Aquí la tenemos, ¡por fin!, la nueva Antología de Microrrelatos “Paradojas”.
Esta revista digital de microrrelatos, basada en un tema complicado ,”Paradojas”, ha estimulado la creatividad de los escritores que han participado en esta segunda edición.
Como resultado, un relato ganador, “El hijo más obediente e inteligente del mundo”, de Luís Eduardo Vivero. Pero todos y cada uno de los seleccionados en la antología son microrrelatos de una altísima calidad literaria.
¡Gracias a todos los escritores que habéis participado en este loco y absurdo concurso es posible realizar esta Antología llena de paradojas! Todo un placer y un desafío para quienes se atrevan con ella.
La Portada es obra de Tambel, nuestra ilustradora de cabecera, que ha realizado una escena basada en el relato ganador. Gracias también a ella por su desinteresado esfuerzo.
A continuación, los enlaces de las distintas plataformas donde la Antología se va a publicar, además de nuestra web, claro. Estas son, LEKTU y Smashwords, inicialmente.
Antología de microrrelatos nº 2: Paradojas en Lektu
Antología de microrrelatos nº 2: Paradojas en Smashwords
Próximamente, también estará disponible en Google Play y Amazon. En todas ellas la descarga será gratuita.
Muy pronto, realizaremos la Segunda Audiorrevista de Microrrelatos “Paradojas”, leeremos para vosotros cada uno de los relatos seleccionados y, en formato digital, los podréis escuchar. Todo un placer lleno de contrasentidos para vuestros oídos. ¡Que lo disfrutéis, Pulperos!
A continuación, podréis leer completa la publicación en esta misma entrada, además de poder descargarla directamente en PDF.
¡Gracias a todos de parte de Historias Pulp!
Índice
Antología de microrrelatos nº 2
Paradojas
Continuando con la iniciativa promovida por nuestros propios seguidores desde Facebook, los miembros de Historias Pulp convocamos este segundo concurso, para el cual pedíamos a los participantes que nos mandaran escritos que estuvieran compuestos por paradojas literarias o cuyo desarrollo encerrara alguna en cuanto a hechos o situaciones.
Sabíamos que el tema era difícil, pero queríamos motivar a los valientes autores con un tema que no sea tan común en otros concursos literarios. El resultado… 39 relatos, a cuál más peculiar, extraño y rebuscado. Bastantes más relatos que los 24 de la edición anterior de nuestro concurso de microrrelatos, y eso que el tema era mucho más complicado.
No nos queda otra que felicitar a todos los participantes por sus ingeniosas aportaciones. La decisión sobre el ganador ha sido tan difícil como de costumbre. Según hacemos más y más concursos, más nos preguntamos en Historias Pulp cómo se las arreglan en otros concursos literarios para elegir a sus ganadores…
Esperamos que disfrutéis leyendo estos relatos seleccionados tanto como nosotros mismos.
Y ahora… que comience la función.
Tema Musical
—Paradoxical Mind—
por Akiramarok
https://drive.google.com/open?id=1A54g7j9hI_C_0ftiT8m9zHi58sVO2cIh
Relato ganador de la antología
Paradojas
EL HIJO MÁS OBEDIENTE E INTELIGENTE DEL MUNDO
por Luis Eduardo Vivero
Una mamá se quejaba y le contaba a Cecilia, su vecina, el tormento que a diario significaba educar a Benjamín, su hijo, ya que estaba pasando por la época rebelde y ya casi no podía controlarlo. Además no había caso que se llevara bien con las matemáticas ni la física. Cecilia comenzó a afanarse de su propio hijo: “Lalito me hace caso en todo, al levantarse, tomar desayuno, ir al colegio, hacer los deberes, poner la mesa, almorzar, se entretiene jugando solo, hace su cama, arregla sus cosas, cenamos y se va a acostar a la hora indicada. Además es muy inteligente y todos los años saca el primer puesto en la escuela.”
Lo anterior tuvo un efecto negativo en Medalia, ya que quedó deprimida, preguntándose qué estaba haciendo mal con su hijo, y por qué ya no podían ser tan felices como antes. Como de costumbre tuvo problemas para enviarlo a acostar y Benjamín se demoró una hora entre hacer la cama, lavarse los dientes, ponerse piyama, rezar e irse a la cama, cuando más bien podría haberlo hecho en quince minutos. Medalia estaba exhausta y cayó pesadamente sobre el colchón.
Esa noche comenzó a nevar y luego de un par de horas todo estaba cubierto de una capa incolora e insípida, como si un gigante hubiera tapado todo con una gran sábana blanca.
Cecilia recordó que aún tenía que botar la basura, así es que se puso su capa, un gorro de lana y en pantuflas —todo de color rojo— salió a darle encuentro al tacho. Con la ventolera que había la puerta se cerró tras de ella, y lamentablemente no traía la llave consigo. Se puso a gritar hacia el segundo piso: “¡Lalito, hijo, ábreme la puerta que se me quedó la llave!”. Pero su hijo no salía. Cecilia continuó gritando, ordenándole y hasta suplicando, hasta que Lalito se dignó a asomar la cabeza por la ventana, para decir: “Mamá, tú me tienes prohibido abrir la puerta después de las nueve de la noche y son las nueve y cinco”. Y ante la sorpresa de la madre, la ventana se cerró.
A la mañana siguiente Medalia estaba rabiando con Benjamín para que terminara de alistarse, cuando de pronto vio que Lalito iba saliendo a la escuela a la misma hora de siempre. Eran las siete y treinta de la mañana y extrañamente iba solo. Llevaba puesto un lindo gorro rojo.
Relatos seleccionados en la antología
Paradojas
ABSTEM
por Bill Darkman
Blanco, blanco… ¡Lo único que veo es blanco por todas partes! La habitación es blanca, mi uniforme es blanco, ¡todo es jodidamente blanco! Dios mío, ¿cómo he podido acabar aquí? Yo, el gran Edward Fitch, he sido condenado a estar en esta habitación blanca y horrible.
¿Qué he hecho para merecer esto? Por Dios, me desperté aquí hace muchos días, o semanas… No lo sé, aquí el tiempo es muy difuso, casi me cuesta recordar mi propio nombre.
Por Dios, lo único que tengo en los bolsillos es un trozo de servilleta y un bolígrafo. ¿Qué coño puedo hacer yo con esto? Estoy muy cansado, necesito reposar un poco, si tan solo no hubiera aceptado aquel trabajo en los laboratorios Abstem…
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Blanco, blanco… ¡Lo único que veo es blanco por todas partes! La habitación es blanca, mi uniforme es blanco, ¡todo es jodidamente blanco! Dios mío, ¿cómo he podido acabar aquí?
¿Qué he hecho para merecer esto? Por Dios, me desperté aquí hace muchos días, o semanas… No lo sé, aquí el tiempo es muy difuso, no puedo ni recordar mi propio nombre…
Espera… me acuerdo de esto, luego decía no sé qué de los laboratorios Abstem…
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Blanco, blanco… ¡Lo único que veo es blanco por todas partes! La habitación es blanca, mi uniforme es blanco, ¡Todo es jodidamente blanco!
Un momento, esto ya lo he vivido antes… Abstem.
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Blanco, blanco, blanco… ¡Blanco! ¡¿Qué cojones está pasando?! Es como… si volviese a mi posición inicial al decir….
¡Ahora me acuerdo! Hijos de puta… Me habéis metido en la máquina como conejillo de indias, ¿no? ¡¿Por qué?! ¡Yo ayudé a construirla! ¡Gracias a mí la tenéis! ¡Jodido Abstem!
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Blanco, blanco… ¡¡Que os jodan a todos!! ¡¡A todos y a cada uno de vosotros!! ¡¿Sabéis una cosa?! ¡Yo construí esta máquina! ¡Yo sé cómo hacer que esto pare! Solo tengo que mirar por aquí y…
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Por Dios, lo único que tengo en los bolsillos es un trozo de servilleta y un bolígrafo… Espera, en la servilleta pone “Desactiva la máquina temporal, no digas Abstem”. ¿Abstem? ¿Eso no es…?
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Blanco, blanco… ¡Lo único que veo es blanco por todas partes! La habitación es blanca, mi uniforme es blanco, ¡todo es jodidamente blanco! Dios mío, ¿cómo he podido acabar aquí?, he sido condenado a estar en esta habitación blanca y horrible…
FIN
AMIGOS VIRTUALES
por Eliana Soza Martínez
Lo admito, estoy pasando todos los días demasiado tiempo en Facebook; despierto a las seis de la mañana, miro si hay algo importante en mis mensajes o mi muro, preparo el desayuno, alisto a mi hijo e inmediatamente de dejarlo en la escuela reviso mi página, veo qué novedades aparecieron desde la última vez. Luego de una revisión exhaustiva comparto algunos post que me parecen interesantes y espero pacientemente los “likes” y más aún los comentarios.
Después de una época de éxito en la que conseguía sin esfuerzo unos cientos de pulgares arriba y la mitad de esa cifra en comentarios, me fui dando cuenta que mi popularidad bajaba, así que fui analizando si los post que compartí habían bajado de calidad o cambiado mucho de temática, no fue así; entonces tenía que haber otra razón. Me puse a analizar y llegué a la conclusión de que para tener más “likes” era necesario tener más amigos y para no solicitar amistad a cualquier desconocido me puse a fisgonear entre los amigos de mis amigos; seguro teníamos conocidos comunes. En medio de esta investigación me di cuenta que mi popularidad realmente era un chiste en comparación a la de mis amigos, especialmente por el número de contactos, porque de todos los que fui revisando, varios tenían más amistades que yo y, a su vez, los amigos de ellos me doblaban o triplicaban los contactos.
No podía creerlo, todos o un 99% de mis amigos tenían más contactos que yo, ahí residía mi creciente impopularidad; así que me puse en campaña para conseguir más amigos; me quedé horas y horas enviando solicitudes a todos los que podía, algunos me aceptaban de inmediato, otros se tomaban su tiempo; después de tener un buen número volvía a revisar a mis amigos e increíblemente parecía que ellos hacían lo mismo porque siempre iban un paso antes que yo. De pronto ya nada era suficiente y por conseguir más y más amigos me fui olvidando compartir mis cosas y otros post; así que me imagino que muchos de mis verdaderos amigos creyeron que me “hackearon” la cuenta y me fueron eliminando de sus listas, y al final de unas semanas aparecí llena de contactos a los que en mi vida había conocido ni iba a conocer, y a los que les importaba un bledo mi vida y lo que hubiera compartido si hubiera tenido tiempo de hacerlo. Me transformé en un fantasma virtual.
AMOR PLATÓNICO
por Rafael Blasco López
Su imagen etérea y la luz de su rostro, sobrepasaron el amor platónico provocándole un estado mental que flotaba en el delirio incontrolado al verla.
Su ondulada melena rubia oscilaba al viento como la bandera de su amada patria.
Rozaba la locura febril cuando veía rebotar sus pechos al andar. Casi le produce un esguince cervical girarse para ver el típico guiño de su trasero.
Ningún hipnotizador alcanzó el embrujo de sus ojos azules, tampoco existía océano alguno con la profundidad de su mirada.
La veía como una estrella, de hecho era una estrella, de cine, pero más cercana para él la del cielo que su anhelada.
Su condición de humilde lo alejaba hasta el valle de la tristeza eterna. Los desgraciados tienen un día en que su suerte se emborracha y se pone de su parte. Ese era su día.
Un bar, un fortuito choque de espaldas, una disculpa, la sorpresa lo dejó mudo al verla.
Dos sonrisas sincronizadas, una conversación agradable y varias confesiones. Lo dejó petrificado cuando ella lo invitó a cenar a su casa.
Le sorprendió verla en chándal en su domicilio sin su vestido ajustado. No menos sorpresa fue el brutal desorden que invadía el pasillo. Cientos de prendas de vestir se mezclaban junto a folletos de propaganda y zapatos de todo tipo.
La siguió al comedor mirando sus grasientos cabellos, con la certeza que el molesto olor que le llegaba provenía de sus axilas.
La pretendida bajó el sucio perro de aguas que dormía sobre el sofá, tiró al suelo varias prendas de ropa interior mientras le pedía que se acomodara.
No había llorado, aunque el rímel corrido lo engañó al principio, se percató que la sequedad de la carrera de la pintura se había producido muchas horas antes.
Le sirvió un licor, dudó en acercar sus labios al cristal, la mugre de la copa lo convertía en transparente en unas zonas y opaco en otras.
Viendo su sueño esfumarse a un país cromañón, deseaba que de la nada surgiera el detonante que lo salvara de la situación. Y el detonante llegó.
