1-Prefacio
La criatura salió a la calle percibiendo, por vez primera, la calidez del sol posándose sobre la piel que había usurpado. Sí, ahora era dueño de una apariencia semejante a la de aquellos vagabundos que le estaban retando con insultos y navajas desenvainadas. Ahora era consciente de poseer un cuerpo que la permitiría apropiarse de una parte del expuesto botín que contenía aquella vieja urbe de adobe y cemento, cuyo nombre todos habían olvidado.
Entonces sintió deseos de alzar la voz para silenciar el desagradable murmullo que producían sus adversarios, y lo hizo de manera rotunda que pareció como si el poder de un dios los hubiera despojado del habla, en efecto, todos callaron súbitamente, pero no desalojaron de su mente el deseo de confrontar a aquel intruso, por el contrario aquella manifestación de autoridad fortaleció su convicción de acabar con él.
Entonces , uno de aquellos vagabundos enmudecidos por la voz sintió vergüenza de su docilidad, reunió suficiente valor para creer que podría salir victorioso del duelo que pretendía entablar, y se abalanzó contra aquel que también pretendía conquistar un lugar bajo el sol. El resto de sus compañeros se contagió de su iniciativa, y todos cargaron al mismo tiempo, impelidos con un coraje intuitivo que solo podía proceder del deseo de eliminar la amenaza que representaba el desconocido para su supervivencia.
La criatura aguardó impávidamente la embestida de sus agresores y contempló como se aproximaba aquella hilera de navajas, relucientes como centellas, en medio de la nube de polvo que ocultaba a los atacantes. Había comprendido que presentaba una ocasión para demostrar que era capaz de sobrevivir bajo las condiciones de este mundo hostil, y su cuerpo reclamo la reserva de energía que había asimilado para superar este trance. Entonces la criatura juntó sus manos hasta que sus dedos se entrelazaron para formar un puño descomunal que empezó a palpitar mientras pensaba en la identidad del objeto que deseaba invocar. Cuando su mente enfocó con exactitud la apariencia del arma que necesitaba, extendió el puño frente a sus ojos, y esperó unos segundos. Algo semejante a una sustancia ardiente y luminosa, empezó a brotar en aquel puño. Pronto aquello empezó a adquirir el aspecto de una sutil columna de luz que se fue difuminando hasta perder su apariencia ígnea, y solidificándose convirtiéndose en la réplica exacta de una cimitarra.
Mientras tanto la navaja del vagabundo que encabezaba la carga se aproximaba todavía más, y pareció caer en picada sobre su pecho buscando ahogar el latido de su corazón, sin embargo la rapidez de su reflejo interpuso la cimitarra en el momento preciso, y desvió la embestida de la navaja que escapo de la mano de su dueño y se precipitó a tierra como una cosa inocua. En ese instante el temor del vagabundo desarmado se hizo evidente , ya no le cabía duda de que se enfrentaba a un ser capaz de realizar obras inconcebibles para su estrecha mente de hombre cotidiano, y la fuerza de su miedo fue tan intensa que lo mantuvo quieto en el sitio que ocupaba, pese a que otra parte de su mente le pedía a gritos salir corriendo para salvar su vida, pero la criatura no le dió tiempo para dudar más, y la cimitarra apareció ante él como algo nefasto que cortó su vientre desnudo de un solo tajo. La visión de la sangre saliendo de la herida le sacó de su absurda quietud, y cayó de rodillas sobre aquella tierra enrojecida con su propia sangre. En esa posición el vagabundo parecía estar suplicando por su vida mientras la criatura contemplaba a su reciente victima con infinita arrogancia, y no decidía que hacer con aquel hombre humillado pues su mente era como una ruleta que había empezado a girar velozmente.
