Nuestra forma de tratar a los animales que comemos indica que somos unos auténticos bárbaros. En lugar de amar nuestro sustento lo hemos convertido en un producto más, un mero objeto de consumo. En un reservorio de proteínas, grasas, minerales… Como si ellos mismos no estuvieran vivos.
Pero un animal no es un objeto de consumo.
Si nuestra civilización se caracteriza por algo es por su incapacidad de darle a los animales una vida plena conforme a sus necesidades y naturaleza, independientemente de que, después, vayan a ser nuestra comida.
Realmente si nos amáramos como hombres, amariamos nuestra comida, y les daríamos a nuestros animales domésticos una vida lo más feliz posible hasta el día de su muerte o sacrificio.
Lo contrario, mantener nuestra forma de criar y matar a nuestros animales, implica que algún día nos comeremos entre nosotros porque seremos, como ellos, un simple reservorio de proteínas.
Nuestra forma de tratar a los animales indica, al fin y al cabo, cómo acabaremos nosotros mismos.
María Larralde
Etiqueta: Sobreproducción
