27 julio, 2024

Nos llegan nuevas aventuras del alemán Dorian Stark.  En esta nueva entrega, nuestro protagonista, antes de empezar a ver su cuerpo modificado cibernéticamente, desempeñará una misión que iniciará su gradual e irremisible viaje de transformación, al tiempo que se verá involucrado en una interminable cruzada como Agente Ejecutor en pos de intereses prácticamente insondables…

En esta ocasión, además del enlace de descarga, os dejamos un extracto del inicio de este capítulo, esperando que el atmosférico estilo de narración de Alexis Brito Delgado os atrape…


Molesto, Stark cruzó las piernas. Vestía un ajustado mono gris de la Orden de los Centinelas con el logotipo de la Schneider grabado a la altura del hombro izquierdo y del corazón: el ojo humano impreso sobre la mano metálica. En su rostro afeitado, destellaba una mirada impasible. Deseaba prender un cigarrillo, pero pensó que no sería buena idea reunirse con su superior oliendo a tabaco; era su primera entrevista con el comandante Aries y deseaba causarle una impresión positiva. Al fondo de la estancia, un secretario trabajaba delante de un Hitachi. Apenas le había prestado atención desde su llegada.

«El Cuerpo está repleto de burócratas», meditó, mientras observaba las insignias de sargento con ribetes negros y plateados que llevaba el oficinista en el cuello. «Aquí tenemos a un calientasillas que no verá primera línea jamás».

Comprobó la hora: llevaba cuarenta minutos esperando. Impaciente, se aproximó a los ventanales panorámicos de fibra de vidrio y observó el exterior: Los Ángeles era una mixtura de cenizas en suspensión, rascacielos de acero y cristal, vehículos aéreos y publicidad incesante. La imagen caótica de la megalópolis exacerbó el nerviosismo que experimentaba: por fin habían decidido asignarle una operación de exterminio. A medio kilómetro de distancia, el tránsito matutino se aglomeraba formando nutridas columnas suspendidas en el vacío. Por primera vez en meses, había cesado de llover. La oleada de calor que golpeó la ciudad dejó un balance de quinientos treinta muertos. Stark unió las manos detrás de la espalda: se encontraba listo para afrontar lo que hiciera falta. Durante los dos últimos años, en la Academia Militar de Berlín, soportó una dura instrucción, ejercitó su cuerpo y mente hasta límites sobrehumanos, y aprendió a manejar toda clase de armas y vehículos; era la oportunidad de demostrar su valía. Aunque solo fuera un soldado de primera clase, el galón individual que llevaba en el pecho le había costado sudor y sangre. En su fuero interno, le enorgullecía haber sido uno de los pocos cadetes de su promoción que logró graduarse con las máximas notas. Que el comandante en Jefe de la OC hubiese decidido entrevistarle le auguraba un futuro prometedor. El secretario levantó la cabeza y dijo:

—El comandante Aries le está esperando, soldado.

El alemán se mostró correcto: los suboficiales como aquel solían ser bastante puntillosos respecto a la disciplina. Todos los burócratas que se ceñían al reglamento eran idénticos.  

—Gracias, señor.

El oficinista no se molestó en responder. Stark se dirigió al despacho con la espalda erguida. Al llegar, la puerta se deslizó hacia la izquierda, permitiéndole el paso. La atmósfera del interior le erizó el vello de la nuca: de la estancia emanaba una frialdad sin límites. De un rápido vistazo, analizó las paredes forradas con paneles de madera, los muebles de nogal, la vitrina con armas antiguas, los sillones tapizados de cuero negro, la moqueta color ceniza, las amplias persianas de aluminio entornadas; aquel lugar no era agradable en absoluto. Detrás del escritorio, encuadrado por las banderas de Alemania y Estados Unidos, su superior estudiaba una pantalla de veinte pulgadas de un Sony. Aries era un individuo de unos cincuenta años de edad, que vestía traje y corbata, de facciones angulosas y cabello blanco cortado a cepillo. De inmediato, Dorian levantó las defensas: los rumores del departamento eran ciertos; su superior parecía un bloque de acero. Se cuadró en posición de firmes y exclamó con voz clara y segura:

—Se presenta Dorian Stark, soldado de primera, 4º Batallón, Compañía B, 2º Pelotón de la Orden de los Centinelas, señor.

Aries levantó la vista y señaló una butaca con la cabeza.

—Tome asiento, soldado.

Stark obedeció la orden. Ambos quedaron frente a frente, separados por la enorme mesa de madera y cristal, estudiándose en silencio. Los ojos del comandante —uno gris y otro azul— parecieron atravesarlo. Indiferente, soportó el helado escrutinio, con la cabeza alzada y expresión neutra.

—He estado estudiando su expediente —declaró—. Creo que no me equivoco al afirmar que es usted el hombre perfecto para realizar esta misión.

El alemán no hizo comentario alguno. Le impresionaba la riqueza que reinaba en el despacho: su superior tenía que estar muy bien relacionado para permitirse muebles de nogal auténticos. Como acababa de comprobar, para ser un oficial intermedio, poseía unos privilegios fuera de lo común.   

—Tengo entendido que fue trasladado a California hace cuatro semanas.

—Sí, señor.

—¿Le ha costado adaptarse?

—No, señor.

Después de aquella charla irrelevante, Aries fue directo al grano; no tenía tiempo que perder con formalidades.

—Queremos eliminar a este individuo. —Su superior giró una fotografía sobre el panel de pantalla táctil deslizante de su escritorio—. ¿Lo conoce usted?

Stark contempló la imagen de alta resolución. Su objetivo era un hombre de raza blanca de edad indeterminada: esmoquin, manos suaves, perilla, cabello con la raya a la izquierda, rostro franco y agradable. El retrato lo habían capturado mientras jugaba en un casino. Metódico, examinó los detalles secundarios de la misma: la atmósfera cargada de humo, hombres vestidos de etiqueta y mujeres con trajes de noche, la mesa de juego atestada de fichas amarillas, las cartas de póker repartidas sobre el tapete verde. Una diminuta arruga de preocupación se le dibujó en la frente: la idea de matar a un ser humano no le gustaba en absoluto.  


Agente Ejecutor, de Alexis Brito Delgado

SAGA DE DORIAN STARK, DE ALEXIS BRITO DELGADO

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