Mientras tanto su rostro permaneció inexpresivo esperando la idea que le daría una intención a sus actos, de pronto sus ojos relucían como pequeñas estrellas, y su faz cobró la vida. Ya sabía qué hacer y sonrió mostrando una dentadura irregular y amarillenta. Entonces la cimitarra volvió a la acción y se abatió cual un ave de cetrería sobre el cuello del infeliz que permanecía hincado con las manos asidas el estómago en un vano intento por contener la hemorragia. Y la cabeza del vagabundo se desprendió del cuello y dió algunas vueltas en el aire antes de caer sobre el suelo como un vulgar despojo. Copiosos borbotones de sangre empezaron a manar de las arterias cercenadas tiñendo de rojo el área que rodeaba el cadáver decapitado.
La terrible visión de aquel cuerpo mutilado bastó para contener el ímpetu bélico de los compañeros del caído, la palidez del miedo se imprimió sobre sus rostros y todos se dieron la media vuelta alejándose de aquella poderosa espada sangrante que permanecía desafiante, defendiendo el derecho de su dueño a dominar el terreno que estaba pisando.
- La horda de homúnculos se aproxima.
La nueva llegó a oídos de los urbícolas demasiado tarde para que pudieran salvarse, aquellos que tuvieron la desdicha de toparse con los homúnculos: una horda salvaje y hambrienta que se aproximaba, a marchas forzadas, a la ciudad que era su refugio. Sí, realmente eran muchos y venían atraídos por un vago rumor que hablaba de la aparición de un hombre extraordinario entre aquellos miserables sobrevivientes del diluvio. Los homúnculos querían comprobar la existencia de aquel supuesto héroe y asesinarlo para repartir su carne entre los que tuvieran la fortuna de vencerlo.
Y llegó el día en el que la vanguardia de los homúnculos divisó el vetusto perfil del edificio que parecía custodiar la entrada Este de aquella ciudad extinta. Una estruendosa ovación celebró el avistamiento y provocó la huida de una bandada de buitres que se estaban dando un festín con los desperdicios que se habían acumulado en las orillas del camino real. Los urbícolas que buscaban alimento en aquel sector advirtieron el peligro y corrieron hacia las bocas de los túneles que daban acceso al interior del edificio, precariamente protegido por una vieja muralla disimulada entre la vegetación.
Aquella horda ofreció un aspecto repugnante y feroz, se trataba de individuos semidesnudos, apenas cubiertos con breves taparrabos, y premunidos de una gama de armas blancas y arrojadizas, que complementaban los afilados colmillos que ocultaban sus bocas ansiosas de probar carne humana. Los homúnculos apresuraron su marcha y se abrieron paso a machetazos para deshacer la tupida maleza que se extendía como un tejido viviente alrededor de la vieja muralla que protegía el edificio en el cual se habían refugiado los urbícolas. En cuanto tuvieron una vía despejada para poder maniobrar dio aviso a quienes venían en la retaguardia para que entraran en acción. En seguida un objeto largo y puntiagudo, y cuya forma se asemejaba al de un ariete hizo su aparición, sin embargo aquella cosa avanzaba torpemente a través del terreno, y fue necesario azotar duramente a los cautivos encargados de moverlo, para que adquiriera el necesario impulso para batir aquella muralla. El ariete cargo una y otra vez contra la muralla golpeándola en diversos puntos hasta crear varias brechas que serían aprovechadas para invadir el predio.
Entonces los homúnculos penetraron en tropel en la pequeña explanada que extendía frente a la entrada principal, emitiendo un ruido molesto e insoportable que pretendía suscitar una oleada de pánico entre los urbícolas refugiados dentro del edificio, en ese instante aquellos seres se sintieron presos de un miedo inaudito que pareció nacer de sus propias entrañas, y empezaron a correr a través de los pasadizos interiores como si buscaran alejarse de un ruido tenaz y ubicuo que los perseguía a donde fueran. Hubo quienes no pudieron soportar aquel drama que se estaba viviendo dentro del edificio y rompieron las ventanas para aventurarse a buscar su salvación en el exterior, corriendo el riesgo de caer en manos de los caníbales.
