de María Larralde en memoria de Syd Barret.

Igual que los cielos inmensos y azules se pierden en su propia inmensidad, Grimble Gromble se perdía en sus propios pensamientos. Tenía muchas preocupaciones propias de los gnomos que otros seres no podemos comprender. Le preocupaban las raíces de los árboles cuando buscando agua bajo el suelo irrumpían lenta pero inexorablemente en su propia casa cavada bajo tierra. Pero no porque destrozaran su estructura maciza construida con amalgama de rocas, barro y hojas de higuera sino porque aquellas raíces interrumpían su pensamiento.

Y exclamaba: ¡hooray! Cada vez que algo lo emocionaba.