18 julio, 2025
COMEALMAS PORTADA

RELATO DE HORROR DE MARÍA LARRALDE

COMEALMAS
María Larralde

Le tengo terror a la oscuridad, desde siempre, desde que tengo algún uso de razón. A pesar de que todavía soy joven, adulto, pero no paso de la veintena, sigo teniendo un miedo hondo a la oscuridad. Dicen, los que saben de estas cosas, que los miedos deben
enfrentarse. Pero lo dicen porque no saben lo que dicen.
No puedo pasar ni un solo segundo con las luces apagadas, el vacío entra en mi cuerpo si lo hago, mi cabeza queda hueca, y me muero. No, no deliro, me muero. Sé que suena a locura, pero esto es exactamente lo que ocurre si la luz me abandona. Mi cuerpo deja de funcionar, mi corazón va apagándose hasta dejar de latir y mis pensamientos dejan de fluir para pasar a un estado de seminconsciencia que poco a poco cede hasta desaparecer en la nada de la muerte. Ellos vienen y se comen poco a poco mi alma. Están en la oscuridad. ¡Es horrible, horrible!
Aquella noche dormía junto a mi madre.
Mi madre. Una triste mujer de dulce rostro, cuerpo joven desde siempre y para siempre, pero sin vida. Yo creo que mi madre nació muerta. Ella hacía como que sentía, como que vivía, como que se emocionaba, como que trabajaba, como que tenía un hijo. Eran apariencias. Nada de esto era real. Intentaba creerlo y lo creía para convencer a los demás. Pero no a mí. Un hijo sabe quién es su madre.
Aquella noche me desperté sobresaltado, más bien horrorizado. Una pesadilla se incrustó
en mis sueños y de ahí en adelante se quedó de manera cadencialmente repetitiva como un canon de difuntos.
Le conté a ella que los había visto detrás de la puerta. Y antes de que pudiera describirlos,
me afirmó, mirándome a los ojos con los negros suyos que Ellos eran reales.
Hubiera querido que me consolara, que me dijera que eran pesadillas, que todo era producto de mi infantil mente ofuscada por el miedo y la incapacidad de discernir lo real de lo que no. Pero en lugar de hacer lo que toda madre debe hacer, en lugar de quitarme el
horror de la mente, convenciéndome de que aquellos monstruos de cuerpo gigante pero
humano, oscuro, contrahecho; de rostros grandes y amorfos, casi del tamaño de un perro,
de color blanco enfermizo; de ojos negros y bocas caídas en desolada mueca de tristeza,
sobresalientes del contorno de sus caras en comisuras tristes y abertura desdentada no eran reales; en lugar de hacerme sentir reconfortado y seguro a su lado, se levantó despacio, apagó la luz, abrió la puerta y … les dejó entrar en la habitación.
Ellos comen almas. Y mi madre los conocía. Les dejó entrar. Están alrededor mío, en la oscuridad, esperando a que alguna vez las tinieblas me rodeen por completo.

ESCUCHAR EL RELATO EN YOUTUBE

ESCUCHAR EL RELATO EN IVOOX

Total Page Visits: 663 - Today Page Visits: 2