Y la gente continuó saliendo en tropel a través de la ventana de aquel edificio tugurizado que ya no era seguro, sin embargo aquellos hombres desorientados, medio enloquecidos por el ruido no eran capaces de pensar, y simplemente se esparcieron por todos los confines de la explanada como una bandada de palomas asustadas. El ruido había dañado uno de sus hemisferios cerebrales pues no parecían tener conciencia de andar por un territorio peligroso, y pronto los machetes de los homúnculos empezaron a diezmar a aquel rebaño de infelices.
Desde el segundo piso, y protegido detrás de uno de los tantos ventanales que daban hacia la explanada donde se desarrollaba el drama se encontraba la criatura, bajo el aspecto de un hombre muy alto, de piel atezada por efecto del tórrido sol veraniego. Estaba vestido con un sucinto taparrabos, y portaba en bandolera la vaina de una espada árabe. Aquel hombre se había cansado de presenciar como aquellos homúnculos descuartizaban a sus víctimas, y hacían acopio de aquella carne recién cortada como provisiones para un viaje largo, mientras arrojaban las cabezas de sus víctimas alrededor de la fuente que adornaba el centro de la explanada. Y sirviendo de fondo a esta horrible escena, resonaba aquel ruido insidioso y sutil, que proveía de nuevas víctimas a la hecatombe. En ese instante la criatura sintió el vehemente deseo de intervenir para detener aquel carnaval de sangre, a continuación se irguió y extendió sus brazos alrededor de su cuerpo formando una especie de aspa, y empezó a girar sobre sí mismo mientras pronunciaba unas palabras cabalísticas que le permitirían trasvasar la energía del entorno hacia su propio cuerpo, entonces una esfera de luz radiante se materializó sobre su cabeza y derramó un raudal de energía que impregnó su cuerpo, a partir de este momento la criatura se sintió completamente vigorizada como si hubiera sido dotada de una parte del poder que poseían alguno de los tantos demiurgos que deambulaban por el vasto universo.
Luego su cuerpo embistió contra los cristales de la ventana haciéndola trizas, y se lanzó al vacío como si también hubiera enloquecido, pero su cuerpo no impacto en el suelo, por el contrario, y ante el asombro de sus enemigos potenciales consiguió frenar la caída extendiendo brazos y piernas como lo haría un quirántropo (1). Mientras tanto los depredadores intentaron impedir que la osadía de aquella criatura torciera el curso de los acontecimientos, y le arrojaron decenas de jabalinas que se fueron despedazando ante la sólida pantalla de psicoenergia que protegía el cuerpo de la criatura. Asombrados por esta circunstancia los homúnculos dejaron de lado sus intenciones agresivas al constatar que sus armas eran incapaces de vulnerar aquella coraza energética, solo cabía esperar que el agotamiento físico que exigía aquellas proezas terminaran minando la resistencia de aquel formidable escudo. Si esa ocasión se presentaba, habría que aprovecharla.
Y entonces la criatura tocó tierra como si fuera un ángel vengador enviado por un dios ignoto, y la barrera energética hizo menos opaca a la figura que envolvía, luego oscilo brevemente antes de desaparecer. La criatura desenvaino su cimitarra, se puso en guardia y avanzó repartiendo mandobles y estocadas contra los oponentes que tenía a su alcance. La hoja de su espada desgarraba los pechos de sus enemigos dibujando flores de sangre sobre el aire. Pronto su camino quedó regado de hombres moribundos que gemían maldiciendo la desgracia de haber enfrentado a un espadachín tan diestro, sin embargo el esfuerzo cobró su tributo y su concentración empezó a menguar, y su piel mostró algunos rasguños a los que no dió importancia, pues las cosas todavía se presentaban favorables para él. Había eliminado a un buen número de los guerreros que custodiaban a las victimas reservadas para el descuartizamiento, permitiendo su huida, y ahora arremetía contra los capataces encargados de azotar a los cautivos que manejaban los arietes.