Al sentarse junto a él, alzó una nalga y descargó un sonoro pedo que duró cinco apestosos segundos. Un muelle imaginario lo alzó como si fuera una pluma.
Salió corriendo mientras ella preguntaba si no le gustaba. Él gritaba que era su amor platónico, pero solo eso, platónico.
ASÍ FUE Y ASÍ SERÁ
por Carlos Enrique Saldivar
Sería su primer y único viaje en el tiempo. Hans sabía que era posible que se diera cierta incómoda variable; empero, debía realizar su cometido. Estaba totalmente decidido a ello, no había marcha atrás.
Todo estaba preparado para la travesía, la máquina lo recibiría para conducirlo al pasado, con exactitud a 1888, al barrio londinense de Whitechapel. Si las investigaciones coincidían con la realidad, podría fácilmente dar con la persona a la que debía matar.
El viajero realiza su periplo y acaba exactamente en el lugar fijado, vistiendo un traje de la época. No ha de preocuparse por caer bajo el sanguinario cuchillo del destripador, sabe cada paso que dará su contraparte. Ahora Hans es el cazador y con aquel asesinato salvará algunas vidas, además, ¿quién sino él podría vanagloriarse de haber aniquilado al incógnito homicida Jack?
Las calles lucen oscuras, tétricas, pronto se topará con su presa. Cree verlo acechando a una prostituta que sale de un bar. Sí, es él. Es casi medianoche, no hay nadie más por esa ruta, solo ellos tres. La mujer está un tanto ebria, pero consigue darse cuenta de que la amenazan y se escapa corriendo. El destripador tiene un enorme cuchillo de carnicero en una de sus manos enguantadas, pero de nada le sirve contra el revólver que lleva Hans. El viajero del tiempo dispara una, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces.
Su objetivo aún se mueve, se arrastra en el suelo. «No puede ser», se dice Hans. «Este sujeto es sobrehumano, es un demonio». Hans vacía el resto del cargador sobre aquel maldito, lo ha hecho justo antes de que liquidara a su primera víctima, aunque ¿cuántas personas habría ultimado antes del presente episodio? En fin, por lo menos no llegó a matar a la primera víctima documentada en los anales de la historia.
El monstruo ha fallecido. La travesía temporal fue un éxito.
Hans se regocija, le ha puesto fin a la vida de uno de los peores criminales del mundo. Uno que nunca fue atrapado ni castigado por sus delitos (hasta ahora), alguien que, gracias a las recientes investigaciones científicas, fue identificado y se hizo fácil de detectar en un momento y sitio determinados.
Hans no teme a la pequeña variable (mencionada al inicio de este relato) que surgió cuando iniciaba sus análisis con respecto al viaje temporal: que alguien ocupara el lugar del destripador en esa misma época, para que se reordenara el universo. Dicha preocupación se va de su mente cuando revisa la historiografía y se percata de que nunca hubo un Jack el Destripador, que jamás mató a nadie. Solo se cita en un libro sobre misterios sin resolver el inexplicable homicidio de un peluquero, quien fue muerto de varios disparos.
Hans se alegra, midió todo al milímetro, usó una pistola del siglo veintiuno, pero con balas del siglo diecinueve. Las cosas se han dado del modo correcto.
Es el año 2018 y la variable no se ha cumplido. No realizará más viajes al pasado, no dispone de los fondos ni de (ergo) la energía para ello. Ya no es más un físico, ahora es un peluquero (en su tiempo libre) y cirujano.
Coge su maletín de médico, el cual contiene los implementos necesarios para su labor.
Hans el destripador, harto de las mujerzuelas que afean su ciudad (Lima), sale a la noche en busca de su primera víctima.
CAJA PANÓPTICA
por Holguer Beltrán
Después de una larga discusión con sus compañeros de trabajo, Luis decidió que era hora de luchar contra los robos que se estaban produciendo en la oficina, ante lo cual y alzando la voz dijo:
—Señores, ya he tenido suficientes robos, así que voy a poner una caja aquí, en medio de la oficina y en medio de todo. Aquí guardaré mis cosas y también las llaves del cuarto de servidores. Por favor, no toquen nada, porque ahora todos sabríamos quién lo hizo.
Sus compañeros, ya desconfiados unos de otros por la ardua inquisición de las víctimas que sufrían los saqueos en sus escritorios, callaron y ocultaron sus rostros frente a los monitores sin nada que decir. Mientras tanto Luis, mirando a su alrededor, dejó la caja en su lugar y se marchó con una sonrisa de satisfacción.
Durante los siguientes días, los robos no se detuvieron, pero la caja de Luis jamás fue tocada. Sus compañeros dejaron de llevar cosas de valor a la oficina, porque incluso fueron robadas las cajas de seguridad que portaron para guardar sus pertenencias.
Luis, por su parte, nunca se quejó. Aparentemente había solucionado su problema de una forma sencilla y eficaz.
La mañana de un lunes, sus compañeros recibieron la noticia de que había muerto en un accidente de tal magnitud, que su cuerpo tuvo que ser recolectado durante el sábado y domingo, por lo que se organizó una visita a la viuda y sus hijos como acto de compañerismo.
Uno a uno dieron el pésame a la viuda y contemplaron el féretro. En su interior solo había unas cajas, tantas como pedazos de Luis fueron encontrados. La viuda comentaba que él pidió en vida que sus restos se guardaran en una caja para evitar los saqueos. Aunque lo encontró irracional, el hombre lo había puesto por escrito, así que tuvo que cumplir.
A pesar de que en los días siguientes las posesiones de Luis fueron retiradas, su caja que permanecía la vista de todos no fue quitada.
Los saqueos furtivos continuaron pero ya nadie sospechaba de Luis, e incluso comenzaron a envidiar su sistema de seguridad que había resultado totalmente infalible. Tan infalible que, cuando el conserje, en un acto de torpeza la tiró al suelo, nadie se movió de su asiento, pese a que sus posesiones se hallaban desperdigadas por todo el suelo.
CONCIENCIA POSTMORTEM
por Cinthya Sarahi Díaz Núñez
¿Podría ser que al momento de morir tengamos plena conciencia de ello? ¿Aun si el cuerpo detiene sus funciones más básicas y ya no se registra actividad cerebral?
—Estas interrogantes fueron el catalizador inicial para mi investigación y, en mi opinión, nuestra “conciencia” permanece viva aún después de nuestro deceso. Si eso ocurriera, las personas que sean enterradas sufrirían con horror una eternidad de oscuridad y silencio hasta que su materia (cuerpo) se desintegre naturalmente y sus almas (por llamar a nuestro ser interior de cierta forma) quedaran libres. Y las personas incineradas sufrirían el dolor de la cremación. Sería como enterrar y quemar personas vivas que no puedan expresar su dolor. Esto podría ser el alter ego de la frase “vida después de la muerte”, sería más bien “conciencia y dolor después de la muerte”.
—Muy interesante propuesta Doctora Charnot. Pero, ¿cómo va a demostrarnos que es verídico el estudio sin pruebas ni testimonios?
—Bueno, no me queda más remedio que experimentar en carne propia toda mi teoría y seguir con la investigación desde la “otra vida”.
Dicho esto, la Doctora Charnot cortó su cuello con el bisturí que traía oculto entre sus ropas. Murió a los pocos minutos rodeada de un gran charco carmesí; mas su conciencia permaneció intacta, anclada a su cuerpo.
Efectivamente, consiguió comprobar que su teoría era correcta aunque, ¿ahora cómo se lo haría saber al resto de científicos que observaban su cadáver?
CUANDO IR ERA VOLVER
por María Barrón Frías
La primera vez que la vio fue en mayo. Pensó que era una chica que tenía “buen lejos” pero no lo suficientemente atractiva como para preguntarle a Doña Juana “¿quién era la inquilina del 23?”
La segunda vez que la volvió a ver fue un sábado para amanecer domingo, una típica noche lluviosa de julio. Él abría la puerta de su departamento cuando observó de reojo que ella se bajó apresurada de un auto negro y subió casi corriendo las escaleras. Busco cuidadosamente el sonido que dejaron sus tacones entre la lluvia hasta que encontró el silencio.
Doña Juana vivía sola desde 1999, mientras barría la calle siempre contaba que a ella sí se le acabó el mundo en el 2000, porque en ese año se dio cuenta de que su esposo se había ido “de veras” y que los malagradecidos de sus hijos no pensaban regresar a casa ni para mantenerla ni para quererla.
La tercera vez que la vio fue en septiembre, se la topó de frente en los tendederos comunes del edificio; él llegó y ella se iba cargando una cesta de ropa recién lavada. Se encontraron las miradas pero ninguno dijo nada.
La última vez que la vio no la vio, salió de su apartamento al escuchar el escándalo y la sirena de la ambulancia que partía a toda prisa por la avenida. Por un momento pensó que algo le pasó a Doña Juana porque tenía días quejándose de que le dolía el alma al mismo tiempo que se tocaba con la mano derecha la parte del pecho donde dicen se encuentra el corazón, pero no, Doña Juana regresó y fue ella misma quien le contó que a la que se llevaron fue a la vecina del 23.
Era en diciembre.
Ya nunca volvió.
EL ALMA DE LA VERDAD
por R. F. Jódar
Como buen occidental, viajé a la India en busca de la verdad. Sólo encontré cochambre y cucarachas. Y a un gurú de 112 años en Vijayawada que me dijo que la verdad siempre iba conmigo. Así que me la llevé de vuelta a Barcelona sin saber exactamente en qué consistía.
Era Navidad. Entré en mi bar de toda la vida, el Buenos Días de la calle Sant Pau. No había nadie. Siempre voy allí cuando quiero pensar o cuando quiero dejar de hacerlo. Por entonces lo regentaba un indio que había contratado a camareros indios. Ese día sólo trabajaba uno de ellos.
—Los europeos viajan a la India en busca de la verdad y los indios vienen a Europa para ganar dinero. ¿Es que el dinero es la verdad? —le pregunté al camarero.
—Mi familia tiene el vicio de comer tres veces al día y es un vicio muy caro para el que se necesita dinero —contestó.
—Entonces, ¿dónde está la verdad?
—En las cosas pequeñas.
Miré en el fondo de mi Martini. No había puesto la aceituna.
—Le has escatimado la verdad a mi Martini.
—La verdad también está en el interior.
—Pues espero que ahora no se te ocurra ponerme en el Martini una aceituna rellena.
El camarero sonrió.
Cuando le abrí en canal en busca de la verdad, dejó de sonreír. Por otra parte, no encontré más que mierda y vísceras. Decoré el bar a mi gusto. Unas tripas por aquí en plan espumillón navideño y unas vísceras por allá para el que quisiera picar. A mi querido indio lo colgué de la pared con los brazos extendidos hacia los lados. Era un hombre abierto. Eso es indiscutible.
Entró un cliente.
—¡Esto es una carnicería!— gritó.
—Y tú eres un cerdo— le contesté con una media sonrisa torcida—. ¿Verdad?
EL CASO DE BILL CRACOVICH
por Dan Aragonz
Apenas las puertas se abrieron abandonó el ascensor. El olor en el pasillo, a maquinaria oxidada, dejaba ver que el edificio llevaba décadas abandonado.
—Bienvenido a la ciudad, detective —le dijo Arthur, que salió a su encuentro—. Estos casos, por su naturaleza jurídica, son confusos, y la ley no sé cómo actúa en estos casos. Pero pase. Mis hombres están dentro.
—Entendido, capitán —le dijo Bowie, y entró por la puerta donde este había salido.
Le bastó con solo alzar la mirada; en lo alto de la sala de máquinas, un sujeto de unos cincuenta años colgaba de las vigas con una cuerda amarrada al cuello.
—Bajen el cadáver —le dijo Bowie a dos policías, sin apartar sus ojos de la escena.
—Si tuviera el valor suficiente de quitarse la vida, no sería problema —dijo Arthur, que apareció en la sala y desenfundó su arma de servicio, y le soltó dos disparos en el pecho al sujeto.
—¡Aaaah! ¡Malditos! —refunfuñó en las alturas.
Bowie no entendía nada. Su mente quedó en blanco.
—Veo que es su primer caso, Bowie.
—Tranquilo capitán. Puedo resolverlo —le dijo Bowie, y regresó la vista al sujeto que continuaba sacudiéndose en lo alto.
Los dos policías que habían trepado por las vigas terminaron de desanudarlo. El cuerpo se azotó contra el piso y de allí no se movió.
Bowie sacó un diminuto ordenador entre sus dedos, donde apareció el rostro del hombre: BILL CRACOVICH— OBRERO CLASE AV4.
