Edgar fue un niño que siempre deseó alcanzar el cielo, en el sentido astronómico del término, no sabía si como astronauta o como un simple observador de esos que usan un telescopio y tienen los pies bien pegados a la tierra.
Sin embargo, la tecnología de su época todavía no había sido capaz de inventar un cohete dotado de la propulsión necesaria como para vencer la gravedad terrestre, aunque eso no significaba que el proyecto de fabricarlo no existiera dentro de las mentes más preclaras del planeta.