La situación se tornaba crítica para los incursores. El consejo de ancianos había decidido realizar este raid para atraer la atención de este presunto héroe y eliminarlo, Y ahora resultaba que era mucho más fuerte de lo que suponían, pues su ímpetu le había permitido abrirse paso hasta la retaguardia. Si conseguía quebrar la última línea defensiva llegaría a las tiendas donde se cobijaban los ancianos. Así ante semejante amenaza, ellos decidieron invocar todos los poderes del cielo.
- La captura del héroe
Entonces la puerta de la tienda más grande se abrió y cuatro hombrecillos entrados en años, pero sumamente obesos, salieron al exterior. Iban tocados con viejas mitras doradas que se combinaban adecuadamente con las túnicas raídas que cubrían sus cuerpos informes y rollizos.
Si la criatura hubiera podido verlos le hubieran parecido tres gordas cucarachas huyendo de su escondrijo, pero en realidad no pretendían huir, simplemente se disponían a realizar una tarea sencilla, pero dramática enviar un mensaje al cielo. El fragor de la batalla continuaba y ellos tenían que moverse con rapidez, y se distribuyeron sobre el terreno hasta formar la figura de una cruz, cuyos extremos ocuparon, luego cada uno de ellos alzo un tubo largo y delgado, cuya forma recordaba la silueta de un cañón antiaéreo y lo apunto contra el sector del cielo que le correspondía según su ubicación. De inmediato el espacio se llenó de luces rutilantes que se encendían y se apagaban como tenues estrellas. Cuando esto ocurría los ancianos volvían a lanzar otra andanada de proyectiles para alimentar aquel flujo de luz que pretendía atraer la atención de algún vagabundo de los cielos.
Y en efecto algo ocurrió pues todos empezaron a oír cada vez más cerca un sonido potente y extraordinario que nadie hubiera identificado como el zumbido de las hélices de un aeroplano. La batalla se detuvo y todos pusieron su atención en el cielo, vista desde abajo el fuselaje de aquella aeronave plateada se asemejaba al de una especie de inexistente cetáceo volante, empotrado entre dos planos rectangulares de idéntica envergadura, cuyas semialas externas lucían ligeramente aflechadas, encima del plano inferior, cerca de la unión de aquel plano con el fuselaje, se hallaban las góndolas motrices que producían aquel ruido atronador.
El gran biplano sobrevoló lentamente el campo de batalla, y pareció alejarse pero invirtió el rumbo y volvió a pasar como si estuviera buscando a alguien. Sentado en una cabina abierta, ubicada en el morro, se veía como un hombre rapado, de tez blanca y expresión adusta escaneaba aquella superficie cubierta de seres diminutos ocupados en una lucha intrascendente, a continuación aquel individuo empezó a agitar sus manos a una velocidad vertiginosa como si estuviera realizando un ejercicio de prestidigitación, y las extendió hacia el vacío. Sus manos permanecieron quietas un instante, y todos vieron como una sustancia oscura como el mucílago empezó a manar de sus dedos hacia el ambiente, mientras el biplano ganaba altura y parecía alejarse
Y aquella sustancia se fragmentó y empezó a caer del cielo como una lluvia suave e inocua que roció los cuerpos de los capataces que se disponían a enfrentar a la criatura cuando el biplano irrumpió en el cielo. Al cabo de unos segundos, algo había cambiado en su interior pues se sentían diferentes, osados y llenos de una energía primitiva e irracional que los impulsaba a combatir con vesania y brutalidad. Ahora que se sabían poseedores de un poder del que carecía el resto de sus congéneres, aunque sus rostros permanecían completamente inexpresivos como si nada hubiera pasado.
Y el más bestial de todos ellos, un individuo moreno de edad madura y aspecto desaliñado soltó el látigo que usaba para castigar a los obreros indóciles y avanzo resueltamente para enfrentarse a la criatura. Ambos se contemplaron largamente como si midieran el valor que necesitaban para entrar en pugna. De pronto la criatura decidió tomar la iniciativa e intentó aniquilar a su rival asestándole unos mandobles que el capataz eludió hábilmente.