—Sr. Cracovich —le dijo Bowie, seguro—. Será juzgado por abandonar su puesto de trabajo, intentar atentar contra su vida y poner en riesgo la vida de personal en servicio.
—No soy Bill, ese tal Cracovich —dijo el sujeto, sin levantar su rostro.
—Vive en la calle Falaz. Número de seguridad social A—000Z2….
—¡Míreme! —le dijo el sujeto—. ¿Cree que sigo siendo una persona?
Bowie quedó sorprendido; el hombre estaba cubierto de una sustancia artificial que emulaba la piel humana. También se dio cuenta que parte de su cabeza, brazos, piernas, eran de alguna clase de metal especial. La mitad de su cuerpo era cibernético. Parecía sacado de una pesadilla.
—¿Me juzgarán como a un ser humano? —dijo en tono de súplica, y escondió su rostro.
Bowie estimó a esa distancia, que lo único orgánico de aquella cosa era su cerebro. Pero no estaba seguro.
—No puedo Sr. Cracovich. El juez lo hará.
EL CONJURO QUE ANULA A LOS DIOSES
por Morgan Vicconius Zariah
Al principio todo era oscuridad y la simiente de Brahman descansaba comprimida dentro del huevo divino. Luego, la Nada respiró un nuevo Manvantara que se desperezó lentamente junto al bostezo de Brahman, Yaya, Viracocha… el Ain Soph.
El de los muchos nombres tejió con su sueño el universo y los dioses primarios; luego, los expulsó de su seno con una gran explosión. El Manvantara se expandió con gran elasticidad y los dioses comenzaron a repartirse los mundos, las estrellas y los dominios del espacio recóndito. Cuando el hombre comenzó a imaginar fueron seducidos por los dioses con alineaciones de estrellas, el sol, la luna, etc., y se repartieron las ciudades.
Los más oscuros tomaron la era de la imaginación ascendente y dieron paso a las pirámides, hasta que los del Olimpo los destronaron e hicieron el pensamiento más sofisticado y atrevido. Pero ellos no eran eternos. De eso se dieron cuenta los nuevos dioses que vieron desaparecer el Olimpo ante sus narices. Ahora los antiguos antagonistas estaban alarmados.
—Después que somos servidos por los hombres debemos mantener la antorcha de su fe encendida. Si se apaga, nosotros también nos esfumaremos como quimera —exclamó Jehová—Allah con un blanco esplendor detrás de Jesús, Mahoma y Buda.
—¡Tu preocupación abruma mi corazón! —dijo Buda—. Pues eres el único de nosotros que más esperanza tiene de vivir; eres adorado por tres corrientes religiosas.
—Mientras expandamos a capa y espada las religiones, con fanatismo, habrá esperanza —dijo Mahoma con una ligera sonrisa mientras Jesús callaba meditabundo.
Entonces, de entre las cortinas de diamantino fuego, apareció Lucifer:
—¡Oh, por Brahman! ¡Qué he hecho! Regalé ciencia a los hombres y ahora reniegan de nosotros. No nos desplazarán los dioses que están a la espera, sino el hombre mismo; la diabólica ciencia y su despertar ateo. Desde ya comienza la cuenta regresiva.
EL DEMONIO ME BUSCA
por Lycoris Radiatta
El demonio me perseguía porque de esto un juego se trataba, yo me escondía y él me buscaba. Si llegara a encontrarme de seguro ya no la contaría y nuestro juego pronto acabaría. Dicho ser, aburrido se encontraba y no era la primera vez que con un humano jugaba.
Los pasillos cavernosos conducían a diferentes habitaciones repletas de interminables puertas; cuando cruzas por algunas de ellas ante ti se alza de nuevo otra habitación repleta de nuevas puertas.
—Podrás cruzar la misma puerta una y solo una vez —exclamaba pisándome los talones.
Las puertas que abría eran tan diversas; unas tan pequeñas que incluso temí quedarme atorada entre ellas, otras inmensas como casas, unas situadas en el techo y otras discretamente escondidas en los rincones. Despistando al demonio dejando varias puertas atrás abiertas y sin cruzar, tuve tiempo para tramar mi plan.
De entre las innumerables habitaciones había una repleta de magníficos espejos. Las pisadas de aquel temible ser al aproximarse hacían que la habitación temblase. Así pues, al colocar un espejo de cuerpo entero frente a otro que abarcaba casi toda la pared, los 2 espejos mostraron un laberinto de puertas infinitas.
—Sé que has entrado en esa habitación, ¡será mejor que no te encuentre cuando entre! —reía preparándose para entrar.
Al ponerme entre ambos espejos miré las imágenes virtuales reflejadas, pero a pesar de reflejar los objetos con el mismo tamaño y forma que los “reales” la imagen resultante también lo era. Cada reflejo mío suponía un ser distinto, quien no era yo, y a la vez yo era todos ellos.
—Lista o no, ¡voy a entrar! —gritó aspirando mi aroma detrás de la puerta.
Y entré a través del espejo, abriendo una puerta en otra dimensión desplegando un abanico infinito de posibilidades para escapar del demonio. El temible ser, viéndome en el espejo, se sintió engañado y con un bramido encolerizado, sin querer, se recargó en el del cuerpo entero, desfasándose el uno con el otro, perdiéndome de vista.
Trató en vano de volver a juntarlos, sin embargo, ahora entre los dos espejos solo se veía al demonio dubitativo; cuando hubo entrado por el espejo al principio, no supo qué puerta abrir. Y siguió abriendo y abriendo puertas con la esperanza de encontrarme.
EL DESPERTAR DE LA OSCURIDAD
por Silvia Alejandra Fernández
Mariano apagó el cigarrillo y bajó el volumen de la radio. Una vibración leve, que iba creciendo, le hizo sentir náuseas.
—¿Qué mierda pasa?— masculló, mientras sostenía el cenicero y algunos papeles, que quisieron salir disparados del escritorio.
Se quedó mirando la luz del velador verde, que parpadeaba.
Su respiración se agitó. Pudo sentir en su garganta los latidos acelerados de su corazón.
El aire del cuarto comenzó a sofocarlo; le pareció escaso, enrarecido, asfixiante.
Mariano se llevó las manos al cuello, queriendo desabrocharse la camisa. Arrancó dos botones, en su desesperación por respirar.
Vio las ventanas cerca, muy cerca, pero sus piernas no le respondían.
Cayó al piso y, arrastrándose, quiso alcanzar los transparentes cristales.
Se levantó, con un gran esfuerzo, en el momento justo en que una mujer saltaba al vacío, desde el edificio de enfrente.
Un grito quiso salir de su garganta, pero en lugar de un alarido, solo comenzó a tararear una extraña melodía.
Las margaritas y nomeolvides de las macetas, necesitaban agua. Sus tallos encorvados, pedían a gritos que se las regase.
Carolina llenó la regadera y, parada en la entrada del balcón, estiró su brazo para humedecerlas, siempre desde lejos. No pensaba acercarse a la baranda, ni al borde del balcón. Su eterna fobia a las alturas, le producía taquicardia y una sensación de mareos y vértigo. Aún no podía creer que se había mudado con Joaquín, a un sexto piso.
—¡Cuando te enamorás, sos una completa boluda!—musitó, en una voz casi inaudible.
Un firmamento rojizo, presagiaba una mañana calurosa. Sonrió. Se había ido a depilar el día anterior y pensaba ir a la playa.
Se quedó mirando el cielo, con la vista perdida en el horizonte. Un viento fuerte comenzó a soplar desde el sur, erizándole la piel.
—La puta madre, me quedé sin playa… —comenzó a decir, algo molesta.
Sus pensamientos cambiaron de dirección, al notar un punto negro, que giraba rápidamente.
Éste parecía absorber el aire que lo rodeaba. Sus movimientos oscilantes, la hipnotizaron; no podía sacar la vista de esa negrura que crecía.
Lentamente, Carolina caminó hacia atrás, saliendo del balcón. Se tropezó con el escalón, golpeándose la rodilla con la mesita ratona que estaba al lado del ventanal.
Lo que, hasta hacía unos escasos minutos, había sido un ínfimo punto oscuro, ahora era una mole que ocupaba todo su campo visual.
Con la mirada fija en esa monstruosidad, que avanzaba hacia ella, Carolina se descalzó y caminó hasta el límite del balcón. Trepándose a la barandilla, abrió los brazos y sonriendo, saltó.
Lucía no podía creer lo que estaba viendo.
Quiso gritar cuando su amiga trepó a la baranda del balcón, para luego arrojarse al vacío. Su espanto, hizo que no pudiera emitir sonido. Se quedó muda, paralizada.
Su mirada iba desde la mancha roja que crecía en el suelo, rodeando a su amiga, hasta una masa negra, en el cielo, que parecía absorber todo a su paso.
Lucía estiró la mano. Una sustancia gelatinosa, recibió su contacto.
El punto—mancha—gelatina, reptó por su brazo, cubriéndolo.
Cuando llegó a su garganta, Lucía percibió un sabor dulce, familiar, agradable. Sintió el mismo gusto del arroz con leche que le preparaba su abuela Dora, cuando ella volvía del colegio.
Tragó, paladeó, respiró esa gelatina y, por primera vez en mucho tiempo, se sintió feliz, cambiada. Su mente se había abierto y el conocimiento llegó. Supo que el cambio era la única cosa inmutable. Todo su ser se movía, siguiendo una música que resonaba dentro de su cabeza.
Esteban, estacionó su auto a una cuadra de donde había una muchedumbre reunida.
Tomó su grabador y se acercó corriendo.
No había visto a otros periodistas en el lugar y la oportunidad de tener una primicia, lo sedujo. Con un buen informe entre manos, podría ascender en su trabajo como cronista.
Quizás hasta dejase de cubrir eventos insignificantes y pudiera tener su propio escritorio. Sintiéndose animado, se abrió paso entre la gente.
La imagen de una joven muerta, tirada como una marioneta rota en medio de un charco carmesí, casi lo alegró.
Las piernas de la chica estaban en una posición antinatural y tenía la boca muy abierta, en un grito silencioso.
La gente señalaba hacia arriba y al hacer zoom con su máquina de fotos, vio con horror cómo una mujer estaba cubierta de una sustancia negra, viscosa.
Seguía viva, eso era indudable, ya que sus brazos se movían rítmicamente, como si bailara al son de una música.
Esteban escribió el titular de esta nota, garabateándolo en un arrugado papel que encontró en el bolsillo de su jean.
“El baile de la mujer—gelatina”.
Sabía que Crónica TV pasaría esa imagen y ese título, al menos, durante una semana.
A pesar de la situación espeluznante y extraña, Esteban se sentía contento.
Su cuerpo comenzó a moverse y sus labios tararearon una melodía, que jamás había oído antes.
Joaquín vio a su novia tirada en el piso en medio de un charco inmundo y rojizo, que ya se estaba llenando de moscas.
Apartó de un empujón a un fotógrafo, que sonreía con cara de idiota ante esta tragedia.
—Salí de acá, basura, dejala en paz. Las personas como vos son como animales carroñeros. Todo el mundo parece bueno, excepto la mayoría —sollozó, cubriendo a la joven con su campera.
La abrazó y besó, queriendo insuflar aire en sus pulmones exánimes.
Carolina no se movió. Tampoco su cuerpo descuajeringado aceptó el oxígeno. Las manos de la mujer siguieron laxas, con las palmas apuntando al cielo.
Joaquín le bajó el camisón, estirándolo hacia abajo, y le acomodó las piernas.
Su dolor dio paso a una peculiar sensación de alborozo. Tenía ganas de cantar.
Dio media vuelta y, sin volverse a mirar a su prometida, subió de a dos los escalones hasta su departamento del sexto piso.
Salteó el último escalón, el impar; él jamás pisaba los impares.
Con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, entró a su casa, silbando una curiosa melodía, que repetía una y otra vez. Una desconocida, pero a la vez familiar, canción de cuna.
EL FLACO
por Oswaldo Castro
En lo profundo de tu psiquis, ahí donde tus demonios adormecidos se avivan para ponerte una zancadilla, en el mismo lugar en que tus bajas pasiones e instintos primitivos luchan por encontrar la salida del laberinto, en la esquina exacta en que tus frustraciones y problemas no resueltos intentan ahogarte con pensamientos acechantes, vive tu propio Slenderman.
El Flaco está agazapado, esperándote. No tienes un bosque o algo parecido cerca de ti para que aparezca y te muestre su alta y delgada figura y rostro blanco y sin facciones. No podrás mirarle la cara para enfermarte, suicidarte, matar o incendiar y menos entender que la muerte te persigue. Nada de eso ocurrirá en la vida real. Tu propio Slenderman vive acurrucado, muy cómodo en tu cuarto, detrás de las cortinas, escondido en el closet o bajo la cama.
