amén de pedirle que recoja un “puñado de tierra verde” para que la lleve consigo en su próximo viaje interplanetario; a continuación un “ancho y grueso disco plateado” (aquí Norman le hace un guiño al Fenómeno Ovni muy en boga en los sesenta) aparece súbitamente y, sin mediar duda, Cabot aborda voluntariamente el vehículo extraterrestre que atravesará el espacio sideral para conducirlo a su nuevo mundo: el planeta Gor, un cuerpo celeste también miembro del Sistema Solar que la portentosa ciencia, y el capricho de los Reyes Sacerdotes, quienes son considerados como dioses, se encargan de mantener oculta a la inspección de los instrumentos astronómicos de la Tierra.

Gor-05_thumb[9] Cuando Tarl Cabot despierta se halla en medio de una habitación de forma circular, que forma parte de una ciudad de aspecto medieval, y en presencia de su propio padre, Matthew Cabot, el cual fue llevado a Gor mucho antes que su hijo, y se desempeña como administrador de la ciudad de Ko-ro-ba, la Ciudad de los Cilindros, urbe de la que antes fue dictador. Ubar en lenguaje goreano.

Gracias a la charla que entabla con su padre, Tarl empieza a comprender de la importancia que tiene la Piedra Hogar en su mundo de adopción, pues la misma constituye una especie símbolo patrio para la ciudad-estado que la alberga (dicho sea de paso aquí el autor toma el concepto de la polis griega y lo convierte en el cimiento de la configuración política de su mundo ficticio); además de adquirir una serie de conocimientos de índole geográfica, política y hasta económica los cuales necesita para moverse con cierta soltura sobre aquel mundo regido por un sistema de castas (en Gor existen cuatro estamentos diferenciados: Escribas, Constructores, Médicos y Guerreros) que pese a su monolítica rigidez permite el ascenso o la caída de sus miembros en virtud de la práctica de la meritocracia; amén de aprender el idioma local, adiestrarse en el empleo de la espada y la lanza (sin emplear ninguna clase de protección corporal para evitar las heridas pues la misma contradecía la doctrina de selección natural que los Reyes Sacerdotes atribuían a la guerra entre los mismos goreanos) con un veterano instructor, con facha de vikingo, que lleva su mismo nombre y prepararse para montar sobre el lomo de un tarn, un ave goreana parecida al halcón terrestre cuyo jinete llama valiéndose de un silbato especial, la cual los nativos usan como montura de combate en sus guerras.

Los tarns están domesticados a medias y no se puede saber a ciencia cierta si admitirá ser montado por el jinete que le toque suerte, por lo que su primer contacto con esta ave gigante constituirá toda una prueba de valor para este aprendiz de héroe a lo John Carter de Marte, por fortuna el hecho de ser joven y habilidoso (amén de ser el protagonista de la novela) le granjean el respeto del ave de guerra, y consigue salir airoso no solo de esta prueba, sino hasta de un atentado contra su vida que se produce después de lograda su proeza. Acto seguido, su maestro de esgrima la acompaña al edificio donde se reúne el Consejo de las Castas Elevadas, el cual lo reconoce como perteneciente a la Casta de los Guerreros.

De este modo, Tarl Cabot, se convierte en guerrero de Gor, en tarnsman (es decir, un jinete de las aves de guerra antes mencionadas; curiosamente la novela en inglés se titula Tarnsman of Gor ), y se embarca en su primera misión (o aventura sería mejor decir), la cual le es encomendada de manera solemne por su propio instructor Tarl, el Viejo, quien le dice que es imperioso que se traslade hacia Ar, la capital del tirano Marlenus, quien desea poner a todo el planeta Gor bajo su égida, para robar la Piedra Hogar de aquella urbe, lo cual, en caso de ser descubierto haría de Cabot un serio candidato al patíbulo.

No voy a quitarle al posible lector de esta obra el gusto de descubrir por sí mismo lo que sigue a continuación si le apetece repasar las páginas de esta novela, bien comprándolo en alguna librería de viejo, o recurriendo a Google para conseguir la versión PDF respectiva. El caso es que la obra, narrada en primera persona como la clásica “Una princesa de Marte” de Edgar Rice Burroughs publicada allá por 1912 en las páginas del magazine pulp Argosy All Stories, se lee con bastante amenidad, y básicamente es una puesta al día del sub género de la “Espada y Planeta”, con una buena dosis de aventura enmarcadas en el canónico escenario exótico que el género exige (basta con leer algún libro de la saga marciana de Edgar Rice Burroughs (1875-1950) para darse cuenta de que estamos ante un trabajo claramente derivado de las proezas del militar confederado John Carter en el planeta Marte o Barsoom si nos atenemos al nombre que Burroughs le da en sus novelas), es decir hay villanos que vencer, beldades (en este caso Talena, la hija de Marlenus, el Ubar de la ciudad de Ar) de las cuales establecer una relación de amor-odio para mantener el interés del lector, duelos a espada, y para variar una especie de insecto gigante e inteligente, una araña para más señas, que ayuda al héroe en medio de sus tribulaciones, amén la variopinta fauna monstruosa que suele participar como comparsas de esta clase de obras, y el protagonista se mueve con eficiencia y buenos reflejos en medio de todo esto como lo haría un héroe fabricado en serie, bien programado para salir airoso de todos los peligros ; aunque vale decir que Norman aporta sus propias pinceladas al fresco en lo referido a la muy elaborada creación de los usos y costumbres del planeta Gor (el cual parece inspirado, a partes iguales, en la Antigüedad Clásica greco-latina y la fantasía heroica), en fin una receta añeja con un ingrediente nuevo: la puesta en escena de la esclavitud sexual de las mujeres de este mundo, sin importar su condición; la idea que rige esto es freudiana, pues supone que hombres y mujeres se encuentran fundamentalmente reprimidos en su sexualidad, un freno que desaparecería si la compañera, o compañero, de turno se encontrara inmersa en la dependencia de su ocasional amo; esto las liberaría de la neurosis, y por ende serían felices dentro de un vínculo basado en el juego del sometimiento a su pareja sexual.

Para muestra basta con repasar la escena en la que la misma Talena es desnudada —pues en Gor las esclavas no usan ropa, y su desnudez proclama su condición y desamparo ante los machos que quieran someterla— por los guerreros de su ciudad natal, después de que su padre caiga en desgracia ante sus conciudadanos a causa del robo de la Piedra Hogar, hurto perpetrado por Tarl Cabot, a instancias de su mentor; y aunque Talena logra salvarse de ser violada gracias a Cabot, termina sometiéndose, de manera voluntaria, a él como su sierva y cautiva a la vez, y por añadidura feliz de satisfacer al poderoso macho que el destino le ha puesto como compañero de camino.

G03bal1Norman decidió explotar la veta erótica de su historia para otorgarle cierto aire de frescura a una historia de aventuras que corría el riesgo de agotarse a sí misma, como le paso a la saga marciana de Burroughs allá por los años cuarenta del pasado siglo, aprovechando además que los editores de la años setenta tenían menos escrúpulos a la hora de tratar con un material que aparecía en pleno auge de la era hippie con su prédica de amor libre y sexualidad responsable. Lo realmente curioso de esta saga de libros es que ha conseguido cultivar una legión de fans que se han atrevido a llevar al plano de realidad, la fantasía de esclavitud sexual planteada por John Norman allá por los años sesenta del pasado siglo.

Como recompensa por haber leido hasta aquí, te ofrecemos la primera entrega de “Las crónicas de Gor” en pdf:

Descargar “El guerrero de Gor” en pdf

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