La criatura empezó a sentir como la semilla del miedo germinaba en su interior y presintió que esta vez no saldría bien librado, entonces volvió la mirada y vio como el rostro de su antagonista enrojecía mientras sus ojos parecían dilatarse extraordinariamente. Su instinto percibió el peligro y blandió su cimitarra para protegerse del contraataque. Y este vino asumiendo la forma de cuatro vectores tenues y ondulantes que parecieron brotar de la espalda del capataz, y se proyectaron a través del aire cual brazos elásticos y fantasmales que empezaron a acosar a la criatura. La cimitarra se multiplicaba e iba de aquí para allá tratando de parar aquel alud de golpes, sin embargo su esfuerzo resulto infructuoso, aquellos brazos eran demasiado agiles, demasiado flexibles para su espada. Intento convocar nuevamente la protección del campo de fuerza individual pero no funciono. La lucha le había agotado demasiado para hacerlo.
Súbitamente la criatura se vio atrapada por una fuerza irresistible que le produjo una intensa sensación de miedo como si temiera la ejecución de una sentencia largamente diferida. Entonces aquellos tentáculos invisibles firmemente enroscada sobre cada una de sus extremidades empezaron a tirar de él y la criatura contempló con espanto como su brazos y piernas se desprendían violentamente de su cuerpo en medio de una explosión de sangre mientras su torso se desplomó pesadamente sobre aquel suelo sembrado de cadáveres. La criatura gritó como jamás pensó gritar, estaba desmembrado y ya no era capaz de luchar contra nadie, sería una presa fácil para aquellos homúnculos que se estaban aproximando para arrancarle el corazón. Ahora se sentía lacerado por el palpitante dolor que emanaba de sus muñones e invadía lo que quedaba de su cuerpo, era como un insecto mutilado aguardando ser aplastado por la bota de su triturador, y así dar fin a su pesadilla.
Los vítores de triunfo se escuchaban cada vez cerca de él, y las grotescas sombras de aquellos seres le rodeaban ya, mientras uno de ellos pretendía alzarlo, sin embargo un ruido atronador y persistente que inundó el ambiente, capturó la atención de aquellos seres.
Provenía del firmamento, y no era posible sustraerse a su influencia.
El gran biplano había vuelto aparecer de nuevo, y su enorme sombra sobrevoló la explanada cual un ave siniestra, desprendiendo una serie de artefactos, parecidos a vainas metálicas que produjeron un sonido pululante mientras caían. Y aquellas cosas explotaron cuando tocaron el suelo esparciendo una densa columna de humo que el viento agrupo hasta formar una vasta nube amarilla que envolvió a todos en una lúgubre oscuridad. En ese instante la criatura advirtió que los homúnculos empezaban a ser presa de violentas convulsiones que agitaban sus cuerpos como si fueran orates azotados por la crisis, mientras su piel enrojecía de a pocos, y produciendo llagas indescriptibles. No se escuchaba ningún alarido, tan solo una serie de jadeos entrecortados que fueron cesando conforme de aquellos cuerpos desfigurados empezaban a derrumbarse victimas del gas.
El instinto de supervivencia de la criatura tomó las riendas y su mente activó con premura de aquel cuerpo antes poderoso, una vacilante esfera de luz empezó a formarse en torno al indefenso torso de la criatura, su corazón latía con violencia dentro de su pecho pues no estaba seguro de que aquella idea funcionase tal como estaban las circunstancias. Era el primero en reconocer que se hallaba demasiado débil y que necesitaba alguna especie de milagro que actuara a su favor.
Y el milagro produjo.
Antes de que su conciencia se eclipsara, sintió como una fuerza solo comparable a aquella que lo había desmembrado se aferraba a él para elevarlo velozmente hacia el vientre del biplano que estaba atravesando el cielo.
- Epílogo
Después de varios minutos de inconsciencia la criatura abrió los ojos y advirtió que se hallaba dentro de una capsula ovoide carente de escotillas pero cubierta de pantallas apagadas que lo rodeaban de todas partes.
