29 marzo, 2024

BIENVENIDA A LA FAMILIA – Elmer Ruddenskjrik

BIENVENIDA A LA FAMILIA
por Elmer Ruddenskjrik

Se acercaba ya el día
Que toda madre temía
Contaba aquella solución
Para los de la mansión

Y es que era, por fin
Para aquel benjamín
La hora de desposarse
Y para todos fiarse
Con tranquilidad
Debía ella hacer alarde
De virginidad

Se contaba una historia, un muy extraño cuento
Que llegaron al mismo tiempo que el acontecimiento
Cuando la noche se hizo día de un curioso fulgor
Que sacudió aquellas tierras con horrible rumor

Los animales se volvieron, por horas, muy salvajes
Los perros, como lobos, y las gallinas, rapaces
Algunos, en el pueblo, se abrieron la cabeza
Contra muros y trancas, o jarras de cerveza
Tal trágico otoño, propició un duro invierno
La situación, con las nieves, un auténtico infierno
Y sin dejar de ocurrir toda esa desazón
Se hizo de pronto habitada la vetusta mansión

La familia era extraña, y no es ninguna opinión
Con las gentes del pueblo, gente sin aprensión
Se desquitaron sin miedo
Y crearon un credo
Que con mano de hierro
Se hizo una tradición

Con el paso del tiempo y contra toda razón
Se estableció (a pesar de la gran conmoción)
Que un poder extranjero, de a saber qué nación
Les usara de siervos en su manutención

Y en cuanto a mujeres pudiera concernir
Se decía que, con ellos, no se las vio venir
Así que, más pronto que tarde, que se pueda decir
Fue que empezó a pensarse en el tema de parir
Y antes de que nadie lo pudiera deducir
Se empezó a nominar niñas para vestir

Se fingía una ceremonia, que podía llamarse boda
Aunque era más bien un viaje que la moza hacía sola
Se adentraba, así, llorando, por la puerta del casar
Y los padres no volvían a saber de ella jamás

El pueblo, en su reunión
Decidió entregarla a ella
Salió, en su generación
De todas, la que más bella.
Así pronto la vistieron
Y la empujaron sin remilgos
Hacia donde ya la vieron
Aquellos que creían bichos
(Como decían, sin eufemismo
Todos los del pueblo mismo)

Al fin, sola, al parecer
Se abrió, al atardecer
Aquella puerta de caoba
Dejándola a ella boba
De sorpresa y de terror
Y avanzando temblorosa
Sintió pronto aquel hedor
Que la hizo toser llorosa
Entre arcadas y estupor

La casa era cochambrosa
Por el suelo, alguna fosa
Huecos entre las paredes
Tapados, casi, con papeles
Sucio todo de humedad
O de otra viscosidad
Retorcida la madera
Como derretida cera

Sin saber qué ocurriría, pero sin modo de largarse
Avanzó hacia el comedor, y alcanzó dónde sentarse
Entre las sillas, la mejor, eligió una bien podrida
En la mesa, con fervor, dispuesta toda la comida
Aunque no tenía hambre, halló la tranquilidad
Allí había buen talante, y descartó toda maldad
Y aunque el sitio era inquietante
Y olía bastante mal
Encontraba interesante
El almuerzo tan cordial

Al rato un nuevo ruido le llegó claro al oído
Despertándola, por fin, de su estado distraído
Apareció por un lado un joven muy elegante
Vestido con traje, botines y un par de guantes
Ella se puso en pie, temblando de timidez
Al tiempo que tras de él, salían otros diez
Eran todos mayores, alguno casi anciano
No había más mujeres, ¿había sido todo en vano?

Y cuando estaba ella a punto de, por ellas, preguntar
Los hombres, uno a uno, se empezaron a voltear
Unidas a sus espaldas, de maneras monstruosas
Estaban, atrapadas, las esposas precursoras
Sus caras, horrendas, truncadas y grises
Selladas, con úlceras, por sus perfiles

Y sin aliento, de horror, deseando gritar
Su consorte, ante ella, se abrió de par en par
De las ingles a la frente
Se rasgó de repente
Una suerte de entrañas
Se alargaron en garras
Apretando su cuerpo
En un frío muerto
La llevaban al grotesco
Destino funesto

Mientras los ojos, de puro dolor, se le vidriaban
“¡Bienvenida a la familia!”, los demás, le gritaban

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