María Larralde
Sí. En algún momento de mi vida tuvo que ocurrir “algo”. Algo horrible. Tengo un trauma. Falta de amor.
Quizá necesite recurrir a los más tiernos recuerdos de mi infancia y, junto con la “imprescindible” ayuda profesional de un psicólogo clínico, escarbar en mi psique malformada en busca del trauma redentor.
Para quienes todo se explica por la psique no dejaría yo , el asesino, de ser un simple loco digno de compasión. O, como mucho, algunos me concederían la posibilidad de tratar mi desorden mental como un Trastorno de Personalidad, también forjado a través de una frustrada infancia y unos padres ausentes.
Necesito entonces un tratamiento curador. Necesito sanar una enfermedad.
nO sOy cUlPaBle
Pero me resultaría menos trabajoso e incómodo enfocar el problema desde un punto de vista menos personal. La clave está en examinar mi conducta como un reflejo de la sociedad.
La responsabilidad no recaerá entonces sobre mí, sino en la posicion social que ocupo, en las desigualdades que he sufrido… Necesito entonces una reinserción social.
No Soy ReSpOnSaBlE
Sin embargo, en realidad, estas posturas no me convencen demasiado, al fin y al cabo, la condena la cumplo yo … no me gustaría diluir mi propia responsabilidad, si esto no se acompaña de la exculpación completa de la pena de presidio.
Otra posibilidad es enfocar mi problema como una parte más de la produccion social. Porque, seamos justos, sin mí:
¿Qué sería de los abogados, del sistema judicial y carcelario, de las leyes, de las instituciones penales, de la policía e incluso del ejército y de las armas?
En fin, ¿qué sería de más de las tres cuartas partes de la producción social y los empleos?
¡No me den las gracias todavía! Aunque, sí, lo admito, doy trabajo a muchísima gente.
Soy la base de una cadena de producción.
El delito y el crimen se deberían estudiar en las facultades de economía, quizá como el futuro productivo mas importante de nuestra nación.
Habrá quien crea que estoy de broma. Pero no.
En todo caso, no habéis reflexionado suficientemente sobre el asunto. Sin embargo yo aquí, entre rejas, tengo todo el tiempo del mundo para meditar sobre el origen del crimen. Y hay un punto… hay algo en lo que nadie, nunca, que yo recuerde, en mis veinte años de condena, ha mencionado, ni siquiera como posibilidad teórica o especulativa.
Y es que soy un criminal porque estoy preso y no alrevés. Nadie dirá del agua de un río que está presa en su cauce. Más bien, al contario, de no estar en el cauce no sería río.
Por eso, cuando TERMINE mi condena, cometeré el mismo delito que me trajo hasta la cárcel.
Una y otra vez, hasta que reconozcamos de una vez, que mi sitio en el mundo es este.
¡Y si no me creen, déjenme libre!