De pronto aquellas pantallas de encendieron y el interior de la capsula se ilumino como una claridad semejante a la del plenilunio, y algo empezó a surgir de entre aquel mosaico de pixeles parpadeante, era el semblante de un hombre maduro de tez pálida, completamente calvo y de expresión adusta que había clavado su torva mirada en él como si deseara ablandar su posible resistencia, entonces la criatura advirtió como aquellos poderosos vectores, cuya fuerza conocía surgían repentinamente de aquella imagen y se abalanzaron sobre él.
Los vectores atravesaron con horripilante facilidad los tejidos y órganos internos de la criatura hasta llegar al sitio donde se alojaba el corazón, entonces aquellos tentáculos se enroscaron en torno al musculo palpitante y tiraron bruscamente hasta arrancarlo de su lugar. Justo en ese momento la escasa energía que sustentaba lo que quedaba de su cuerpo dejo de fluir, y la criatura expiro, aparentemente.
Pero el demiurgo sabía que la esencia vital de su criatura permanecía encerrada dentro del corazón que había arrancado y apeló a su poder psicocinético para reducirlo a jirones, entonces una esfera blanquecina surgió de entre aquellos fragmentos desmenuzados y se elevó como un pequeño globo buscando escapar del acceso del demiurgo, sin embargo no había lugar adonde ir el interior del biplano era un mundo cerrado, sin aberturas visibles pero tal vez si conseguía penetrar en la cabina e invadía el cuerpo de uno de los pilotos, tendría una oportunidad de escapar arrojándose en paracaídas, sin embargo no tuvo tiempo de hacer lo planeado, pues uno de los vectores de demiurgo consiguió aferrar su pequeño cuerpo globular, justo en el tiempo que tardo en pensar lo que haría para salir del trance en el que se hallaba.
Estaba atrapado, preso de una fuerza capaz de reducirlo a simples átomos, o de volverlo a instalar en un cuerpo semejante al que había abandonado, y lo peor de todo era que ignoraba lo que el demiurgo haría con él. Echó un vistazo hacia la pantalla y vio la imagen de un hombre inexpresivo ocupado en la tares de vigilarlo, mientras manipulaba una serie de teclas. En seguida una estructura rectangular brotó lentamente del suelo convocado por aquella combinación de guarismos, en medio de aquella estructura revestida de lustrosas placas oscuras se podía ver una especie de agujero que parecía lleno de una sustancia densa y viscosa.
El demiurgo emergió de la pantalla y se materializo junto a la extraña estructura, luego sin pensarlo demasiado arrojo la esencia vital de su criatura dentro de aquel agujero
Y la esfera se hundió en medio de aquella oscuridad liquida, su caída era lenta, pero inexorable, su destino incierto porque ignoraba adonde podía conducirle aquel viaje a través de aquel puente dimensional. No sabía si hallaría el alivio en medio de la quietud pero esa podría ser la bendición después de la agonía del dolor. Siguió hundiéndose y distinguió algunas formas breves y rutilantes empezaron a aparecer debajo de él, se trataba de pequeñas plataformas metálicas que parecían deslizarse como peces en medio de un mar muerto. Entonces sintiese bruscamente atraído hacia una de ellas, suavemente se posó sobre aquella superficie metálica y percibió que ya no era un cuerpo extraño colocado sobre una cosa desconocida. En ese momento supo que la plataforma podía transferirlo a otra parte del cosmos donde tal vez aquel demiurgo no tuviera poder alguno. Estaba confiado de iniciar aquel viaje entre dimensiones, y no temió lo que le pasaría cuando su ser empezó a expandirse hasta abarcar todo el espacio, percibió el leve atisbo de otro planeta aproximándose.
(1). Quirántropo: es un neologismo, inventado por Kelltom McIntire, sacado de un bolsilibro de dicho autor y que alude a una criatura hibrida, fruto del cruce entre genes humanos y genes de murciélago.
FIN
Rubén Mesías Cornejo