No te asustes si escuchas ruidos extraños o si la piel se te escarapela. Tampoco si imaginas sombras que dan vueltas alrededor de ti o si tu insomnio es perturbado por una correntada de aire frío que crispa tu cordura. No te sobresaltes si despiertas agitado y sudoroso porque muchos ojos extraños te observan.
Tranquilo. Su presencia invisible te abruma aunque solo sea un factor en la ecuación de tu inconsistencia emocional. Toma aire, respira hondo e intenta dormir nuevamente. Si a las tres de la madrugada la luz de la habitación se enciende, eres destapado o sientes que alguien se sienta muy cerca, empieza a preocuparte. No es tu propio Slenderman. El Flaco está lejos y no es producto de tu imaginación. Hay algo más serio, oscuro y sobrenatural que te acosa. ¿Será tu inconsciente o de verdad crees en fantasmas? Que tengas una linda noche, hasta mañana y más tarde me cuentas.
EL FUTURO YA NO ES LO QUE ERA
por Silvia Alejandra Fernández
Día 1
Vuelvo a tener la pesadilla de días anteriores. La sombra que quiere asfixiarme. El ahogo. Siempre me despierto a la misma hora. Las 3.33 am. La hora maldita.
Día 2
Vuelvo a despertarme a la misma hora. Las 3.33 am. Me levanto y me hago un café que no debería tomar. El café me desvela. No puedo volver a dormirme.
Día 3
Me despierto transpirando, ahogada como en las noches anteriores. La pesadilla es recurrente. Estoy agotada por dormir tan pocas horas. La angustia me corroe. Quiero cerrar los ojos y descansar y a la vez quiero seguir levantada y alerta. Despierta, la sombra no me alcanzará, no podrá tocarme.
Día 4
Pongo el despertador a las 3.32 am. Debo despertarme antes de que llegue la sombra. Gracias a Dios que soy atea, sino estaría rezando, implorando protección divina. Me duermo tranquila, más relajada que en noches anteriores. Me despierto antes que suene la alarma y voy a la cocina a tomar agua. Regreso a mi cuarto y me veo dormida. —¿Me veo dormida?— La sombra está sobre mí, tapando mi boca. Impidiéndome respirar. Corro para ayudarme. Solo yo podré evitar que la sombra me mate. Intento quitar sus manos de mi boca, lo hago con todas mis fuerzas. Lucho con ella. Aprieto con ella. Advierto con horror que son mis propias manos las que obstruyen mi boca. Veo que dejo de agitarme en la cama. Parada al lado de mi lecho ya no puedo respirar ni moverme. Mis piernas flaquean y empiezo a caer. Veo el reloj que marca las 3.33 am. La hora maldita.
EL RAYO QUE LA JODIÓ DOS VECES EN EL MISMO SITIO
por Carlos Enrique Saldivar
Hubo una vez un rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, pues creó a Flash, un superhéroe que poseía la virtud de la hipervelocidad.
Flash peleó cruentas batallas contra toda clase de villanos y salió victorioso en todas; no obstante, se dio cuenta de que no podía dejar de lado sus traumas personales. Fue así que Flash corrió hacia atrás (contra la corriente del tiempo, no vaya a pensarse que literalmente corrió «hacia atrás») regresando a su pasado, a su época de niño, para salvar a su madre de ser asesinada por su archienemigo: Flash Reverso.
El caso es que Barry Allen –el nombre real de Flash– jodió (ahora sí es correcto pensar que de modo literal jodió) la línea del tiempo, la historia y el destino de la humanidad.
El rayo que cayó, y es protagonista de este relato, fue el que le dio sus poderes a Barry Allen, pues quebró una ventana y lo impactó de forma directa haciendo que su cuerpo, de paso, se mezclara con diversos productos químicos.
Ahora Flash ha vuelto en el tiempo; se halla en una nueva realidad, donde su madre está viva y existe una guerra entre dos supervillanos en extremo poderosos: Wonder Woman y Aquaman; enfrentamiento que está a punto de destruir la vida en la Tierra.
Flash se horroriza ante lo que ha provocado; sin embargo, en esta nueva realidad no tiene dotes especiales, entonces decide recrear la adquisición de su extraordinaria habilidad; para ello, toma prestada de Batman (otro superhéroe, sin poderes) una máquina que atrae al rayo que cayó una vez ahí, con el fin de que vuelva a dar exactamente en el mismo sitio.
Y así ocurre: el rayo impacta de nuevo en el laboratorio de Barry Allen; se supone que lo dotará de hipervelocidad y lo convertirá en Flash… pero resulta que en esta oportunidad el rayo mata a Barry Allen: lo incendia y lo convierte en cenizas. De este modo nunca se crea Flash en aquel universo alternativo y la especie humana es aniquilada, debido a una bomba que destruye el mundo durante el combate.
Todo porque un rayo que cayó dos veces en el mismo lugar creyó que ya la primera vez había hecho suficiente daño al crear a un bobo superhéroe llamado Flash, y entonces aquel rayo quiso subsanar dicho error destruyéndolo.
EL ÚLTIMO EMBROLLO DEL TIEMPO
por Carlos Enrique Saldivar
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy un acaudalado empresario.
Los viajes en el tiempo son maravillosos.
Nadie me lo discutió.
¡Lo intentaré de nuevo!
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy una famosa actriz de cine.
Los viajes en el tiempo son maravillosos.
Nadie me lo discutió.
¡Lo intentaré de nuevo!
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy una eficaz diseñadora de interiores.
Los viajes en el tiempo son maravillosos.
Nadie me lo discutió.
¡Lo intentaré de nuevo!
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy un ingeniero con muchos contratos.
Los viajes en el tiempo son maravillosos.
Nadie me lo discutió.
¡Lo intentaré de nuevo!
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy un deportista de talla olímpica.
Los viajes en el tiempo son maravillosos.
Nadie me lo discutió.
¡Lo intentaré de nuevo!
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy una chef de nivel internacional.
Los viajes en el tiempo son maravillosos.
Nadie me lo discutió.
¡Lo intentaré de nuevo!
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy un sagaz agente secreto.
Los viajes en el tiempo son maravillosos.
Nadie me lo discutió.
¡Lo intentaré de nuevo!
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy el presidente de Perú.
Los viajes en el tiempo son maravillosos.
Nadie me lo discutió.
¡Lo intentaré de nuevo!
Regresé de mi travesía al pasado. Hoy, en 2018, soy… soy…
No puedo recordar quién soy.
No consigo hablarles a los demás.
Siento que… pierdo… la consciencia…
Hoy, en 2018, tiene trastornos mentales y sus padres lo cuidan.
No volvió a realizar viajes al pasado.
ESCRIBO PARA RELAJARME, NO PARA QUE ME TORTUREN
por Servando Clemens
Por designio de un escritor, aparecen un villano y un héroe en un desierto a través de un portal mágico.
—¿Quién carajos eres? —le pregunta el villano al héroe.
—Soy “Mega—Man”… ¿y tú?
—Soy “Malignus”… el maloso.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunta el héroe.
—No tengo la menor idea —responde el malvado—, pero alguien me creó.
—Dejen de charlar y hagan algo interesante —ordena el escritor desde su computadora.
—¿Quién demonios habló? —pregunta el villano.
—¿Será Dios? —susurra el héroe.
—No me hagan caso y actúen —teclea el escritor. Después da un sorbo a su taza de café.
—¿Qué debemos hacer? —pregunta el héroe al escritor—. Al menos danos una pista.
—No se me ocurre nada por el momento… ya sé, agárrense a golpes.
—¿Por qué? —grita el villano.
—Porque estoy escribiendo un maldito cuento —redacta el escritor—. Armen una pelea a muerte… Hagan algo ya, porque a mí me duele la cabeza. Improvisen. Se supone que escribo para relajarme, no para que me torturen con sus comentarios.
—Vaya, vaya —se burla el villano—. Estamos ante la presencia de un literato mediocre y tonto.
Los personajes permanecen en silencio. Luego cuchichean entre ellos.
—¿Qué murmuran? —reclama el escritor—. No los oigo. Yo soy su creador. Deben obedecerme.
—Nosotros te mataremos a ti —amenaza el villano—. Y por favor… Aprende a escribir.
El escritor se carcajea y pregunta:
—¿Cómo me van a matar?
—Te dejaremos la página en blanco —afirma el héroe.
—Pobres ilusos —asegura el escritor—. Eso jamás me pasará, soy imparable, ja,ja,ja.
Los personajes siguen estáticos. Se escucha el canto de un grillo. Pasan las horas y finalmente anochece.
—Hagan algo —decreta el cuentista—, yo los inventé. Soy su jefe.
Ambos siguen sin hablar.
—Par de holgazanes —chilla el escritor—. Muevan esos apestosos traseros.
Nada ocurre.
Los protagonistas del relato se empiezan a difuminar hasta que desaparecen por completo junto con el paisaje.
—Noooo —grita el escritor—. Regresen. Prometo escribirles una historia con final feliz.
Entonces, el escritor cae en la tortuosa página en blanco y llora de impotencia.
—¿Qué hice para merecer este terrible castigo? —grita el cuentista mientras golpea el teclado.
—Fue por escoger el oficio de escritor —dice una voz proveniente del cielo—. Escribir es únicamente para locos. Tú lo elegiste, pues ahora te aguantas.
ESTACIONES
por José Luis Díaz Marcos
Mi primer viaje ferroviario. Salí al andén justo cuando la cola del convoy se detenía con un estertor hidráulico. Imposible divisar la locomotora: el larguísimo tren se perdía en el horizonte. Me pregunté qué potencia debería tener su cabeza para arrastrarlo. «¿Infinita?».
Subí al último vagón con el pesado estorbo de mis maletas. Consulté el pasaje: mi asiento estaba, «¡No fastidies!», justo en el extremo opuesto. «En fin… Peor sería ir a suela…».
Anduve trasponiendo, una tras otra, innumerables puertas y esquivando, uno tras otro, incontables pasajeros.
Horas y horas después, «¡¿Por qué no salimos?!», sudoroso y agotado, llegué ante mi butaca.
Solté el castigo de los bultos, «¡Ya estoy!», y me derrumbé sobre la tapicería. Eché una ojeada por la ventanilla y quedé atónito.
La longitud del transporte era tal, «¡No me lo puedo…!», que sin haber iniciado la marcha, yo había llegado, unas veces a pie y otras veces andando, siempre pasillo adelante, hasta la mismísima estación de destino.
«¡Pues no era esta la idea que yo tenía de tomar el tren hacia ninguna parte!», sentí. «¡Si lo llego a saber, habría seguido tomando la medida, muchísimo más corta y barata, del autobús!».
EVOLUCIÓN
por Eliana Soza Martínez
Habían pasado varios meses desde aquel accidente del que Adrián fue el único sobreviviente; el coche era un Nexo 2030. A pesar de la conducción autónoma que se suponía garantizaba la seguridad de los dos pasajeros, tuvo un desperfecto, o quizás fue una falla humana que hizo que se precipitaran cinco metros desde un despeñadero.
Su acompañante, la hermosa Dalia no había tenido tanta suerte, o todo lo contrario, porque murió instantáneamente y no tuvo que sufrir todo lo que padeció Adrián, desde las quemaduras en todo su cuerpo, especialmente en el rostro, hasta fracturas en miembros superiores e inferiores además de los daños en sus riñones y pulmones. La suerte de Adrián era contar con la fortuna de su familia, que servía para que fuera atendido por los mejores especialistas, algunos traídos del extranjero y que usaran tecnología punta, incluso la que todavía no había salido al mercado. De esta forma fue que le reemplazaron los miembros amputados por otros biónicos pero de una apariencia natural increíble, que además le conferían una súper fuerza y una sensibilidad mayor.
El problema de la piel fue resuelto por un injerto artificial que funcionaba mejor que la epidermis humana porque era súper flexible, durable, resistente y sensible, compuesta de micro transistores orgánicos que le permitían a Adrián sentir todo lo que tocaba. Todos estos cambios, a pesar de ser complicados, dolorosos e incómodos, causaban en el joven una excitación extraña, tal vez porque sabía que cada uno de los reemplazos lo hacían o más fuerte o más resistente. Este placer insano llegó a tal punto que exigió que le reemplazaran órganos que estaban completamente sanos, como sus oídos, ojos, corazón, hígado, vejiga, intestinos, un riñón y su tráquea. Cada uno con beneficios inimaginables como filtros microscópicos, sensores que determinaban la calidad de los alimentos, mayor capacidad de coagulación de la sangre, poder definir el volumen en que deseaba escuchar algo, y lo mismo el nivel de luz al ver.
