19 abril, 2024

de María Larralde en memoria de Syd Barret.

Igual que los cielos inmensos y azules se pierden en su propia inmensidad, Grimble Gromble se perdía en sus propios pensamientos. Tenía muchas preocupaciones propias de los gnomos que otros seres no podemos comprender. Le preocupaban las raíces de los árboles cuando buscando agua bajo el suelo irrumpían lenta pero inexorablemente en su propia casa cavada bajo tierra. Pero no porque destrozaran su estructura maciza construida con amalgama de rocas, barro y hojas de higuera sino porque aquellas raíces interrumpían su pensamiento.

Y exclamaba: ¡hooray! Cada vez que algo lo emocionaba.

Grimble Gromble era un gnomo algo díscolo, bondadoso, pero poco amigo de los amigos de lo ajeno. Nunca había pensado que una raíz fuera tan importante como para acabar con todo. Solitario y burlón, el gnomo pasaba su tiempo pensando cosas de gnomos, imposibles de comprender. Pero también aparecía en las casas humanas para espantar a los niños en las noches frías de invierno, solo cuando se le antojaba para divertirse a costa de los humanos.  

Y exclamaba: ¡hooray! Cada vez que algo lo divertía.

Un día, una raíz de silfio, roja, robusta y aromática se instaló en la parte alta de su pequeño pero confortable hogar. Grimble Gromble la miró atento, observando que su color púrpura era demasiado oscuro como para pertenecer al reino vegetal, olisqueó aquella gruesa e inesperada raíz para considerar sus propiedades, pero en lugar de clasificarla como experto en botánica entró, sin saberlo, en un trance extraño de sueños deformes, pero increíbles. 

Y exclamaba: ¡hooray! Cada vez que algo lo conmocionaba.

Entonces su alma voló más allá de los límites que los gnomos se imponen por seguridad. Miró al cielo y sin saber cómo se encontraba flotando entre las nubes. Espesas y grises nubes de tormenta que chisporroteaban relámpagos y lanzaban rayos contra la Tierra. Grimble Gromble miró hacia abajo y se asustó de la altura a la que se encontraba pues jamás había visto nada desde arriba. ¡La Tierra era redonda! No podía creer que fuera posible y en el mismo sueño en el que se encontraba fue consciente de que estaba soñando tonterías.  

Y exclamaba: ¡hooray! Cada vez que algo lo turbaba.

Antes de aquel sueño Grimble Gromble, y todos los gnomos del mundo conocido, sabían que solo los pájaros vuelan. Pero sus ojos vieron claramente pasar un objeto de metal elevándose hacia las estrellas. Entonces se dio cuenta de que no podía respirar y miró hacia abajo, y la Tierra quedaba aún más lejos. Las nubes se veían como un manto recubriendo una esfera azul que más bien se parecía a una hermosa piedra preciosa como las que guardaba bajo su colchón de plumas de pato. Pero desechó aquella idea por absurda, aunque sus ojos se lo mostraban nítidamente.

Y exclamaba: ¡hooray! Cada vez que algo lo confundía.

Quería Grimble Gromble volver a su hogar. Se ahogaba. Y, aunque aguantaba muchos minutos la respiración, ya comenzaba a ponerse lívido y sus dedos tomaban un color azul muy sospechoso. El frío también comenzaba a paralizarlo y sus movimientos se le volvían casi imposibles, lentos y pesados.Todo era difícil para el hombrecito otrora recio y valiente. Un dolor insoportable en su corazón lo llevó a la conclusión de que en realidad no estaba soñando. Pero si aquello no era un sueño: ¿cómo era posible haber llegado hasta el cielo? ¿cómo había podido ver la Tierra redonda? ¿cómo observar objetos en el espacio volando a grandes velocidades? 

Y exclamaba: ¡hooray! Cada vez que algo lo desorientaba.

Unos minutos después sintió que las fuerzas le fallaban y comenzaba a perder la consciencia, y así fue como vio que la Tierra se alejaba, lentamente dejó de ser una bola azul y se convirtió en un punto luminoso como lo son las estrellas en las noches más negras. Poco después todo se tornó oscuridad para Grimble Gromble y su pequeña vida se apagó dentro de un sueño de inmensidades espaciales imposibles. 

Y exclamaba: ¡hooray! Por última vez mientras moría.

Los gnomos lo encontraron sentado en su sofá, mullido y escarlata, en el centro de su salón. Una robusta raíz de silfio, roja, aromática y afilada atravesaba de parte a parte el corazón de Grimble Gromble  . 

Y exclamaron: ¡hooray! Porque nadie lo esperaba.

GRIMLE GROMBLE. AUDIOCUENTO NARRADO POR: NARRACIONES DE UN BURRO EN iVOOX

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