El 18 de setiembre de 1995 compré, a bajo precio, en un puesto callejero de libros usados, ubicado por aquel entonces en la calle Héroes Civiles (un pequeño jirón que desemboca justo frente al tugurizado Mercado Modelo de la ciudad de Chiclayo) una voluminosa antología de ciencia ficción compilada por Groff Conklin (lamento no poder informar al lector sobre este personaje, pues hasta el momento no ha despertado mi curiosidad para nada). El libro había sido editado por la Editorial Bruguera, con sede en la Ciudad Condal (es decir Barcelona, vale), y le impusieron el predecible título de “Los mejores relatos de Ciencia Ficción” (pese al genio creativo de quien estuviera a cargo de hacer esto, confieso que fue la cantidad de páginas, exactamente 558, lo que me indujo a desembolsar cinco soles peruanos con el fin de rescatarlo del suelo donde estaba siendo exhibido)