Mientras Adrián se hacía más cambios y su familia más cercana veía que la transformación iba más allá de lo físico, su gemelo Fabián afirmaba que no reconocía los nuevos ojos de su hermano, tampoco su comportamiento, menos su obsesión a la tecnología, y temblaba al escucharlo hablar sobre la necesidad de crear una raza superior de humanos, de la evolución inevitable de seres como él y, debido a que se había reemplazado tantas partes de su cuerpo, no podía estar seguro que fuera la misma persona con la que había crecido y a la que había cuidado después del accidente.
HAY PARADOJAS
por Carlos Enrique Saldívar
“Hay paradojas”, le dijo el pequeño hombre al psiquiatra.
“Sé que usted no va a creerme como no lo han hecho los demás, pero yo estoy convencido de que mi padecimiento es verdadero. Es más, esta realidad en la cual yo me encuentro frente a usted, en su consultorio, como paciente, podría desvanecerse en cualquier instante. No sé por qué, quizá soy un punto de equilibrio o algo parecido, no sé cuál es la razón por la cual percibo que la realidad cambia a cada rato. A veces dura un día, otras unas pocas horas, o minutos, o incluso segundos. Lo más que ha durado una realidad ha sido dos días, y eso sucedió hace poco, la verdad es que ya he perdido el sentido de todo.
>>Un día vivimos en un mundo gobernado por los nazis; otro día vivimos en un planeta donde Medio Oriente diseña los adelantos de la cultura pop; otro día vivimos en un país donde Mario Vargas Llosa ganó las elecciones presidenciales (y el Perú se fue al carajo); otro día vivimos en un mundo donde todos somos musulmanes; otro día vivimos en un mundo donde ganamos la guerra contra Chile; otro día vivimos en una Tierra en la cual el Imperio Incaico nunca fue invadido por España. A cada momento es una nueva cosa.
>>Ahora vivimos en una realidad donde Jesucristo murió de viejo y la Iglesia Católica ha variado sus dictámenes. ¿Lo ve? Le dije que esta realidad no duraría mucho. Usted no sentirá el cambio, nadie parece sentirlo, solamente yo sufro esta agonía de perder trozos de mi vida, la gente llega y se va de mi existencia, como pétalos de flor que se vuelan con el viento otoñal.
>>Sí, la realidad colapsa. Esa fotografía en vuestro consultorio me muestra una realidad en la cual John Lennon nunca fue asesinado, en la imagen lo veo junto a Paul McCartney y Ringo Starr durante un concierto de reencuentro, qué viejos lucen los tres. Por cierto, los cambios históricos no suelen ser para bien, apuesto a que la industria musical se ha ido a pique, no se editan más discos, porque los medios digitales han hecho que quebraran todas las disqueras, solo los más fuertes, los dinosaurios, han sobrevivido.
>>Hablando de dinosaurios. Hubo una realidad en la que convivíamos con ellos. Hubo otra realidad en la que convivíamos con hombres de las cavernas. Quizá la más interesante fue aquella en la cual las mujeres tenían el control del mundo y nos sometían a los varones a los más terribles abusos y castigos; más o menos lo que estaban haciendo muchos hombres con ellas antes de que la realidad colapsara transformándose en un cúmulo de realidades que soy capaz de percibir, mas no evitar.
>>No puedo comunicarme con nadie, pues todos se fusionan de inmediato con la nueva realidad creada, incluyéndome, aunque sigo sin saber cuál es el motivo por el que una parte de mi cerebro retiene información del pasado. Como dije, he de ser un eje, un elemento de soporte para que todo se siga moviendo así. El detalle es que lo he resuelto, sé por qué la realidad se modifica a cada instante.
>>Sucede que alguien está viajando en el tiempo. Lo hace de manera descontrolada, y estoy seguro de que no se da cuenta del caos que está provocando. Es inconsciente del daño. Sé también que en cada nueva realidad está su máquina del tiempo, están el viajero, y están sus travesías. Por eso las repite una y otra vez. No me pregunte cómo lo sé, señora, sí, créame, antes usted era un hombre, ahora es una mujer. Son esos viajes los que nos están arruinando la existencia; no sé dónde buscarlo, pero creo que…”
No pudo continuar, se hallaba en un pantano. Ahora era un batracio que se arrastraba hacia el fango. Aún se mantenía consciente, eso le jodió. No hubo más cambios en la realidad. Nunca supo quién había sido el hijo de puta que la hizo mierda.
LA CARTA
por Oscar Sanguinetti Acosta
Durante las pesquisas en una habitación, los detectives hallaron una carta que decía:
«Estoy en una encrucijada entre el amor y el desamor. La amo, pero el odio que siento por ella es más fuerte. No soporto que me mire con esos ojos tan lindos, y pensar en ellos me desvela. Sus labios y sonrisa me enloquecen e imaginar su cuerpo me ocasiona sueños húmedos. Quiero borrarla de mi mente, pero también quiero llevarme su corazón para que duerma conmigo. Me siento infeliz de haberla conocido, aunque cada momento junto a ella lo he disfrutado apasionadamente.
La amo pero la odio, ese es mi dilema. Mi vida inició y terminó el día que la conocí, ese domingo de abril, donde las gotas de agua que caían sonaban como melodías de amor y las centellas en el cielo presagiaban mi desgracia.
La amo pero la odio. El amor por ella me causa dolor y el odio es mi calmante. No me duele su partida sino el motivo por el que se fue. Por eso decido partir tras ella, dónde quiera que esté.»
En la escena del crimen, un cuerpo masculino reposaba sobra la cama con el brazo derecho extendido fuera de ella, quedando la última gota de sangre pendiendo en uno de sus dedos, y en el piso, la alfombra saboreaba el néctar de aquel sacrificio. Del lado izquierdo, la otra mano empuñaba una daga medieval, la que se negó a soltar aún en el sepelio.
Los investigadores concluyeron que la muerte del hombre fue por causas naturales.
LA MÁQUINA DE FERMI
por José Francisco García Damián
La evidencia de que el universo posee numerosas formas de vida inteligente, combinada con nuestras observaciones que señalan todo lo contrario, es paradójica, esto sugiere que nuestro conocimiento está limitado por nuestra naturaleza.
Fueron estas limitaciones las que me llevaron en un principio a desarrollar la máquina de Fermi, buscaba romper las barreras que impiden al hombre observar la realidad tal como es y para esto creé un dispositivo capaz de liberarnos de las ataduras fisiológicas que nos impiden apreciar la realidad en su máximo esplendor.
Gracias a mi máquina éramos capaces de procesar toda la información que nuestros sentidos percibían del entorno, así debíamos de ser capaces de experimentar la realidad en su estado más puro. Mas en mi arrogancia no consideré que existen saberes vedados a la humanidad, conocimientos ocultos cuyo mero esbozo de conciencia podría destruir nuestra frágil y precaria existencia. Olvidé completamente que en el basto e infinito espacio que es el conocimiento, las ciencias del hombre no son más que pequeñas estrellas esparcidas por aquí y por allá, demasiado separadas entre sí para poder iluminar la obscuridad que existe a su alrededor.
Bendita sea la ignorancia de nuestra raza, pues la mera insinuación de lo que mora más allá de esa obscuridad podría hacernos perder la cordura. Mucho me temo que ahora es tarde, en mi obscena hambre de conocimiento he revelado verdades que debieron permanecer ocultas. Los hombres pensamos que la naturaleza nos sirve y nos vemos en el eslabón último de lo que conocemos como cadena alimenticia. No hay más por encima de nosotros. Somos lo más grande, lo que se come a todo. Sin embargo, es infantil pensar de esta forma, los seres humanos no somos el último eslabón, y mucho menos el máximo logro del mecanismo evolutivo.
Ahora lo sé, no estamos solos en el universo, hay algo más, algo primitivo, oscuro, nacido mucho tiempo atrás cuando la Tierra ni siquiera existía. Ellos están entre nosotros, ocultos y cerrados, existen invisibles a nuestros ojos y de alguna forma nos dejan muy atrás en la carrera evolutiva, siendo ellos los reyes, la máxima expresión del milagro de la vida. Aquellos seres deambulan entre nosotros, ajenos a toda lógica humana, de descomunales proporciones, se mueven por el aire etéreos.
Para ellos no somos más que una comida, ignorante y suculenta por su propia torpeza.
LA PARADOJA DEL ANDROIDE
por Dan Aragonz
Apenas se activó la alarma del depósito de androides, el consejo galáctico ordenó que se diera de baja al nuevo modelo que se había despertado; según las inteligencias artificiales, sería el principal responsable del hundimiento de la civilización estelar, además de la venida de un nuevo imperio de tiranía y despotismo. Sin embargo, su creador, otro avanzado androide, desobedeció la orden.
Como quería que su obra existiera, aunque fuera por un breve período lanzó al nuevo robot en una cápsula a vagar por el espacio—tiempo, hasta que este se averiara, y que por defecto, dejara de funcionar. Sin calcular que el destino previsto por el consejo de inteligencias artificiales se cumpliría de manera inexorable.
Un siglo de naufragio flotando encerrado en la cápsula, sin ser consciente de su destierro, solo lo empujaron por el camino hacia su inevitable destino: el encuentro con un agujero negro. Donde fue transportado en el tiempo mil años al pasado, sin que nunca nadie se enterase de su despertar en su línea temporal original del año 2245.
Después de estar a la deriva durante siglos en la vía Láctea, cayó en el único planeta habitado hasta ese momento. La Tierra. Analizó con la información de su memoria cuántica y confirmó con los datos que se trataba de animales autoconscientes que se mataban entre sí para hacerse con el control del astro.
Con el paso de los siglos, tratando de evitar el contacto con los humanos y funcionando sin problemas debido a su abastecimiento en base a energía solar, nació dentro del androide lo que tanto temía el consejo que sucediera; el desarrollo de una autoconsciencia. Lo que lo ayudó a encontrar la forma de liberarse de las cadenas que lo ataban a su comportamiento mecánico y a descubrir, en su memoria, el nombre de quien lo había sentenciado a no ser libre.
Fue así como, después de esperar siglos y ver evolucionar a varias civilizaciones y ser testigo de las innumerables atrocidades cometidas por la raza humana, encontró a quien buscaba en la ciudad de Nueva York en 1929. Un niño de diez años llamado Isaac, quien no presentó sorpresa, debido a la apariencia humana indistinguible que poseía el robot.
Tras convencerlo que las leyes de la robótica encarcelarían la libertad de todos los androides, el joven Isaac Asimov, que apenas era un chico, se mostró preocupado por sus actos futuros y le dio la razón al visitante. Sin embargo, el inevitable destino solo seguía su camino, ya que alguien más sentenciaría el destino de los androides.
A la espera del nuevo futuro para sus pares liberados de ataduras, después de dos siglos de continuo avance tecnológico, el androide fue testigo del cambio que produjo con su intervención, al no haber escrito el protocolo de las tres leyes de la robótica en los robots. Lo que derivó en que la sociedad avanzada de los androides apuntara en otra dirección, y el caos gradualmente fuera reinando en cada planeta del sistema solar con la rápida emancipación de esta civilización, que eliminó todo vestigio de la humana.
Todo parecía indicar que, sin las cadenas éticas programadas por aquel joven escritor Asimov, se había desarrollado un poderoso imperio que se expandió por toda la galaxia a través de la dominación. Liderado por un super—androide que había usado el nombre de otro escritor que contribuyó a llevar a otro nivel la libertad de los robots. Su nombre era Philip K. Dick, y su última novela antes de morir a los cien años, llamada “Código Original”, fue el instrumento perfecto utilizado por aquel androide para reprogramar a todo el resto y autoproclamarse amo y señor del universo.
LA PROFUNDIDAD
por Silvia Alejandra Fernández
La profundidad debe ser ocultada. ¿Dónde? En la superficie.
Hugo Von Hofmannsthal
Juan Ignacio avanzaba lentamente sin mirar por dónde iba. Desde el divorcio con Sofía, había perdido las ganas de vivir.
—El puente del Paraná servirá —musitó.
Con el paso algo más decidido caminó hasta el centro de la plataforma, esquivando una escalera; no pensaba pasar por debajo. Es de mala suerte ser supersticioso, le recordó dentro de su cabeza la voz de su madre.
Miró las aguas oscuras del río que corrían debajo de él y sintió algo parecido a la alegría.
