13 octubre, 2024

Es complicado hacer una reseña descriptiva o de valor en un libro como éste, que ya antes del primero de sus capítulos incorpora una a manos de Clemente Caballero con un detalle tal que se permite incluso ir relato por relato. Sin embargo, y sin querer restarle el valor de este trabajo de prólogo, yo recomendaría al lector de “El sonámbulo de las sombras” saltarse esa misma reseña para disfrutar de esta antología de relatos cortos, cuya mayor virtud consiste en la consecución del impacto precisamente en su reducida longitud. Clemente Caballero, imagino que entusiasmado y sin ser muy consciente de ello, llega a veces a desvelar lo más importante de algunos de los capítulos de esta obra recopilatoria, restándoles, a mi parecer, la parte de interés más importante. 

Por mi parte, me ceñiré mejor a la calidad o sensaciones que transmiten las cortas obras, adelantando que, como ya dije y como ha de ser en la lectura de cualquier relato corto, las virtudes comunes se resumen en un impacto emocional determinado en poco espacio de tiempo de lectura. Para conseguir una mejor transmisión de estas sensaciones, cada historia está precedida de su propia ilustración en blanco y negro, con un cierto estilo de boceto, incluso como a medio terminar algunas de ellas, otorgándole al conjunto de la antología un aire de tranquila tristeza, de evocadora melancolía, a mi parecer. Estas ilustraciones, a cargo de Elisabet Rosique (la hermana del escritor), enfatizan las emociones o algunas de las escenas más relevantes de cada cuento, y son perfectamente disfrutables por sí mismas. Eso sí, son un mini preludio perfecto, despertando enseguida la curiosidad ante lo que el enigmático título acaba de anunciar en la página anterior. 

Algunos de los relatos son directos, en todos los sentidos: son cortos, la redacción se desviste de todo adorno y le consecución de los sucesos es rápida e impactante. Se leen en apenas segundos o un par de minutos, y su fuerza reside en una revelación aterradora y ocasionalmente sobrenatural, demostrando que el autor no tiene ningún complejo creativo. Es decir, podemos encontrar historias compuestas de todo tipo de naturaleza de elementos.

El grueso de los relatos son más largos, de al menos cuatro páginas en adelante en su extensión; en ellos, Miguel Ángel Rosique busca establecer una narración que envuelva mejor al lector, desarrollando largas oraciones coordinadas o subordinadas que normalmente buscan una narrativa de tipo formal, en tercera persona y del estilo del narrador omnisciente su mayoría, en primera persona en algún caso, y sin añadir mayor sentimiento que el que se pueda desprender por sí solo de los hechos descritos o de los diálogos de los personajes. No añade, de esta forma, un sentimentalismo artificial o forzado, algo en lo que es fácil ver caer a otros autores, en especial al tratar de sorprender al lector con el difícil microrrelato o relato corto. Ni siquiera (salvo alguna excepción que requiere un todo más dramático) se atreve al autor a desviar el estilo de narración cuando el propio narrador es uno de los personajes, algo que no me atreveré a marcar como un defecto, pero que sería mejor adaptar a la forma de pensar, de hablar o de sentir de dicha persona, en lugar de mantener el homogéneo estilo.

Los relatos destilan en su mayoría un tono más bien lúgubre, oscilando entre meramente tristes (recurriendo, normalmente, a la añoranza de momentos o personas del pasado) y moderadamente grotescos (describiendo crímenes o muertes violentas), y añadiendo a unos y otros, ocasionalmente y de forma inesperada, algunos toques de humor en la forma de hilarantes diálogos o sucesos extemporáneos que sirven para dar una buena dosis de realismo a según qué cuento, pues incluso en horas dramáticas se suceden o dicen cosas que producen, como mínimo, la sonrisa, especialmente al observador ajeno que es aquí el lector. 

De esta forma, los personajes de los relatos se vuelven mas vivos, consiguiendo que en ocasiones no parezcan a las órdenes del autor, sino que se muevan por sí solos, evolucionando a su propio parecer ante los devenires, los cuales suelen estar acompañados de retrospectivas donde la vida parecía siempre mejor, o de ilusiones en las que esperan hallarse felizmente, sean estas edificadas a base de premisas más o menos pragmáticas. Como bien puede el lector entender, parecen todo virtudes en esta antología, y si acaso, como punto negativo realmente relevante, solo podría señalar la conclusión de algún que otro relato, que a veces se me habría antojado apresurada y quizá anticlimática en comparación con la parte más elaborada de su inicio y nudo (partes que bien que tienen, a pesar de tratarse de relatos cortos). Algunos errores de maquetación pueden sorprender en la forma de cambios de persona en la narración, de la tercera a primera persona, desvelando, quizá, una concepción intimista, del autor ligado a la narración o implicado en la historia, o un enfoque narrativo cambiado posteriormente. Pero no es nada que llegue a ser una molestia para el entendimiento y disfrute de los cuentos. 

A pesar de que el enfoque general de la antología está diseñado para mostrar un paisaje triste o terrorífico de la idiosincrasia humana, no se deja de lado, como ya mencioné, un humor de tintes a mi entender costumbristas, aunque he de reconocer que estas notas de comedia no sé si son siempre intencionadas o es que las entiendo yo así por mi gusto por la ironía de todo lo aciago; pero de lo que no cabe duda es de que, en varios de los relatos, nuestro ya bien conocido Miguel Ángel Rosique ostenta un buen conocimiento de los mecanismos de las mentes obsesivas, mediocres e incluso psicopáticas, retratándolas con un acierto casi clínico en aquellos relatos donde se hacen protagonistas o personajes indispensables de la trama este tipo de personas. No en vano, el autor ya dedicó a este tipo de perfiles (alejados en su concepción de lo que podríamos considerar que es un ser humano) dos novelas, de las cuales podréis encontrar análisis y recomendación en esta misma página web.

Reseña de “Mi ascenso, tu muerte”, novela de Miguel Ángel Rosique por Elmer Ruddenskjrik

Reseña de “Tu corazón, mi venganza”, de Miguel Ángel Rosique

¿Es recomendable esta antología de curiosos relatos? Desde luego que sí, especialmente para aquellos lectores que gusten de descubrir muy variadas sensaciones cada pocas páginas, o para aquellos que, por costumbre o falta de tiempo, deseen un repertorio de cortas historias cuyas inquietantes implicaciones satisfagan sus ansias de vivencias al límite, ya sea para las emociones o para la carne de sus protagonistas. 

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