Este curioso relato de terror está basado en un vergonzoso episodio de la vida real.
De una vez en que, yendo de caminata de noche por el campo, me entraron unos absurdos arredros a la hora de saltar una pequeña zanja en el terreno, seguro de que las suelas de mi calzado iban a resbalar en el borde al tratar de saltar, o al aterrizar al otro lado, provocándome, en mi mente, una aparatosa caída.
Me sentí como uno de esos repipis caballeretes de ciudad del siglo XIX, ansiosos por cualquier leve desliz que ponga en duda su verticalidad, símbolo de su civismo y bienhechura. Una calamidad, vamos.
En fin, olvidemos eso…
Y ahora… ¡que comience la función!