28 marzo, 2024

Nuestra forma de tratar a los animales que comemos indica que somos unos auténticos bárbaros. En lugar de amar nuestro sustento lo hemos convertido en un producto más, un mero objeto de consumo. En un reservorio de proteínas, grasas, minerales… Como si ellos mismos no estuvieran vivos.

Pero un animal no es un objeto de consumo.

Si nuestra civilización se caracteriza por algo es por su incapacidad de darle a los animales una vida plena conforme a sus necesidades y naturaleza, independientemente de que, después, vayan a ser nuestra comida.

Realmente si nos amáramos como hombres, amariamos nuestra comida, y les daríamos a nuestros animales domésticos una vida lo más feliz posible hasta el día de su muerte o sacrificio.

Lo contrario, mantener nuestra forma de criar y matar a nuestros animales, implica que algún día nos comeremos entre nosotros porque seremos, como ellos, un simple reservorio de proteínas.

Nuestra forma de tratar a los animales indica, al fin y al cabo, cómo acabaremos nosotros mismos.

María Larralde

MATADERO

Oigo el sonido de la verja de entrada que se abre y que repentinamente se cierra como atraída por una fuerza inconcebible de un no ser impersonal, abstracta, desvinculada de un cuerpo de proporciones humanas.

Me intento esconder de manera intuitiva. Intento darme la vuelta y correr, porque la angustia comienza a ahogarme en el pecho, esa congoja que aprieta fuerte hasta hacerte vomitar.

El horror entra por esa puerta. Es una entrada desde el otro lado, desde el lugar de las sombras, desde la barbarie, porque eso es el mal.

Ese es el mal  que me acosa. Detrás de la puerta, cuando la traspase, creo que voy a escaparme de su persecución impenitente y perturbadora.

¡Pero no, unos pasos lentos, otrora consoladores de la soledad, amenazan mi razón, mi estado vital, mi corazón ajado de infortunios y dolor!

Un tremendo golpe, tras su entrada, vaticina lo que vendrá en furiosa ira descargada sobre mi cuerpo. Siento un dolor punzante y abrasador. Mi cuerpo convulsiona, me hago pis encima, mis heces manchan el suelo. El hedor llega hasta mis narices llenas de mucosidad pegajosa, me muerdo la lengua…

Sobre la verja se lee: Matadero

Película recomendada, El pan nuestro de cada día de Nikolaus Geyrhalter

El pan nuestro de cada día, de  Nikolaus Geyrhalter 

 

 

 

 

 

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