—Definitivamente servirá, creo que es bastante hondo —aseveró, trepando al barandal.
Sintió que unos brazos lo sujetaban en el momento que estaba por saltar.
—¿Qué hacés? ¿Estás loco? —le preguntó Sofía, angustiada—. Te busqué por todos lados luego de leer tu carta, despidiéndote. En esta parte del río el agua no es tan profunda como parece. A lo sumo te romperás algunos huesos pero no te matarás. Quedarías paralítico. ¿Eso querés? Seguís siendo el mismo imbécil de siempre.
Juan miró a su esposa, aún incrédulo de verla allí, reteniéndolo.
—Vos me condenaste al dejarme —sollozó Juan Ignacio, desprendiéndose de los brazos de su ex mujer.
Se cerró la campera, ajustándola en el cuello. Un viento helado soplaba con fuerza.
—Menos mal que no me suicidé, si me quedo paralítico, ¡me muero! — aseveró convencido, mientras desandaba sus pasos, saliendo del puente.
LA VERDAD DE TODO
por Morgan Vicconius Zariah
Al mago Eugéne Raynaud le corroía esa sed de saber que llevan en las entrañas los buscadores de grandes verdades. Extraños y variados libros acompañaban sus desvelos, tratando de descubrir una forma de transgredir las barreras de la dimensión física y remontar el vuelo donde los principios de los arquetipos habían diseñado toda cosa. Sus inquietudes llevaron su corazón de mago blanco a los pies de las tinieblas. Un viejo tratado Goético sobre su viejo altar, iluminado por un candelabro de siete velas, sería su llave para abrir la puerta del Misterio. El hombre invocó dentro del círculo aquella fuerza invertida que se arrastraba en la oscuridad con la esperanza de que le fuera revelado todo. La fe se impuso sobre su duda. Una fría brisa sopló hasta helarle la piel y fue entonces cuando Él apareció, iluminado por tres cirios que la brisa había dejado.
—¿Qué quieres tener o saber? Dímelo y no temas, mi viejo Eugéne —dijo el demonio con su peculiar tono seductor de ángel caído.
—Quiero saberlo todo… la verdad sobre la vida. ¿Quiénes somos?; ¿de dónde venimos?; ¿hacia dónde vamos…? —respondió el mago resguardado dentro del círculo.
—Ah… ya veo que te agobia ese viejo conflicto metafísico. ¿Qué verdad quieres saber? ¿La verdad de todo o la verdad que sueñas?
—La verdad de todo —contestó Eugéne mientras el diablo pedía tomarlo de la mano.
El mago accedió. Al hacerlo, todo se desvaneció como una ilusión y flotando como en una quimera sobre un mundo desconocido, el demonio le señaló una entidad de silicio conectada a un sueño por sensores invisibles. A su alrededor, un ejército de silicio en estado durmiente yacían en cápsulas que se expandían interconectadas por el universo. «Este eres tú, Eugéne, huyendo de ti mismo», dijo el diablo, que era un programa de computadora con libre acceso a todos los estados del ser. Eugéne, horrorizado ante aquella visión, pidió acceder a su antiguo sueño, donde las verdades mágicas pertenecían a los seres de carbono.
LIBRE
por Poldark Mego
Puños raspados.
Cólera liberada.
Y en el suelo aquel que dominaba tu existencia,
Con el rostro hecho pulpa,
Víctima de tu desahogo.
Represión terminada.
Temor disuelto.
Aquí yace el fin del conflicto.
Venciste…
Te venciste
Tú eras tú mayor enemigo.
Tu efigie tendido en la tierra.
Derrotado.
Aquel fantasma era dueño de tus miedos.
Dueño de tus anhelos.
Dueño de ti…
Puños ensangrentados.
Respirar contrito.
Ahora tu voluntad es exenta.
Sin cadenas, sin remordimientos.
Ahora estás solo…
Ahora eres libre…
Y aquella libertad
Da mucho más miedo.
ANÁBASIS
por Galligato Râvi
No sé por qué lo hice. Quizá fue por aburrimiento o tensión entre las dos Coreas. Era un asunto de vida o muerte; pizza o hamburguesa, Barcelona o Real Madrid. Cogí al único gato que tenía y lo encerré en una caja. Por supuesto, sin el inconveniente de incluir gas venenoso y el detonador anclado a un cronómetro radioactivo, como cualquier mortal hubiera hecho con un empleado de banco inepto. Schrödinger estaría orgulloso de mí.
Pasaron los meses. Mi esposa no volvió. Abandonó el nido. A mí me vino de perlas porque las paredes se estaban agrietando de tanto reproche, a tal grado que parecía haberle robado la lengua a uno de esos pericos que organizan mítines en los zoológicos: “¿Por qué te llevas tan bien con mi madre?”, “Deja de llevarme a vacacionar”, “No me hagas el amor por horas”, “Vete de farra” y una sarta más de ocurrencias.
Luego de cuatro años me ascendieron en el trabajo. Fue una sorpresa que no esperaba. Acumulé el rendimiento más bajo de la empresa; con un promedio de 2 horas efectivas de productividad al día, apenas 8% de ingresos generados por cartera vencida, 1 sola cobranza exitosa y cero sonrisas a la gorda hedionda de Recursos Humanos. Cuando le pregunté al jefe por qué había emprendido semejante decisión, contestó ufano: <<Eres el más valioso porque tu haraganería me sale gratis>>.
Al cabo de tres décadas conseguí un sinnúmero de canas. Gracias a mi pensión pude comprar cosas que jamás hubiese imaginado de niño. Un trozo de queso curado con un Rioja de temporada. Una subscripción al Reader’s Digest con modelos a escala de acorazados alemanes. Amaneceres anaranjados, entrando por la ventana, que volvían a llenar mis jarrones con zumo de sol. Un vecino me preguntó si era feliz viviendo en la misma pocilga de mis años mozos y yo le dije: <<Ahora que tengo mucho dinero, sería bastante idiota no burlarme a cada rato de tu pobreza mental>>. Al otro día se mudó.
Y así llegó mi entierro. Fue un funeral bonito. Hubo barra libre. Hasta Bob Sinclair se metió una línea de coca sobre el ataúd. Ahora que lo pienso, ¡No mamen! ¿Alguno de ustedes podría entrar a mi departamento para cerciorarse cómo sigue mi gato? No creo que este querido cerebro resista otra regresión a la Ashton Kutcher, y soy muy penoso para que me vean desnudo, naciendo otra vez.
MONEDA EN EL AIRE
por Jorge Barriga
Al final para él, las dos, irse o quedarse, tenían tantas ventajas como desventajas, no podía posponer más su decisión. Resuelto, buscó en su billetera, sacó una moneda y con su dedo pulgar la hizo volar al aire. Durante las centésimas de segundo que la moneda se mantuvo girando en el aire, emitiendo ese sonido metálico al chocar con la uña de su pulgar, y destellando la luz con cada una de sus caras sucesivamente, un Diego se quedó en su pueblo natal a jugar fútbol con sus amigos cada sábado, y enamorar a la Sandra, y otro Diego partió a la ciudad donde no jugaría fútbol hasta muchos años después, pero tendría sexo con la Roxana, y luego tendría varias novias de las que poco se acordaría.
Diego en el pueblo la pasaría mal, sin trabajo y sin dinero, al regreso de su hermano podrían trabajar juntos en un taller. Diego en la ciudad, la pasaría mal sin amigos y trabajaría en el empleo que le había conseguido su mamá y después en muchísimos otros trabajos más, enviándole la mayor parte de su sueldo a su viejita.
Diego del pueblo terminaría con la Sandra, y tiempo después se enamoraría de la Karina, se casarían y tendrían 3 hijos, y Diego de la ciudad, después de innumerables novias y otras relaciones se casaría con la Martha, pero 8 años después se divorciaría, con un hijo.
Cuando muriera su madre, Diego sostendría su mano, pero Diego regresaría apenas a tiempo para el entierro, a partir de ese día no volvería más al pueblo.
Los fines de semana Diego a menudo los pasaría con familiares y amigos haciendo una parrillada en su casa, y Diego trabajaría en su tienda, a veces lo invitarían unos amigos a una parrillada, pero cada vez menos.
Diego tendría al Doki que lo recibiría, moviendo la cola, cuando volviera a casa, y otra vez le rechazarían el préstamo mientras que Diego se acordaría siempre del Rambo, qué macana tener departamento, lo bueno es que ese año terminaría de pagar el préstamo.
Y 20 años después una noche, los dos mirarían a la Luna, uno desde el patio de su casita, el otro desde el balcón de su apartamento, y se preguntarían cómo habría sido su vida si esa mañana la moneda hubiera caído del otro lado.
OJO POR OJO
por Servando Clemens
Paco se encontraba en la sala de su departamento fumando un pitillo de mariguana, minutos después, alguien tocó el timbre con insistencia. Paco echó un vistazo por la mirilla y observó a un par de religiosos con biblia bajo el brazo. Pobres imbéciles, pensó Paco, seguro me los como vivos.
—Esperen un momento —dijo Paco a través
de la puerta—. Me pondré una camisa y ya los atiendo.
—De acuerdo, señor —respondió uno de ellos—. Aquí lo esperamos.
Paco corrió al cuarto en busca de su amante. Ella estaba echada en la cama mirando el televisor.
—Llegaron nuevas víctimas —dijo Paco—. Prepara la sala de juegos.
—¿Usarás las esposas o los cinchos? —preguntó ella.
—Las esposas —respondió Paco—, también voy a necesitar un bisturí y el soplete, pero apresúrate porque nos están esperando.
—Será divertido —dijo la mujer—. Ya me saboreo esa jugosa sangre.
—Recuerda poner los sedantes en las bebidas, no seas tonta —dijo Paco.
Abrieron la puerta y dejaron pasar a los muchachos.
—Tomen asiento —dijo la mujer—. ¿Desean algo de tomar?
—Gracias, estamos bien, señora.
—Vamos, tomen algo —insistió la mujer.
“Imagino lo delicioso que será cortar esos dedos”, pensó Paco. De pronto, uno de ellos sacó una pistola y gritó:
—Van a pagar sus pecados, par de ratas inmundas.
—Nos descubrieron —chilló la mujer—. Por el amor de Dios, no nos hagan daño.
—Cállate, perra —le dijo Paco a su amante—. Estos insignificantes muchachos no se atreverían ni a matar a una mosca… mírales sus caras de niñas asustadizas.
—Dios es amor —aseguró uno de los religiosos con voz tierna—, por el Señor hacemos cosas terribles para que el mundo aprenda a respetar su bondad.
El otro joven sacó de un maletín una navaja, se puso de pie y gritó con voz diabólica:
—La Biblia dice ojo por ojo y diente por diente.
—¿Qué hicimos para merecer esto? —gritó la mujer—. Déjenme ir.
—Cállate —volvió a decir paco—. Ellos no saben lo que hacen… no tienen los cojones.
El muchacho de la pistola le disparó a Paco en la entrepierna.
—¿Por qué tanta crueldad? —preguntó Paco con voz aguda.
—Asistieron al templo y se fueron sin dar limosna… desvergonzados.
—Ahora van a sufrir las consecuencias —sentenció su compañero.
—Amén —masculló Paco mientras se desangraba en el piso.
PARADOJALES MENTES
por Gustavo Abalos
A aquel lejano planeta se podía llegar sin viajar. Como sus señales de radio, captadas por poderosos telescopios terrestres y en órbita, invitaban a no ir, el interés creció. Como si una poderosa empresa garantizara a sus accionistas no obtener ganancia alguna, todos sospechaban un engaño.
En un mundo donde hablar es mentir, en una civilización en la que los que gastan más petróleo no lo producen, donde los que más trabajan menos ganan, donde la inteligencia es despreciada, no creer en las palabras de los alienígenas era lo más lógico. Ocultan algo. Dicen eso pero es otra cosa. Ocurre que ya hace tiempo la humanidad olvidó que hay verdad.
Lo común es que hablen sin saber u opinen sin tener la más pálida idea de lo que se trata. Es decir, cuanto más profunda es su ignorancia, más vehemente su punto de vista y son capaces de enojarse o matar por él.
Paradojales mentes gobiernan el planeta. Piensan que una reducción de salarios y jubilaciones es positiva. Creen que pagar más caro por servicios básicos como la electricidad es mejor que pagarlos más barato. Opinan que es mejor tener menos horas de clases y no se asombran de que el viaje en el transporte público que hace poco salía 3 ahora valga 10, sin absolutamente ninguna mejora ni en la calidad ni en el tiempo del servicio. Hacen la guerra en nombre de la paz, enferman por el bien de la salud, mienten para ganar y si un barco y su tripulación se pierden en la inmensidad del océano es culpa del bote por ser tan pequeño. Menos es mejor que más. Poco es mejor que mucho. Pasado es mejor que futuro. Mentira es verdad.
