19 abril, 2024

Nuestro amigo escritor Rafael Blasco nos deléita con un relato atrevido y lleno de excrementos. Casi un simpósium sobre la mierda en todas sus posibles formas y variedades.

Y sin más…¡Que comience la función!

Mierda

 

No es lo mismo (y no es una canción), mierda que mierda. ¿Por qué un bebé hace caquita y un anciano se ha cagado? ¿Acaso no proviene de la misma factoría? Tamaño aparte, no creo que la mierda tenga edad, tampoco hay razón para sonreír y poner cara de idiotas ante la primera.

La tierra es preciosa; producto querido de la patria, bella tierra dicen muchos, mi tierra, exclaman orgullosos otros. Si la tierra es amada y marrón, no entiendo por qué odiamos el color marrón mierda o “nos comemos un marrón”.

Si algo no vale, es sucio, no funciona o un equipo o jugador falla, es una mierda. Que alguien me explique la diferencia de ese calificativo cuando se dice que pisar una mierda trae suerte, o la suerte deseada como “mucha mierda”.

Cuando el objeto o la acción nos desespera o desagrada en exceso, es una puta mierda, si se logra de carambola o con cierta fortuna o azar, lo ha conseguido “de mierda”.

Descalificamos, insultamos a cualquiera en su actitud en la vida, su posición económica o laboral, su condición física o el supuesto valor ante una pelea como, “es un mierda”. García Márquez finalizó una de sus obras maestras, “El coronel no tiene quién le escriba”, con una palabra, mierda.

Al elaborar algo más allá de la chapuza o el desastre o se produce un grave error en el ámbito laboral, “es una cagada”, cualquier médico aconseja desprenderse de la susodicha a diario para beneficio de nuestra salud. ¿Cómo entonces es posible que se cree la elaboración dentro de nosotros?

Los llamados “frenazos” de la ropa interior, no dejan de ser si no restos de mierda marrones, sin embargo, no dudamos en saborear los helados y relamer los restos con la misma tonalidad que dejan un rastro similar al deshacerse con el calor.

Un objeto está lleno de mierda pero no hacemos ascos a limpiarlo, olvidando que nos podemos ensuciar solo con la mente puesta en el supuesto premio.

Maldecimos la mierda de la paloma que se nos caga encima o en el coche, aunque no dejamos de comer aun a sabiendas que nuestros alimentos están abonados con un producto, mierda.

El primer insulto racista es a la nacionalidad o el color de la piel, “chino de mierda, negro de mierda”, etc. De no ser una paradoja macabra, sería un chiste escuchar a las mismas personas alabar la belleza y el erotismo de las mujeres asiáticas o de color.

Esta vida es una mierda, decimos entre lamentos ante las adversidades de la misma, ¿acaso no decimos que es maravillosa cuando nos sonríe a pesar de ser la misma vida?

¡Vete a la mierda! Decimos para enviar a mal sitio a quién nos molesta. ¿No sería más correcto enviarlos a su interior puesto que todos la portamos?

Para bien o para mal, como suerte o defecto, es inconcebible que no exista, así que, sin ningún ánimo de imitar al genio latino, deseo terminar de escribir con la misma palabra que exclamo cuando se termina la tinta de mi pluma. Mierda.

 

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