Había oído historias durante años. Las versiones podían variar, pero tenían algo en común: se decía que el mundo funcionaba a vapor.
Obviamente, ella siempre había pensado que sería una forma de hablar. Recordaba cómo habían cambiado las cosas desde que era pequeña. Cómo habían empezado a construirse las líneas de ferrocarril en las inmediaciones de la granja de su abuelo “el cazador”, y cómo el corrupto poblacho de Sandswood había empezado a montar líneas de telégrafo, electricidad e ingenios mecánicos movidos por complicados engranajes para atraer a la gente civilizada a las tiendas y droguerías, y a los viciosos a los prostíbulos.