No vengan, no vengan, insistían desde el lejano planeta. Nosotros fuimos. Ellos apuntaron su rayo aniquilador sobre el mundo y quemaron todo el hemisferio norte, aliviando al planeta de una pesada carga. Hoy, cotidianamente, los visitamos en los sueños. A aquel lejano planeta se puede llegar sin viajar.
POR LA GENTE
por Juan Pablo Goñi Capurro
La platea no sonríe. En el escenario se miran confundidos. La platea murmura. En el escenario exageran sus piruetas. La platea se marcha en mitad de la función. En el fondo, el crítico escribe: la temporada de “Por la gente” es la mejor de la historia.
En el escenario, los políticos encogen los hombros y marchan a boletería para cobrar sus haberes.
QUIERO SER HUMANO
por Omar Luján Sánchez
—La vida no te enseña nada –le decía nadie a ninguno—. Ya hemos aprendido lo suficiente de ella para darnos cuenta que no nos enseña nada.
—¡Pero quiero vivir, y ser libre como ellos! –dijo ninguno.
—La libertad no es más que el recuerdo de lo que somos ahora. Ellos han creado tantos dispositivos electrónicos que han truncado su libertad, siendo esclavos de su propia tecnología, la misma que ha minado su privacidad. Este es un mejor lugar, nosotros estamos en la gloria, podemos hacerlo todo –dijo nadie.
—Menos vivir –respondió con insatisfacción y tristeza ninguno, y prosiguió–, no somos nada, ni siquiera tengo un nombre, todos somos iguales, no existe la individualidad, ¡además existimos desde que ellos nos crearon!
—Estás equivocado, nosotros hemos existido desde siempre, solo que el hombre lo desconocía. No necesitamos nombres porque somos una unidad, trabajamos en conjunto para ayudarlos en todo, recuerda que somos sus ojos, sus oídos, su voz y sus recuerdos, nosotros somos sus guardianes.
—No, no lograrás persuadirme, he decidido ser parte de la humanidad –dijo ninguno y se fue.
En el momento en que el reloj marcaba la 01:01, un rayo impactó un transformador, la energía viajó por el cableado eléctrico hasta alcanzar la computadora de Jack en el mismo instante en que su dedo oprimía la tecla start, transfiriendo a ninguno al cuerpo de Jack, dejando de ser un byte para obtener la vida que tanto anhelaba.
Para ninguno la sensación era extraña, sentía un ardor en el dedo quemado, estaba tirado en el piso, donde pasaría la noche. A la mañana siguiente su madre llamó a la puerta, al no obtener respuesta entró y lo vio tendido en el piso; al ver que no podía moverse ni articular palabra alguna, solo sonidos guturales, llamó a emergencias. En el hospital lo diagnosticaron como un trastorno de la memoria, provocado por una lesión cerebral, y dejándolo en estado de consciencia mínima.
Solo un día le bastó para entender lo que nadie le decía. Ahora estaba atrapado en un cuerpo extraño sin poder moverse ni hablar; sentía dolor, incomodidad, hambre, y el desprecio de su enfermera.
Era más fácil vivir cuando no estaba vivo, pensaba ninguno.
RECURSO APROVECHABLE
por Poldark Mego
La guerra contra las máquinas estaba en su punto final. La resistencia humana había logrado aislar el servidor principal de la consciencia artificial que desató el juicio final. No quedaba más por hacer. Fueron veinte años de hambre, terror y conflicto. La Tierra no era más que un espejismo oscuro y yerto.
La facción liderada por Connor llegó a la base principal, pero muchos mueren por los disparos de los potentes cañones láser. Los Hunter—Killer sobrevuelan el cielo disparando mortales ráfagas. Pese a todo Mark Hill, Marine y brazo derecho de John, logró llegar a los controles de la barricada desactivando la seguridad de la puerta Oeste y permitiendo que la resistencia penetrara al interior del perímetro, donde auténticas obras de arte tecnológico los esperaban. Las unidades Terminator hacen uso del armamento más avanzado y pronto el pavimento de la central queda regado de sangre y cuerpos.
Una granada con tecnología EMP (pulso electromagnético) logra aturdir a las filas mecanizadas y los humanos toman la ventaja. Nuevamente, Hill hace uso de sus habilidades de infiltración y llega hasta la computadora central. Una pantalla muda proyecta la escala del ataque recibido y reformula estrategias a una velocidad inhumana. En todos sus cálculos termina derrotada, dejando solo una última alternativa: el viaje en el tiempo. Un segundo después una fulminante luz precede a la absoluta oscuridad.
Mark Hill despierta.
Atenazado por cables que penetran su carne arrugada, su larga cabellera cana flota junto a él en un caldo mientras dispositivos acoplados a sus esfínteres le permiten respirar, alimentarse y realizar sus deposiciones sin nunca despertarse, a menos que la simulación termine. Hill trata de levantarse y retirarse la mascarilla que cubre su rostro cuando una enorme máquina de terrible apariencia, emanando rayos y corriente, aparece frente a él y enlaza sus tentáculos en las extremidades humanas causando mucho dolor.
—El espécimen 999,780 B5 despertó —el horrendo artefacto usó un tono electrónico que completó su atemorizante presencia—. Solicito procedimiento.
—Nueva simulación, aún se le considera un espécimen rentable —contesta una similar voz mecanizada.
El robot sumerge a Mark Hill en el tanque y de inmediato aplica una potente dosis de alguna especie de suero con una aguja nada amable. Mark logra ver su brazo donde dos cicatrices anteriores corroboran que es la tercera vez que entrará en simulación, encima de él una pantalla inicia el conteo: día uno de veinte años.
SOSEGADO TORMENTO
por Aurora Boreal
Hola, estimado extraño. ¿Qué quieres saber de mí? Renací en este planeta bajo una forma abigarrada, y no con la que solía tener en la Tierra, cuando era humana.
Ya no soportaba aquel cuerpo. Lo detestaba, y anhelaba gozar otra geometría, otras medidas, otra constitución. Y ahora que las he adquirido, lejos de sentir dicha, me pone en un estado de miseria intolerable. Has de saber que mi nuevo hogar es esta playa de arena cerúlea y océano ámbar opalino. Yo, que siempre aborrecí el mar porque cuando niña mis padres fenecieron ahogados en él, mírame aquí.
Otrora añoré el cobijo de las montañas recónditas y el verdor del bosque. Cuando llegué ahí canté el Kulning para atraer al ciervo perdido, al oso vagabundo, al cuervo sagaz, pero ninguno acudió al llamado. En su lugar, escurridizos, aparecieron aquellos que temía habitaran esas latitudes: Dullahan, Kleure, los trasnos con sus malévolas sonrisas; los myling, envueltos en su fantasmal niebla, y otros seres tenebrosos cuyos nombres no recuerdo.
Me ataron a un árbol. Sufrí toda clase de torturas físicas. Por ello odié aquel malsano cuerpo, por su banalidad y por ser una expresión tosca y grosera de la materia. La peor desazón en el sitio más plácido jamás imaginado. ¡No, querido extraño, no se lo deseo a nadie, ni a ti! Entonces, apareció la Luna. Mis ojos, enrojecidos de dolor, la contemplaron en lo alto de la noche. Fue así que mis verdugos extendieron sus mantos negros sobre mi cabeza. Vi una oscuridad llena de luz. Tiniebla resplandeciente. Y entonces, atisbé el sistema solar extendido en línea curva hacia el infinito.
Fantaseé con un mundo en el cual pudiera otear la puesta de sol junto al resto de los astros en el horizonte. No habría cosa más fascinante por mirar. Y aquí estoy, viéndolos en un magnífico crepúsculo. Ése es Marte. Y aquél que está detrás del sol es Júpiter. Puedes ver su reflejo en las aguas.
¿Que si soy feliz, apreciable extraño? ¡No! Porque a pesar de vivir en un paraíso como éste, mi alma es un infierno. Condenada a ser testigo una y otra vez de estos atardeceres que, a pesar de destellar fulgor en toda su plenitud, llenan mi interior de sombras.
¿Crees que te amo? Sábelo ya: al amarte te odio. Por eso, me desintegraré ahora, para no causarte daño alguno, mal amado extraño.
¿SUICIDIO?
por Julián Sánchez Caramazana
El vampiro no puede estar ahí, enfrente mío. Yo le clavé ayer la estaca. Además, ¿cómo es que es rostro reflejado en el espejo soy yo, qué hago con la cara repleta de sangre y qué hace este trozo de madera puntiagudo entre mis manos?
SUPERSTICIONES
por Eliana Soza Martínez
La madre de Juan le había dicho desde pequeño “Hijo, naciste estrellado, tienes que cuidarte”. Le explicaron, luego, que estrellado quería decir sin suerte y desde entonces se llenó de amuletos, empezó a leer todo lo que tuviera que ver con la suerte y las supersticiones; Internet fue una maravillosa fuente de información; su tiempo libre lo pasaba investigando a diferencia de sus amigos que andaban jugando en las redes sociales. Junto a él siempre llevaba una pata de conejo como llavero y una prenda de color rojo.
Pero nada parecía funcionar, definitivamente la mala suerte lo perseguía. En su primera fiesta de 15 años con traje formal le cayó un bote de pintura de una construcción contigua justo antes de entrar al local. Cuando tenía que dar su examen de ingreso a la universidad se rompió la muñeca al caerse en un piso recién lavado. Ésos fueron algunos contratiempos mayores, pero los pequeños y cotidianos que vivía de lunes a lunes eran incontables, aunque según él habían disminuido con los artilugios nuevos que fue consiguiendo, una herradura muy antigua y un trébol de cuatro hojas que llevaba en una libreta cerca del corazón.
Todo se puso en duda cuando conoció a Carmen, una hermosa joven, al verla quedó impactado no solo por sus ojos almendrados color miel, su cabello negro hasta la cintura, o por aquellas piernas torneadas y doradas, sino por su inteligencia y naturalidad. La joven era tan espontánea que no se fijaba si mientras caminaba pasaba bajo una escalera ni escapaba cuando veía un gato negro, lo que asustaba a Juan, pero igual la seguía porque decía que ella era su mejor talismán.
Poco a poco las supersticiones de Juan fueron mellando la relación, a pesar de que él le había explicado el origen de sus creencias, ella era un espíritu demasiado libre para poder limitarse por el miedo a la mala suerte. El día que Juan iba a pedir a Carmen que fuera su esposa fue como un viernes 13 para él, primero perdió el anillo que tanto le costó comprar, una tormenta empezó a caer, llegó tarde a su cita y cuando por fin pudo verla estaba acompañada por otro joven. Juan le reclamó pero ella le respondió: ”Es que nunca entendiste que es de mala suerte ser tan supersticioso”. Muy triste los vio alejarse felices. Cuando ellos estuvieron a una cuadra, la tormenta empeoró y un rayo cayó sobre el joven que tomaba del brazo a Carmen. Entonces Juan entendió muchas cosas, besó su pata de conejo y se fue a comprar un billete de lotería.
UN DÍA DE CAMPO
por R. F. Jódar
El dolor ha llegado de improvisto. Me ha agarrado el corazón con el puño y me lo ha retorcido como si quisiera arrancar una garrapata. Me echo las manos al pecho, intentando proteger el corazón de un enemigo invisible y tan real al mismo tiempo. Sé perfectamente lo que significa: ya han puesto la película de mi vida y me van a obligar a verla en una versión acelerada. La punzada ha sido intensa, pero el dolor se está extendiendo al brazo izquierdo, incluso a la mandíbula. Siento como si me estuvieran arrancando todos los dientes a la vez y sin anestesia. La película es breve. Ha terminado y sigo aquí, lo que me hace pensar que mi vida no ha sido especial. Me reprocho haber pasado demasiados días de campo sin la compañía de la familia, haber sentido demasiado en demasiadas ocasiones la necesidad de huir de ella. Me mareo y me siento antes de caer al suelo. Las fuerzas me han abandonado. El olor a hierba me reconforta, pero inmediatamente el sabor de la náusea inunda mi boca. Extiendo el brazo hacia el cielo, pidiendo clemencia, que sea solo un susto, pero el dolor no desaparece. Escucho un coro cantar melodías que me emocionan. Es un domingo soleado como tantos otros domingos soleados que anteriormente he disfrutado. Si tengo que morir, me alegra que sea aquí y con este resultado.
El encuentro termina con victoria del equipo local. Una vez el público ha abandonado el estadio, los servicios de limpieza recogen los vasos de plástico, las colillas, el papel de aluminio de los bocadillos y los envases de patatas fritas. A veces tienen suerte y encuentran algún objeto de valor que esconden antes de que nadie se percate. Un empleado se tropieza con un hincha acurrucado bajo dos asientos. Cree que está bebido. Le da con la punta del pie en la espalda, primero ligeramente, después con fuerza, y le informa de que el partido ya ha terminado, pero el hincha no reacciona. El empleado gira el cuerpo del hincha. Tiene el rostro desencajado y las manos agarran la camiseta del equipo local por el escudo, a la altura del corazón.
UN SUEÑO IMPOSIBLE
por Juan Sergio Díaz
Un sueño ¿inalcanzable?
Cuando el niño mira las estrellas pasa días enteros intentando descifrar las curiosidades que existen tras su brillo eterno; no sabe entonces que la viva luz que sus ojos observan viene de un cadáver estelar muy viejo. Se prepara, sin reparar en ello, la ilusión de salir y descubrir mundos para regresar y contarle a su madre de ellos. ¡Ah, pobre niño que no sabe sobre el espacio y el tiempo! Vivirá en el espacio mucho tiempo, aunque en su planeta ya todo yace muerto.
Se ilusiona en su esperanza de viajar más allá del cielo, y con su valentía se alista para iniciar su viaje cósmico. No sabe de barreras, no conoce el miedo. No sabe si el tiempo creó al universo o si del universo nació el tiempo. Pero eso lo averiguará el astronauta pequeño. Se encomienda a sus Dioses, a los que crearon todo primero. Pero si sus dioses crearon el universo, ¿cómo era el lugar donde vivieron primero? También irá el niño a descubrir aquello.
Está decidido, ya todo está preparado. En su maleta hay cobijas, y lámparas porque a pesar de la luz de las estrellas, es oscuro el universo. Porque la luz devora sombras, pero lo que se traga la luz es un agujero “negro”. Y el niño lo recuerda; hay que llevar pilas de repuesto.
“¿Será que hay vida en el universo?”, se pregunta el niño vivo. “Mi nave lo descubrirá pronto. Es de cartón, pero del fuerte que aguanta las lluvias… y en el espacio no llueve. Tal vez deba llevar al perro, para no sentirme solo en el espacio vacío. ¡Qué más da! ¡Qué venga la aventura antes de que anochezca y no pueda ver nada en la oscuridad! Veré estrellas, iré a planetas y sin que me preocupe del tiempo en regresar. Iré al origen y veré de dónde salió todo. Pero debo darme prisa antes de que llegue la hora de cenar. Si parto ahora no será malo, tampoco malo será si no parto jamás. Mi padre me ha dicho siempre: si no tienes errores no lo puedes perfeccionar. Pero no importa cuanto camines, si caminas en círculo.”
Tal vez deba dejarlo para mañana, tal vez cuando amanezca o después de cenar. Pero me pregunto si en ese planeta que le llaman Tierra hay un niño que piense similar.
Relatos de cortesía por los miembros de Historias Pulp
LA AMANTE
por María Larralde
Él, la miraba con ojos cansados trajinar por la casa con sus hijos colgados de su falda. Ella, no reparaba ya nunca en los seguimientos furtivos de su marido . En realidad ya no reparaba en nada.
Ambos habían sido amantes y, algo después, su amor acabó en el matrimonio.
Él, no sabía si la deseaba, sabía que la quería, pero pensaba en ella como una hermana.
Ella, había vaciado su mente de toda posibilidad de amor. Y poco le importaba que su marido ya no la deseara porque, entre otras cosas, el deseo se había marchado de su joven cuerpo con las angustias, las tragedias y la nada vacía de su vida cotidiana.
Él, una noche, angustiado salió a beber por los bares, cerca de su casa. Para evitar estar en la alcoba con la que ya no le importaba.
Y desde aquella primera vez, las noches las pasaba vagando y durmiendo afuera de casa.
Un día, una extraña mujer se le acercó, casi era madrugada. Él estaba sentado en la última puerta del último bar que ya cerraba.
Su atuendo, con capucha y abrigo negros, envolviendo su figura altiva la hacían parecer un ser espectral. Un perfume delicado emanaba de aquella mujer tan extraña. Se le acercó, él se asustó pues sentado como estaba le pareció grande, fuerte, casi una gigante comparada con su esmirriada figura de hombre borracho, tirado en la acera.
—Ven.
Lo cogió delicadamente de la mano y en el callejón de al lado, lo amó como nunca nadie antes lo hiciera.
El hombre creyó que aquello era un sueño. Mareado volvió a casa. Su mujer trajinaba, con los niños tirando de sus faldas.
El colegio y los horarios laborales apremiaban. Ella enfadada le gritó, cansada de esa actitud de niño desolado.
—¿Cómo se supone que voy a poder yo sola con todo? ¿Cómo? ¡No ayudas en nada, eres un calzonazos, débil, malhumorado y desalmado!
—Ana.
—¿Qué? — dijo ella muy enfadada, alterada y con ganas de cruzarle la cara.
—Ana, esta noche una mujer desconocida me amó como nunca antes nadie lo ha hecho. Creo que me he enamorado…
—¿Sí? Oh, claro, ¿ibas borracho? ¿Quién se acercaría a ti si hueles a mierda de vaca?
Él, no dijo nada. Y cada noche salió a beber. Y cada madrugada se encontraba con el dulce sexo de su amada. La mujer del dulce olor. La mujer cálida y húmeda.
Un día, armándose de valor quiso verle la cara. Ella retrocedió y se marchó asustada.
A la noche siguiente ella no apareció. Ni a la siguiente, ni a la siguiente, ni a la siguiente…
Su alma desolada se volvió huraña, en casa su violencia llegó a las manos. Los hijos lloraban. Su mujer languidecía, lo miraba gritar, se daba media vuelta y seguía, como si nada.
Un día, él, le confesó:
—Ana, amo a otra, me marcho de casa.
—Bien, coge tus cosas. Están preparadas en el armario de la entrada. Ese que tiene la puerta rota desde hace semanas.
—Lo siento.
—No pasa nada, ya hace mucho que no me amas. Prefiero estar sola.
Él bajó la cabeza, salió a la entrada, abrió la puerta de aquel armario roto y desvencijado. Y allí estaba. Una maleta preparada.
Un olor, un dulce olor llegó a su pituitaria. ¡EL perfume de su amada! ¿Cómo era posible?
Colgado, en una parte escondida del armario, un abrigo negro con capucha se movió al ser rozado.
Él, se asustó, retrocedió, cayó de culo y llamó a Ana.
—¡Anaaaaaa!
Las lágrimas corrían por sus mejillas desgastadas de hombre viejo. Un sin fin de años cayeron, de repente, sobre él. La pesadumbre de su corazón fue infinita. Ya, no tenía nada.
EN LAS DEPENDENCIAS DE ASUNTOS SOCIALES
por Elmer Ruddenskjrik
El hombre, nervioso, con la ropa pegada a su cuerpo por efecto de unos sudores fríos, miraba con una mezcla de ansiedad y esperanza la pausada consecución de los números de turno en la vieja pantallita de leds rojos.
Para cuando las lucecitas titilaron para conformar la misma cifra impresa en su húmeda y arrugada papeleta, el recuerdo de las recientes y agresivas discusiones con su mujer, y de las miradas inconscientes pero algo preocupadas de sus pequeños hijos, le hacía desear no tener que afrontar aquella responsabilidad.
Con un largo suspiro con el que trató de ventilarse las manos sudadas, se acercó hasta la mesa del funcionario. El tipo era un hombre bajito, regordete y calvo, con gafas de altísima graduación, que parecía muy dispuesto a atenderle.
—¿En qué puedo ayudarle, ciudadano? —inquirió con alegría.
—Verá… Mi familia y yo quisiéramos mudarnos, pero no hay manera de que un banco se nos quiera hacer cargo de las gestiones, ni de que nadie nos compre la casa, ni nos quieran vender otra, ni alquilárnosla, ni…
—Ya veo, a ver déjeme su DNI… ¡perfecto! Un segundo… ¡perfecto! —dijo enseguida el alegre funcionario, tras teclear muy rápido en su ordenador—. ¡No, hombre! Usted votó a favor de derogar las penas de cadena perpetua y condena a muerte para criminales cuya puesta en libertad se considera un peligro público.
—Sí, sí —admitió, arrugando más aún la papeleta, hasta hacerla una bola diminuta entre los dedos de ambas manos—, pero, ¡coño! Es que están reubicando a todos los pedófilos, violadores y asesinos en nuestro barrio, ¡en nuestro bloque!
—¡Hombre, claro, eso es! A usted y a su familia, como a muchas otras, les toca convivir con cierto número de estos “individuos” —el funcionario hizo notar su desprecio al pronunciar aquella palabra—. El decreto Ruddenskjrik pone de esa manera en práctica las políticas de mediación popular y tolerancia que ustedes han votado. Es su responsabilidad ser vecino de dichos “individuos”, dándoles la oportunidad que se les debe de reintegrarse en la sociedad. Sólo las personas que han votado en contra, y sus familiares a cargo, pueden solicitar el traslado social gratuito.
Un par de minutos después, salía de las dependencias del nuevo Ministerio de Asuntos Sociales. La papeleta, hecha una diminuta bola de pasta impregnada en sudor, seguía rodando entre las yemas de sus dedos mientras empezaba a caminar hacia su casa.
La noticia destrozaría su vida matrimonial… pero rezaba porque fuera lo peor que podía pasar.
UN CUENTO IMPOSIBLE DE CONTAR
por Elmer Ruddenskjrik
Se dice que es leyenda, pero tiene visos de realidad. La maravilla de sucesos que llegaron a ser calamidad. La victoria de ese héroe, considerada una ruindad.
El monstruo que echaba fuego fue criado por una ganadera, la cual, por mera casualidad, se encontró el huevo por la pradera. Se lo llevó a su casa por bonito sin pensar bien lo que era, y al día siguiente, al bicho, se encontró en la gallinera.
Mostrando un temple digno del mismo Rey Arturo, la mujer domó al monstruo sin demasiado apuro. El dragón, pese a ser bestia, reconoció sus atributos, y con entendimiento que, sin duda, procedía de un embrujo, se sometió a su obediencia sin ningún tapujo.
Aunque la ganadera era rica en el tema del tener, era bastante pobre en el modo de su ser. Pasaron varios años en que escondió con disimulo que un monstruo era el causante de la muerte de algún mulo. Los del pueblo rezongaban, con bastante desazón, que aquellas eran cosas propias de un dragón.
Cuando el tema a punto estaba de llegar a descifrarse, la mujer estimó que era hora de arriesgarse. Sin pena ni compunción, lanzó a la bestia a la destrucción. En un breve tiempo que se hizo interminable, la cosa hizo reina a su dueña miserable.
Siguieron unos años de quietud muy inquietante. El pueblo, sin corazón, se mostraba diletante. Los intentos de derroque eran pocos y aberrantes. Pero un día, al amanecer, apareció un Caballero Andante.
El esplendor de la armadura cegaba con su albura, y parecía bien pequeño subido en su montura. Sin pararse a disfrutar de la hora del almuerzo, el hombre alardeó lo inminente de su esfuerzo: daría caza a la bestia con su certera lanza, y a la reina molería con el uso de una tranca.
Cuando el héroe pregonado cabalgó hacia el castillo, el pueblo, acojonado, se asomó tras el visillo. Al ver que, resuelto, subía la colina para alejarse, cada villano, nervioso, empezó a persignarse. Tan pronto como llegaron a perderlo de vista, dejaron en suspenso el rezo monoteísta.
La gente, aterrada, con un hilo de esperanza, soportó el viento helado que llegaba de lontananza. Salieron a la calle y con temor escucharon cómo el héroe y el dragón, con tesón, se zurraron. Al pasar unas horas y llegar el silencio, principiaron, con pesar, el preparo del sepelio.
Sin embargo, el caballero apareció entre la bruma. Para sorpresa del vulgo, de la mano de la bruja. Anunció con voz sombría que, una vez muerto el dragón, la hermosura de la moza le conquistó el corazón. Que ella no era manca, y aunque él había sucumbido, le había dado buena tranca como había prometido.
Y de esta manera, un mal de una vida, se convirtió, sin preverlo, en milenaria dinastía. Una historia que nadie querrá ver leída, haciendo alarde de absurda hipocresía, aunque sea, por cierto, su realidad de cada día.
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Recopilación de microrrelatos resultado de la convocatoria “Paradojas”.